En aparente orden

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Una mujer en mi vida, abandonada fue

 por su indigno proceder, me traicionó la perdida 

pero recuerdos no quedan en mi memoria,

y acordando bien la historia, 

como un pasatiempo fue.

Ismael Miranda. Abandonada


El único detalle en el apartamento era una taza vacía encima de la mesa del comedor que pisaba las hojas de un cuento que empezaba a escribir. Era una historia que tenía que ver con su abuela materna y el abuelo biológico a quien nunca conoció.

Directo a la nevera sacó una jarra de agua y se bebió un vaso de un sólo tiro. Habían pasado casi un mes de aquella llamada y miraba una vez más la litografía de Gustav Klimt que colgaba en la sala; la imagen narraba a dos personas con extravagantes trajes dorados dándose un beso. Se sentía como las mujeres del imaginario de Klimt, sola, ajena, brillosa.

Ese día no quería quedarse sola. Revisó la contestadora y un mensaje de sus padres decía con emoción que venían a visitarla pronto con una sorpresa que le iba cambiar la vida, y no sufriera más con las busetas y taxis. Ana Julieta sonrío porque al fin sus padres iban a dar el paso de regalarle un carro Aveo, que tenían varios meses deseando.

Quiso tomarse otro Rivotril, pero se dio cuenta que si lo hacía no iba a estar al cien por ciento para ir a donde sus amigas con las que había quedado en verse . Soltó la caja de las pastillas. Por el pasillo del apartamento se iba quitando la ropa para darse una ducha. Lucía como una diosa egipcia, se metió al baño. Abrió el agua caliente. Primero cabeza, luego los pechos.

Jabón en mano. El cuerpo se iba limpiando del smog de la ciudad, remojaba los recuerdos viendo bajar por el desaguadero las partículas de Rodrigo. Cerraba los párpados, los labios se le ponían rojos, sacaba la lengua. Quiso pensar que se estaría duchando con Leonardo Di Caprio, con Kobe Bryant, con Maldini, también pensó que se besaba con Britney Spears, sus deseos empezaban a llevar el sentido que le daba los dedos rozando la entrepierna, placer divino de una ensoñación que se encendió bajo el agua.

 Quiso pensar que se estaría duchando con Leonardo Di Caprio, con Kobe Bryant, con Maldini, también pensó que se besaba con Britney Spears, sus deseos empezaban a llevar el sentido que le daba los dedos rozando la entrepierna, placer divino de una...

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(Gif de Deysa Tremarías)

Al terminar, con un paño ocre bordeó su torso, con otro rosado en forma de círculo lo puso sobre su cabellera. Caminó hasta el cuarto. Del closet sacó una falda hindú, unas sandalias de pocas tiras que se amarró hasta las pantorrillas, una blusa escotada blancuzca de ligero peso, unas mínimas pantaletas y unos sostenes 34 B, medida que llevaba su busto desde cuando cumplió los 18 años.

Vestida y perfumada se acercó a la mesa y agarró el cuento que escribía, lo leyó por encima y supo que tenía que darle más forma. Pensaba que la literatura era una excusa perfecta para seguir adelante con sus propios fantasmas, así se lo había hecho saber a su psiquiatra, porque podía liberarse de algo invisible que la perseguía y la atrapaba. Cavilaba con el doctor que la teoría de la recepción era una manera de encontrar comunicación sensata entre dos cuerpos, pero del que también salía un enigma que no lograba descifrar, una vida más allá del texto. Creyó  que la religión viéndola desde la literatura era una garantía para seguir su proceso reflexivo infinitesimal.

Prendió la televisión a ver qué había pasado con los acontecimientos en Bolivia, porque un amigo suyo pasaba unas vacaciones allá, y con las protestas constantes de los que se oponían al gobierno del presidente indígena le parecía que estaba en peligroso. Hasta el momento no había ningún extranjero herido, sino quince muertos entre los mismos bolivianos. En la noticia, decía el periodista que todo era un desastre y se rumoraba un toque de queda para controlar la situación.

Cambió al canal deportivo donde pasaban la reposición de un juego de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona, ella le iba al Real Madrid, pero desde que Beckanm se había ido del equipo ya no era el mismo sentido morboso de quererlos ver. En realidad Ana Julieta lo que hacía era matar el tiempo dándole chance a que sus amigas llegaran al apartamento donde habían quedado en verse, porque llegar de primera le daba fastidio.

Apagó el televisor y prendió la radio buscando entre las emisoras si por casualidad pescaba una canción de Jossie Esteban y la patrulla 15, y la consiguió. 

Al terminar la canción y bailarla sola en la sala del apartamento, le mandó un mensaje de texto a su papá para ver cuándo venían. Le dijo que en dos o tres meses. Se emocionó mucho al pensar que pronto tendría su carro.

Buscó la pipa en uno de las gavetas del closet, le puso algo de marihuana que había sobrevivido de lo que dejó Rodrigo en la caja de las sorpresas,  y la prendió.  Se miró en el espejo, puso gotas en sus ojos, se pasó el pintalabios, agarró su cartera y se fue para donde sus amigas a pasar lo que restaba del día.

Triángulos AlteradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora