—¡No estoy loco!—gritaba de manera desesperada, mientras un par de hombres vestidos de blanco le sujetaban de los brazos—. ¡Sueltenme!
Aquellas misteriosas personas habían llegado a su casa por órdenes de sus padres, porque sí, ellos le habían llamado a un sanatorio mental; una ambulancia aguardaba afuera de la casa de la familia Bodt, estaban dispuestos a llevarse a aquel raro muchacho.
Sentía que su corazón podía explotar en cualquier momento, su pulso se aceleró a un ritmo bestial, sus manos sudaban en señal de un enorme nerviosismo, y no era para menos; le estaban atando de brazos como si de una bestia se tratase.
—¡Mamá!—exclamó mientras le llevaban a rastras por la casa; su progenitora sólo le miraba con sus luceros pardos inundados de gotas saladas—. ¡Diles que estoy bien, que soy un chico normal!—pidió a la vez que veía a su madre con aquellos ojos de perro que él tenía; porque aquellos orbes terrosos eran tan sinceros al mirar, que no sabían diferenciar el horizonte de la vida; eran simplemente especiales.
—Lo siento...—dijo ella entre sollozos, a la vez que estaba siendo abrazada por su esposo—, lo siento hijo mío—reiteró mientras las lágrimas calaban sus mejillas.
—Esto nos duele más a nosotros que a ti—habló el padre—, es por tu bien Marco-expresó con voz tenue, realmente estaba tratando de ocultar su dolor.
—¡No!—bramó dolido el pecoso—, ¡mamá!, ¡papá!, ¡Marie!—lloriqueó mientras le metían dentro de aquella vieja ambulancia, la puerta se cerró con un sonido a secas. Bodt veía como su casa cada vez se hacía más pequeña, hasta el punto de ya no poder verla.
Ya no pudo ahogar más sollozos, simplemente rompió en llanto. Él no podía estar loco; jamás, estaba seguro que aquella niña era real; que aquel soldado que llegaba a fumar mientras esperaba a su amada también era algo real.
—¡Yo no estoy loco!—gritó—. ¡Ellos están ahí, puedo verlos y me hablan!
Abrió sus ojos como luna llena mientras se revolvía cual lombriz en la cama, el sudor frío recorría su frente y espalda. Soltó un hondo suspiro; fue sólo un sueño, buscó su teléfono móvil que estaba en la mesita junto a su cama, miró la hora en la pantalla sintiéndose encadilado en el intento; eran poco más de las dos de la madrugada.
Bostezó cansado a la vez que salía de la cama, llevaba ya varios días de haberse mudado a Marsella, ya que según el París la ciudad que era su antiguo hogar era demasiado ajetreada. Había encontrado una vieja casa a un buen precio, aún le faltaba mucho por decorar y amoblar. Bufó al bajar las escaleras, habían decenas de cajas sin desempacar.
Pensaba constantemente en aquellas pesadillas, eran como una especie de realidad alterna que se proyectaba con sus ojos cerrados. Pará él era vergonzosa la manera en que su propia mente reflejaba aquellos tristes recuerdos; la manera en que su cabeza se burlaba de él haciéndole recodar cuán infeliz fue aquellos años pasados, pero ahora era libre y con veintiún años buscaba su felicidad. Ya que gracias a su astucia logró salir de aquel insano lugar en menos tiempos posible, porque precisamente se había tomado la tarea de fingir que no los veia ni los oía, pero luego tuvo que disculparse con cada uno de ellos.
La sed se hizo presente en su garganta con una sequedad interna; la noche era algo extraña, no era ni fria ni cálida, caminó hasta la cocina para servirse un poco de agua; tomó un vaso de vidrio y lo lleno hasta la mitad, se lo llevó a los labios saboreando aquel gusto peculiar casi salino.
—Uhg—gruñó con hastío mientras pasaba aquel líquido, posiblemente las tuberias eran bastante viejas.
Caminó de vuelta rumbo a su habitación para tratar de conciliar el sueño, se acostó apagando lentamente sus luceros marrones, aquellas caricias en el cabello le estaban arrullando de una manera tierna.
Un escalofrío atravesó su espina dorsal; había alguien junto a él, abrió sus ojos de golpe dándose vuelta para captar al intruso, pero nada..., no había nadie. La risa juguetona de aquella misteriosa aparición resonó a través del pasillo, rápidamente Marco salió tras aquel ruido, anduvo hasta de donde creía que venía aquella empalagosa risa; terminó en el baño, la luz estaba encendida.
Entró escrutando el recinto, se dirigió al lavabo y miró su reflejo en el espejo; sus ojos brillaban como luceros, sus pecas parecían pequeñas estrellas que acompañaban a dos lunas; en retrospectiva estaba radiante y se veía feliz.
—Sabía que volverías—habló alguien a sus espaldas—, te esperé por mucho tiempo.
—Muéstrate—dijo el de ojos amarronados.
Entonces aquel cristal adherido a la pared le mostró unos orbes ambarinos que le miraban fijamente, lentamente iba acercándose hasta dejarse ver en su totalidad. Era un joven de tez blanca y cabellos castaños, vestía una chaqueta negra, bajo esta un suéter a rayas rojas y blancas, tenía también un pantalón color nautico, y unos zapatos cafés.
Venía con un aire etéreo flotante en el viento; se veía feliz, con suavidad abrazo al pecoso por la espalda.
—Marcus...—susurró con un tono dulce.
—Disculpa, pero yo no soy quien crees—respondió el pecoso mientras se daba la vuelta.
—Claro que eres tú—expresó acariciandole el rostro.
Rápidamente Bodt apartó la mirada en señal de desconcierto, había visto decenas de apariciones, pero nunca ninguna había tratado de tocarle, o quizá ninguna podía hacerlo realmente. Estaba confundido y su cara hablaba por él.
—Lo siento, yo no te conozco—dijo el azabache mientras miraba aquellos pozos de ámbar.
Entonces aquel chico rompió en llanto—. ¿Cómo que no me conoces?, soy yo; Jean-Pierre Kirschtein—habló entre sollozos—. ¡Marcus, prometiste que volverías! No juegues conmigo de esa manera.
Y a todo esto Marco no sabia que hacer o decir; no sabia quién de los dos estaba más confundido—. Estás equivocado—concluyó mientras miraba a aquel castaño—. Yo soy Marco Bodt.
—¡No!—exclamó frunciendo el entrecejo, le tomó de los hombros con frustración—. ¡No mientras!
—No estoy mintiendo—reveló sin más—. Si me disculpas iré a dormir—anunció mientras salía del baño—. Puedes quedarte si quieres—murmuró haciendo una seña aleatoria con la mano.
—Está bien...—dijo con un hilo de voz.
Bodt fue a su habitación y se recostó, estaba cansado y somnoliento, no comprendía del todo quien era aquel chico, sabía que estaba muerto, lo notó por la semi transparencia de su cuerpo, pero no entendía porqué le llamaba por un nombre bastante similar al suyo. Mientras las ideas iban inundando su cabeza; sus fanales se iban cerrando de a poco.
—Dices que no mientes, Marcus—dijo Jean haciendo aparición frente al pecoso, lentamente le acarició la mejilla—. Olvídalo entonces, quiero que me mientas y que me digas que también me amas. Que me abraces cuando este triste...—lentamente se acercó, le dejó un pequeño beso en los labios, y desapareció flotando entre los claroscuros aquella antigua casa.
Gracias por leer, disculpen si hay una que otra falla ortográfica. Los quiero muchísimo 💖
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Ojos De Perro {Jean×Marco} #kurisumasuawardsbl19
FanfictionPorque a Marco le decían que estaba loco por creer poder ver extrañas apariciones, aquellas supuestas alucinaciones le condujeron a una serie de acontecimientos. ¿Se puede morir de amor? ¿Matar por amor? 🏆Ganadora en los Kurisumasu Awards BL 19...