Después de pasar toda la semana madrugando, a causa de mi apuesta con Abraham, cualquiera diría que aprovecharía este primer fin de semana de clausura para dormir hasta tarde y hacer el vago, pero no. Me levanto a las 7:00 AM de un sábado e intento escabullirme como puedo sin despertar a mi mejor amiga, que se encuentra durmiendo plácidamente en la cama de al lado.
Mis preocupados y agobiantes padres han decidido matricularme para las clases más avanzadas, pese a que me negué en rotundo, pero ¿cómo iba a poder decidir yo sobre mi futuro y lo que más me conviene? Parece que eso en el idioma de mis padres significase: "Quiero dejar mis estudios para huir y casarme con mi novio adicto a la meta-anfetamina" o algo así. Son agobiantes incluso a distancia.
Total, que a causa de eso, en solo una semana de clase, ya tengo una buena montaña de tareas pendientes para la semana próxima. Lo que se llama empezar el curso con energía, vaya.
El caso es que no me gusta demasiado estudiar con gente y la única forma de conseguir eso, cuando vives en un internado que tiene cientos de alumnos, es madrugar o trasnochar. La biblioteca cierra por la noche y Marta me hubiera matado si me hubiera visto tan solo intentarlo, lo cual me deja una única y tortuosa opción.
Agarro mi típica "bolsa de imprescindibles para la biblioteca" (la cual preparé la noche anterior) y la mochila con el portátil y la tablet y salgo rumbo a la biblioteca.
Normalmente, siempre que estudio de madrugada salgo del cuarto sin maquillar por ahorrar tiempo. Es por eso que la parada en el baño, junto a la gran puerta roja de la biblioteca, resulta prácticamente obligatoria.
Me miro al espejo, pobremente iluminado, del servicio femenino y examino mi aspecto. Gracias a dios, el Olympo permite prescindir del uniforme los fines de semana (siempre dentro de las restricciones de vestimenta de la escuela), con lo que puedo ir tranquilamente con mis shorts más cómodos y con una de las sudaderas viejas que le he robado a mi padre. En este caso, llevo su favorita (que también es la mía), la que tiene el emblema de su universidad pintado en ella aunque ya borrado por el uso.
Tampoco es que con este look, merezca la pena esmerarse demasiado con el maquillaje, pero sí que es necesario (como mínimo) taparme un poco las ojeras.
La biblioteca del Olympo ocupa un edificio completo del campus. Nada más entrar, resulta casi imperioso el hecho de levantar la vista y contemplar como las estanterías repletas de libros trepan por las paredes, como si de enredaderas se tratase. En ella existen tantas secciones, que en los años que llevo allí, estoy segura de no haber visitado ni la mitad. En este caso, me dirijo a la zona de consulta.
Realmente, el propio edificio cuenta con salas de estudio en los niveles inferiores (tanto para trabajos grupales como individuales) pero yo siempre he preferido evitarlas.
Me siento en una mesa alejada de la puerta que se encuentra situada en el centro de la sala principal de la biblioteca, rodeada por una cortina de estanterías colocadas de forma paralela.
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Hipótesis: ¿Qué pasaría si...?
Roman pour AdolescentsAl principio todo es simple, dos chicas conocen a dos chicos y surge la magia. Aunque resulta obvio que nuestra historia no podía acabar ahí, ¿ verdad? Conforme acaba el verano, acaba la simplicidad, y la vuelta al instituto lo pone todo patas arrib...