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Su sangre era hielo mientras sus fanales de chocolate leían incrédulo las letras que estaban anotadas en aqueja tarjeta

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Su sangre era hielo mientras sus fanales de chocolate leían incrédulo las letras que estaban anotadas en aqueja tarjeta.

Bertholdt le miraba algo confundido desde la distancia, le había preguntando varias veces si se sentía cómodo con ir a recoger dichas cajas, a lo que Marco respondió con que estaba realmente bien, aunque su rostro mostrara una expresión retorcida.

El pecoso abandonó el establecimiento con rumbo a donde debía ir, llevaba su maleta con la correa cruzada sobre su pecho, sus manos se movían temblorosas producto de la ansiedad que le producía la idea de estar cerca de aquel desgraciado.

No entendía por qué, pero dentro de su pecho hervía una sensación que no había conocido antes, estaba totalmente inquieto, como si los ojos de la muerte le estuvieran vigilando constantemente. Tenía demonios danzando y luchando dentro de su cabeza, gritando y pateando por salir y causar desgracias y desesperación. Lamentablemente, lo estaban logrando, aunque él creía poder hacerlos callar y desaparecer, ellos simplemente seguían ahí, a veces apagados y en otras ocasiones ardientes cuales brasas den una, hoguera.

Pese a que se había enamorado, y ese castaño era todo lo que había en su vida, él sentía que debía hacer algo más, quizás alguna venganza..., pero, sólo eran cosas que pasaban en su mente...

Él no mataría ni a una mosca.

Sacudió su cabeza de aquellos absurdos pensamientos, soltando un largo suspiro un poco después. Deseaba llegar a casa y está con Jean.

Jean era su único amigo.

Entre sus pensamientos, las calles de Marcella le llevaron hasta una casa de apariencia vetusta, con paredes pintadas de un impecable blanco, adornadas con enredaderas de apariencia artificial, puesto que eran de un brillante verde esmeralda y lucían unas pequeñas flores violetas.

No podía creer que allí podía vivir una persona tan cruel e infeliz, porque sí, él creía que aquel hombre no podía tener la conciencia tranquila.

Bonjour, monsieur!—exclamó el pecoso mientras estrellaba sus nudillos en la puerta de madera de ébano.

Pero, no obtuvo respuesta alguna, por lo que nuevamente insistió en el llamado hasta que escuchó una voz ronca que desde dentro le hizo callar sus palabras.

—¡Ya voy!—bramó aquel desconocido—. ¡No tiene que ser tan escandaloso!

Entonces una silueta madura y algo amargada se hizo ver en el umbral de la puerta, ese era el demonio; el demonio de la tinta. Un hombre dw cabellos azabaches peinados perfectamente hacia atrás, orbes oscuras casi negras, y una piel totalmente blanquecina casi como nieve; en retrospectiva, era muy apuesto. Justo como Jean le describía en su poesía, Bodt se sintió realmente celoso.

—Vengo del anticuario...—comunicó Marco clavando su mirada de café en aquellos ojos negros. Sentía unas inmensas ganas de caerle a golpes, pero no debía sacar conclusiones tan a la ligera.

Ojos De Perro {Jean×Marco} #kurisumasuawardsbl19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora