Vivir a tu lado, con el pensamiento fuera de lugar
seguir angustiado viendo que se pierde la felicidad
estar convencido, de que en un vacío peor que el olvido
se hundió todo aquello que siendo tan nuestro ya es tiempo perdido
Cheo Feliciano. Mi triste problema
El sol de los venados dejaba una imagen superpuesta en la montaña, de esas que suelen representar los artistas en el Bulevar de los Pintores. Rodrigo salió de su casa a las 6: 30 p.m. luego de mandarle un mensaje a Alejandro para que lo acompañara a tomarse unas cervezas en La Cibeles. Alejandro aceptó la invitación con la condición de si lo brindaba.
Rodrigo llegó antes, se sentó en la barra. Conocía algunas personas que también frecuentaban el bar, pero le interesaba poco sentarse a hablar por hablar. Prefería encontrarse con algún pintor, que por casualidad hubiera visto la tarde de hacía un rato, para configurar los matices y las profundidades de la luz. Pensó que toparse a Esteban sería una buena señal para que le leyera el tarot y le predijera el futuro.
También estaban unos poetas que hablaban y bebían en la mesa cercana a la puerta de la cocina. Le pidió al barman una cerveza que se la tomó a pecho. Vio entrar a unas japonesas con sus cámaras digitales de último modelo. Tomaban fotografías a diestra y siniestra como registrando un capítulo lejano del mundo cibernético de Tokio. Entre ellas hablaban, sonreían y señalaban sonriendo el fotomontaje de Enrique como un portero de futbol, que cogaba de la pared: "Me encantaría ir a La Cibeles". Enrique es el mesonero que atiende el negocio desde hace veinticinco años, "es quien tiene la razón y punto".
Rodrigo con mímica japonesa le hizo señas a las pequeñas mujeres de cuello largo para invitarles unas cervezas y practicar un poco el inglés que había aprendido en los cursos de Fundaidiomas de la ULA, pero las japonesas sorprendidas con un movimiento de manos y cabeza le dijeron que no. Al ratico vio salir a las asiáticas con un movimiento de nalgas que no le era familiar. Pidió la otra.
En la segunda cerveza entraron unos luchadores mexicanos con sus máscaras puestas. Por el pequeño espacio de sus labios dejaban pasar los tragos, entre fuertes palmadas a la barra y choques esporádicos de pechos gritaban consignas buscando intimidar a los presentes. Se comentó en La Cibeles, que al otro día en la plaza de toros había una pelea de lucha libre entre esos corpulentos charros contra un grupo novel de luchadores de El Vigía que se hacía llamar Las Sombras Azules.
Los luchadores enmascarados jugueteaban entre ellos como cachorros de pitbull. Se sentían libres de la prensa mexicana que los atormentaban en los espacios públicos a donde iban en la Ciudad de México. Enrique miraba a Antonio, que era otro mesonero de estatura muy bajita, preguntándole qué iban hacer con semejantes fortachones si les provocaba armar un zaperoco, si los que habían en el bar eran, filósofos, estudiantes, poetas, vendedores ambulantes, profesores de la universidad muchos de ellos jubilados, alquiladores de celulares, apostadores de caballos, viejos verdes, jóvenes ansiosos; y con qué iban a responder a una pelea si el mas fortachón era un santero expelotero del Navegante de Magallanes y ya estaba borracho. Pero la hipótesis de Enrique se diluyó, porque mientras más bebían los luchadores más se debilitaban. La criptonita de la solera verde le pegaba rápido en su humanidad blandengue.
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Triángulos Alterados
AcakAna Julieta, Sara y Rodrigo, les ha tocado vivir el underground de una ciudad donde la relaciones humanas están en un punto de quiebre . Entre goces y placeres ¿serán capaces de encontrar una nueva forma de relacionarse?. La ciudad de Mérida-Venez...