El trauma

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Con la misma frialdad que tú me das 

que me hace de ansiedad enloquecer 

voy a darle a tu invierno soledad

una brisa glacial, en cada anochecer, 

me iré corriendo de tu frío pasional 

tienes la piel hecha en cristal de hielo 

y te parece que tienes al mirar

un resplandor sin luz ni fuego

Héctor Lavoe. Escarcha


Sus manos temblaban de la impotencia, quería matarlo y picarlo en trocitos como hizo con su ropa nueva, aquella noche cuando llegó tres días después de haberse emborrachado con sus compadres. Las bellas piernas de Ana Julieta iban pasando la plaza Charles Chaplin como si no tocaran el piso. No sabía si ir a su apartamento o seguir caminando hasta Caracas donde vivía su familia; detenerse en el viaducto, trepar las rejas, el techo y lanzarse como si fuera un cóndor, alas que hubiese querido tener para llegar al desierto de los médanos de Coro, o mejor aún hasta el Sahara.

Sabía que la solución era enfrentarlo, decirle las mil cosas que nunca le dijo porque a veces con callar y ser sumisa era suficiente. Eso de creer que era de la liberación nietzscheana ya no le importaba, ni sus años de noviazgo apasionado, ni el apartamento de La Hechicera que habían empezado a gestar con la ley de política habitacional. Su yo estaba fracturado en mil pedazos. De la rabia tenía arrugas en el corazón y el hígado, su cara pálida ante la resignación era una vuelta del destino que nunca se imaginó. Bastó con una llamada de Sara para cambiarle la vida. Habló porque no resistió más el silencio de Rodrigo.

 Habló porque no resistió más el silencio de Rodrigo

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(Dibujo de Yuber Sánchez)

Ana Julieta la tildó de puta, mal amiga, mosca muerta, ella no merecía una amistad así. Le hizo entender el sacrificio de cuando se conocieron para que su apartamento también fuera de ella, de los días que compartían los espaguetis, los secretos familiares, la borrachera mientras salían de rumba.

Sara no sabía qué hacer, si llorar o reír, si lanzarse también por el viaducto o mantener la calma y creer que Rodrigo se quedaría con ella. Seguir soñando con ir a Nueva York, París, Madrid, a visitar los mejores museos agarrados de las manos. Sara no entendía muy bien la retahíla de palabras que gritaba Ana Julieta del otro lado del celular, pero estaba segura que Rodrigo se iba a quedar con ella.

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