Huit

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Después de haber debatido con Marco el castaño logró convencerle de ir a París, el pecoso se había negado varias veces alegando que tenía pena de volver a la casa de sus padres, a lo que Kirschtein le animó diciendo que no importaba si pasaban mil...

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Después de haber debatido con Marco el castaño logró convencerle de ir a París, el pecoso se había negado varias veces alegando que tenía pena de volver a la casa de sus padres, a lo que Kirschtein le animó diciendo que no importaba si pasaban mil años, la familia era primero en todo...

Al azabache no le tomó mucho tiempo arreglar su maleta, aunque no debía llevar demasiado, puesto que sólo era un fin de semana en casa de sus padres, ni un día más, ni un día menos, debido a que tenía regresar a Marcella antes del lunes.

Para Jean era emocionante, era totalmente fascinante poder viajar a la capital del amor, y es que París tiene esa fama, quizás sólo quizás pueda hallar allá a su viejo amor, aquel que acabó con él en cuestión de instantes, aquel que le dio a beber el veneno del adiós...

Hace años Marcus dijo que se iría a París por su supuesta familia, y si por azares del destino se encontraba con ese desgraciado, iba a atormentarlo hasta la muerte. Porque ahora tenía a Marco ese chico era totalmente bello, sus pecas eran como estrellas, sus ojos eran como un par de pozos profundos, donde en el fondo de aquel abismo él podía ver reflejada su alma.

Por su parte Marco, veía a Jean como una criatura mística que llegó a su vida para hacerle compañía a su soledad. En su mente había creado millones de teorías acerca de cómo aquel castaño pudo haber abandonado este mundo, pensaba que aquellas almas que él podía ver eran personas que no merecían morir, y que el universo les mantenía expectantes en la línea de la vida y la muerte, ni un paso más, ni un paso menos.

Quizás y sólo quizás, el universo quiere que sigan disfrutando del mundo sin sufrir, sin dolor, sin hambre y sin pena...

Y entre todo aquel revoltijo de almas estaban unos ojos de miel, un amante coqueto y bohemio; Jean a Marco le hacía ver la vida color de rosas…

Mon amour, ¿ya tienes todo listo?—cuestionó el de fanales de ámbar, caminando danzante por la sala de la casa.

—Sí, es todo. Salgamos...—musitó el pelinegro llevando a cuestas un pequeño maletin deportivo con sus pertenencias.

Suavemente Jean se colgó del brazo de Marco, quien totalmente orgulloso presumía el aire a su lado, salió de la casa y dejando la puerta asegurada partieron hacia París.

El tren corria soltando chirridos con su llantas contra los fierros de la vía, las personas andaban de vagon en vagon cureoseando y viendo caras nuevas, el de luceros ambarinos miraba con odio y desprecio a cada una de las personas que tenían el descaro de poner su ojos sobre alguna de aquella pecas, mientras que Marco amablemente les saludaba con un pequeño gesto.

No tienes porque ser tan amable con la gente...—gruñó el castaño mientras se cruzaba de brazos—. Vienes conmigo, así que sólo debes verme a mí.

—Lo sé, lo sé...—susurró con ternura mientras intentaba agarrar la mano de su acompañante, quien fingía estar enfurruñado—. Jean, ¿crees que tengo ojos para otras personas?—preguntó con un deje de dulzura.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2021 ⏰

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Ojos De Perro {Jean×Marco} #kurisumasuawardsbl19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora