Bajo vigilancia

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Y aunque ya era tarde, Murivak y compañia seguían encontrándose con demasiada gente en el camino. Aunque podía ser relativamente normal, fue Dorovich quién alertó a Murivak y Shenai de que eran objeto de interés de los civilizadores. Al principio Murivak creyó que eran imaginaciones de Dorovich, hasta que Dorovich por lo bajo le señalo a un sujeto que los observaba de reojo. Al cabo de un tiempo el sujeto cambió de ruta y se alejó. Ellos siguieron caminando y Dorovich les volvió a señalar al mismo sujeto, solamente que ahora al otro de la calle. Y luego un tiempo después era sencillo adivinar quién sería el siguiente civilizador que se encontrarían. Dorovich se ocupó de que los 3 fueran ríendo todo el tiempo, así que no levantaron ninguna sospecha de haberse dado cuenta. Los Civlizadores seguían en su juego, tranquilos de estar al lejos de ser descubiertos. Shenai trazó un plan, y Murivak coincidió en que no debían dirigirse al este, hacia dónde estaban los cadáveres, si no directamente hacia el suroeste y en la ruta, girar sin levantar sospechas hacia el sur, llegar a Los Claros y desde allí utilizar cualquiera de los muchos túneles para llegar al este. Les tomaría mucho más tiempo, pero los Civilizadores no podrían seguirlos durante tanto tiempo sin ser vistos. Además los Civlizadores se caracterizaban por no cooperar mucho entre ellos. Eso les facilitaría mucho las cosas.

Mientras caminaban hacia el sureste, Shenai gritó al ver un viejo ciudadano enorme ¡Blattodea! A los viejos ciudadanos que crecían casi tanto como un constructor se les conocía por ese nombre y prestaban un gran servicio a la ciudad. Prácticamente eran el transporte público para quién estuviera dispuesto a pagar una módica cantidad por que lo llevaran en la espalda. No era cómodo, pero sí muy rápido. Muchos de los ciudadanos que trabajaban como Blattodeas habían perdido hacía mucho tiempo sus dos pares de alas, lo que los hacía más ligeros y se les facilitaba correr. Los tres corrieron al Blattodea y le susurraron al oído que pagarían el doble por llevarlos al sureste. El Blattodea sonrío. No era su ruta habitual de transporte, pero solamente serían tres pasajeros en lugar de cinco que era su límite. El jefe de los Civilizadores se apresuró a advertir al ministro que los tres sospechosos se dirigían hacia el este, sin perderlos de vista siguió informando, pero tuvo que corregirse e indicó que se dirigían al sur este, luego volvió a corregirse, se dirigían sin duda alguna hacia el suroeste. El ministro Ishtawa suspiró aliviado, en el suroeste de la ciudad lo único que encontrarían serían los resquicios de los edificios abandonados de la ciudad, a dónde iban las parejas no autorizadas y los traficantes de golosinas ilegales. El ministro indicó al supervisor que se le informara si llegaban al suroeste, por lo menos a los edificios abandonados, de ser así, que abandonaran la supervisión, lo único que harían esa noche esos 3 sujetos sería derrochar su dinero atiborrándose de golosinas y azúcares fabricados ilegalmente. El supervisor no pudo estar más de acuerdo con el ministro. Además le pagarían la noche completa por vigilar un par de horas. Y ni siquiera los habían escuchado hablar sobre nada extraño. No habían dado el menor atisbo de estar planificando nada o de conocer algo. Pero ese no era su problema. Si el ministro quería pagarle por vigilar  vagabundos, su billetera se lo agradecería. Se dirigió hacia su equipo, transmitió la información y se alegró de poder ir a dormir temprano.

Murivak fue el primero en subir a la espalda del Blattodea, desde allí le ayudó a Shenai quién le agradeció el gesto con una cálida sonrisa. Dorovich se subió con tanto ímpetu que el Blattodea le riñó. Murivak y Shenai rieron como crías al ver avergonzado a Dorovich, casi nunca lo habían visto ruborizarse. Dorovich se disculpó y se acomodó lo mejor que pudo en el Blatodea mientras este empezaba a trotar y alcanzar velocidad. Al levantar la mirada pudieron ver a un grupo de varios ciudadanos reunidos que los seguían con la mirada, estaban frente a un ciudadano de mayor estatura que les estaba explicando algo. Murivak hubiera preferido que su transporte se dirigiera en verdad hacia algún destino en el suroeste y no tener que buscar una nueva ruta al llegar, pero no quería parecer cobarde frente a sus amigos, en especial frente a Shenai. A Dorovich parecían estorbarle sus monedas, y no quería que el Blattodea los escuchara hablar sobre sus planes, menos después de ver tantos Civilizadores interesados en ellos. Le pidió con su mejor voz que los llevara un poco más allá de los edificios derrumbados. Y que se disculparía con él al llegar comprándole golosinas. El Blattodea se lo agradeció y enfilo rumbo a los edificios derrumbados. Por un momento había temido que le pidieran llevarlos al límite de la ciudad en en el suroeste, por que estaba realmente lejos. Transmitió su destino a 2 Blatodeas que venían en sentido contrario y estos a su vez se encargarían de transmitirlo a la central, dónde sería interceptado por algún Civilizador que avisaría a los civilizadores instalados en el lugar destino para que se prepararan. Durante el viaje Fue Shenai quién los entretuvo conversando y haciendo preguntas absurdas a ambos. Dorovich seguía avergonzado por haber sido reñido frente a sus amigos. Eso hizo el viaje casi interesante para Murivak.

Los ciudadanosWhere stories live. Discover now