Cinq

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Para Jean, era mágica la manera en que las pecas en las mejillas de Marco parecían brillar, jamás se cansaría de verlas, eran como las estrellas del cielo nocturno; eran simplemente hemrosas

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Para Jean, era mágica la manera en que las pecas en las mejillas de Marco parecían brillar, jamás se cansaría de verlas, eran como las estrellas del cielo nocturno; eran simplemente hemrosas. Con sus succinos exploró cada recoveco de de su rostro, grabando en su memoria las constelaciones que se formaban con aquellos puntos obscuros y naturales.

Gracias... — musitó mirándole dormir, suavemente le acarició la mejilla rozando con sus dedos aquella nariz de botón —, Marco — mencionó en voz baja, esbozó una gran sonrisa al recordar las rosas que engalanan el florero en la sala.

Kirschtein sabía muy bien que aquel muchacho era mil veces más amable que el idiota que le abandonó, se había dado cuenta desde el momento en que le vio llegar con aquellos brotes rubíes entre sus manos. Jamás podría quererlo por lo que no era.

El castaño se hizo de la idea de que ese pecoso era su amado, porque precisamente él necesitaba alguien a quien amar, y Marco necesitaba ser amado por alguien; muchas veces así es la vida; suele ser cruel.

Prometo que nadie va a alejarte de mí, nunca más — susurró en un tono posesivo —; serás mío y yo tuyo por siempre..., lo juro.

Y así sin más desapareció flotando entre las esquinas semi oscuras de la habitación. La mañana llegó con su alba de colores áureos, Bodt había despertado por unos dedos traviesos que jugaban a rozar sus pestañas; de hecho todas sus mañanas eran así de dulces, llenas de besos y caricias; llenas de aquel cariño que nunca recibió; aquel cariño que Jean nunca tuvo la oportunidad de dar.

Cada vez que el azabache se iba al trabajo, Jean le despedía con un beso tierno, acompañado de una caricia en la mejilla, el de orbes ambarinos se veía feliz, pero en el fondo tenía miedo; era ese característico temor latente, una presión que trepaba rompiendo las fibras de su corazón con garras muy filosas; temía al rotundo abandono. No quería volver a sentir aquel vacío de muerte en su alma.

Estaba decidido no permitir que nadie se lleve a Marco..., su Marco.

Cada día él le seguía hasta su trabajo, observaba con devoción cada paso de aquel pecoso, lo vigilaba muy de cerca. Era algo enfermizo, pero era la única manera de asegurarse que lo mire a él y sólo a él.

Estaba dispuesto a matar por amor...

Día tras día, Marco llegaba a casa con una inmensa sonrisa, en su trabajo también se veía reflejada su alegría, junto a Reiner y Bertholdt.

Siempre que le preguntaban que porqué se iba temprano a casa, que porqué rechazaba las invitaciones, que porque tenía esas enormes ojeras. Él siempre respondía que tenía a alguien especial en casa, alguien que quería ver sin falta cada día, alguien que le mantenía despierto hasta altas horas de la noche.

Definitivamente Jean le hacía ver la vida color de rosas.

— Oye Marco — llamó el de cabellos rubios, mientras se hacía llegar al puesto del mencionado—. ¿Quieres ir a beber?

Ojos De Perro {Jean×Marco} #kurisumasuawardsbl19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora