Capítulo 2.

387 19 1
                                    

Publicaré otro antes de tiempo para que las que la leyeron puedan seguirla, pero por favor aunque sea comenten para saber que están ahí, no me gustan las lectoras fantasma :C

**

Entré a mi habitación y dejé la puerta abierta. Comencé a moverme rápidamente por la habitación, echando fuego por la boca. Metafóricamente, por supuesto.

Keira no tardó en aparecer y se asustó al verme con los ojos encendidos, como es obvio. Desaparecí la puerta con una mirada, y la puse contra la pared, dándome la espalda, con rapidez.

– ¿Qué te pasó, príncipe? –preguntó sonriendo, pero yo no estaba para hablar. Le quité la ropa con una mirada, y arranqué la mía antes de tomarla por sus caderas. –Eso fue rápido. ¿Ni siquiera merezco un juego previo?

–Cállate, Keira. –contesté con los dientes apretados.

Me metí dentro de ella con un gruñido, y ella gimió muy alto. Estoy seguro de que la estoy lastimando, pero no me importa en absoluto, y al parecer a ella tampoco. Comencé a moverme dentro de ella con rapidez y eficacia, y ella comenzó a pedirme más, como siempre hace cada vez que la penetro.

No tardó mucho tiempo en gritar por su agonía en el orgasmo, y yo por más que quería no podía, porque estaba tan enojado que ni siquiera tener sexo con Keira podía ayudarme, así que simplemente lo dejé.

Solté a Keira, dejándola caer al suelo ya que su orgasmo no le permitía seguir en pie sin mí, y caminé hacia el baño. Me lavé la cara con agua fría, y luego me vestí con un jean negro, una remera negra y una campera negra.

Al volver a la habitación, Keira ya se había vestido y acomodado su pelo rubio y maquillaje, pues ella ya sabe las normas que tengo para tener sexo con alguien. Mirándola, comencé a preguntarme qué se me ha dado por las rubias ahora.

– ¿Quieres contarme qué te pasa, príncipe? –preguntó cruzándome de brazos. Ella no es como Gee para mí, pero algunas veces le cuento lo que me pasa, que por lo general no es más que frustración por mi madre. O también mi padre, pero esa es otra historia.

–La verdad es que no tengo tiempo ahora mismo, Keira.

–Oh, vamos. ¿Qué te hizo tu madre o tu padre ahora? –preguntó abrazándome. Suspiré.

–Esto no es algo como eso, ¿está bien, Keira? Necesito que me dejes solo, por ahora.

–Oh, no me gustas así, príncipe. Vuelve a ser ese insensible hijo de puta que me gusta, ¿sí? –dijo tomando mi rostro con sus manos y dándome una sonrisa provocativa.

Eso trajo una sonrisa en mi rostro, imposible de borrar por un momento. Keira tiene un efecto en mí que es relajante; cualquier cosa puede esperar mientras esté con ella, diciéndome todas éstas estupideces. Aún así, no es suficiente como para elegirla a ella para toda la eternidad; pero eso no es algo que ella debe saber ahora, así que sonriendo, le di un corto beso en los labios y me fui de mi habitación. Ella por supuesto que desapareció a su habitación.

Caminé fuera del castillo donde vivíamos, hacia la ciudad. Vilokán es una pequeña ciudad donde los demonios originales viven, y nosotros que somos la realeza. Lucifer, mi madre, heredó este lugar cuando traicionó a la Deidad sólo por avaricia, aunque eso es algo obvio. Acordaron que se llevarían bien, ninguno metiéndose ni en el reino ni con las almas del otro, por el bien de la humanidad. Claro que a mi madre le importa una mierda la humanidad, pero es el trato que tuvo que hacer para poder gobernar en el Infierno y aquí.

Luego de un tiempo, la Deidad le ordenó a mi madre que tuviera un hijo, porque él ya tenía uno y algún día tendríamos que gobernar, así que ella le pidió que fuera con él. Por supuesto que la esposa de la Deidad no estuvo nada de acuerdo con ésa… ‘aventura’ pero él no tuvo otra opción. Así que me tuvieron a mí, porque todos nosotros podemos tener hijos cuando queramos.

Ahora mi madre me ha estado presionando con la idea disparatada de que yo tenga a una princesa y un hijo, pues Nathaniel, el hijo de la Deidad, ha encontrado a su princesa, Chikako, y Lucifer quiere que yo le gane con eso. Claro que a mí me importa una mierda ganarle, mucho más con eso, pero no puedo hacer otra cosa cuando amenaza con quitarme todo esto.

Caminé por los parques de la preciosa ciudad que es Vilokán, intentando fijarme en alguna de las demonios que iban pasando por las calles, pero ninguna de ellas me atraía. Era como si de alguna forma yo ya hubiera estado con ellas, ya las hubiera usado y ahora no tenían ningún atractivo para mí.

Continué caminando por toda la ciudad, intentando encontrar alguna mujer que me llamara la atención a un nivel más profundo que para tener sexo, pero no existía alguna en Vilokán.

Suspiré, sentándome en el borde de un acantilado frente al mar. ¿Cuándo encontraré a la que pueda llamar princesa? Ni siquiera sé cómo se siente el amor. Nunca me he enamorado, nunca he buscado el amor. ¿Cómo voy a saber cuando la encuentre, si no sé lo que es enamorarse? ¿Acaso puedo encontrarla? ¿Se puede forzar al Destino? ¿Se puede forzar el encuentro del amor? ¿Mis poderes podrán hacer algo como eso?

–Estás pensando demasiado, príncipe. Va a salir humo por tus orejas. –dijo Gee sentándose a mi lado. Suspiré.

–No sé qué puedo hacer, Gee. Y no me llames así.

– ¿Cuál es el problema, Castiel?

–Mi madre me obliga a encontrar alguna chica para que sea mi princesa…

–Dime que no quieres poner a Keira con ese título, por favor.

–Por supuesto que no. Keira no es…ella no es…simplemente no está calificada para ese título. –me miró enarcando una ceja. Miré hacia el mar, ignorando su mirada.

–Bueno, ¿y quién estaría, según tú, ‘calificada’?

–No tengo ni idea. No sé ni siquiera cómo tengo que buscarla, no me he enamorado antes, lo sabes. Todas las mujeres que veo aquí, son simple mujeres con las que me gustaría tener sexo, pero no más que eso. Además, ¿cómo mierda sabré si la he encontrado?

–Te lo dije, estás pensando demasiado. Cuando la encuentres, lo sabrás. O al menos eso es lo que dicen. No soy una experta en esto…. ¿Quieres ir al mundo humano a buscar alguna que no haya muerto aún?

–Creo que tendré que hacer eso. –suspiré. – ¿Acaso es posible esto, Gee? ¿El amor se puede forzar?

–Le estás preguntando a la persona equivocada, príncipe. Vamos, intentaré ayudarte…

Volví a suspirar y me levanté de mi asiento improvisado en el acantilado para luego transportarme junto a Gee al mundo humano. El problema con esto es que el mundo humano es mucho más grande que Vilokán, tendré muchísimos lugares para buscar. Por supuesto que las primeras ciudades a donde iría serían las más paganas, pues es ahí donde estarían las almas que yo tendría que buscar: New Orleans, Las Vegas, Paris, etc. No me entusiasma en absoluto tener que buscar a alguien que todavía no ha muerto, pues no me dejarán forzar su muerte, y tendré que hacer mi trabajo el doble al usar mi apariencia humana; pero al parecer me he quedado sin opciones.

Gee me iba señalando algunas mujeres por las que pasábamos, pero con ninguna sentía más que una ligera inclinación. No podía ver a ninguna de otra forma como las he visto en todos mis años de vida. Esto me estaba poniendo de mal humor; nunca he sido una persona paciente.

No quise tomar mi forma humana pues sería una pérdida de tiempo, las mujeres me mirarían, como hacen siempre, y eso es simplemente una molestia porque me distraerían de mi verdadero objetivo.

Quizás tan solo debería darme por vencido. Si no la he encontrado en Vilokán, que es mi hogar, no creo que la vaya a encontrar aquí, en el mundo humano. Aunque no creo que la amenaza de mi madre sea una simple amenaza, no puedo hacer nada si simplemente no encuentro a alguien. Después de todo, no puedo recorrer el mundo entero sólo para encontrar a una mujer.

Amar en el infierno. -Castiel-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora