Capítulo 5.

265 20 2
                                    

El muchacho rubio corrió con rapidez a través de los largos pasillos del hogar de su señor, con la respiración agitada y sintiendo que su aliento cada vez le faltaba más. Su corazón latía frenéticamente, golpeteando con fuerza contra su pecho, y sus pulmones se quejaban porque necesitaban más aire del que recibían. Pero nada de esto le importaba, porque tenía que llegar con rapidez donde su señor se encontraba para darle las noticias. Las cosas no habían sucedido como se suponía que debían pasar, y una presencia que ellos conocían bien había intervenido en la situación. ¿Por qué? No lo sabe, pero tampoco le importa saberlo. Lo único que le importa es el hecho en sí: intervino en una acción que no le correspondía. Eso debe ser castigado. Él sabía que su señor iba a castigar ésta osadía, sabía que no iba a dejar que se interrumpiera así como así el hecho de la vida misma.

Llegó al salón donde su señor, su hijo y su esposa se encontraban sentados, con la respiración agitada por haber corrido hasta ese lugar lejano. Le recomendaron que se sentara y recobrara el aliento, pero el muchacho se limitó a quitarse el pelo rubio de los ojos para empezar a hablar. Estaba impaciente para que supieran lo que había pasado, y apenas se había podido alegrar por ver a su hermana y a su cuñado.

Señor, tengo terribles noticias.

 ¿Terribles? preguntó el señor con burla. Creí que para ésta hora estarías junto a tu alma gemela, mostrándole los beneficios de vivir aquí arriba. ¿Qué es lo que haces aquí, muchacho?

De eso mismo se trata, señor. Su muerte no ha pasado. El hijo de vuestro enemigo, ha intervenido, y su muerte no ha ocurrido.

Bueno, Lucifer debe tener un motivo para avalar esas cosas. No te preocupes, hijo, ella es tu alma gemela después de todo. Siempre volverá a ti, sea quien sea la persona o criatura que intervenga. Pero, no debes enfrentarte a él. Es mucho más poderoso que tú, y sabes que puede matarte en poco tiempo. Todo sucederá, a su tiempo.

Justo cuando iba a salir del castillo para volver al mundo humano y seguir cuidando y aprendiendo de mi princesa, me encontré con Keira. Me sorprendí cuando la vi, no porque hubiera cambiado, pero sí porque yo la vi diferente a cómo la veía antes. Continuaba estando igual de buena que siempre, su cuerpo seguía siendo caliente, pero eso ya no me tentó. Para mí, ahora, era solamente un cuerpo vacío, sin nada más que un atractivo físico, y ahora no era suficiente. Ya no me interesaba, para nada. Eso no es algo que le vaya a gustar cuando se lo diga, pero me importa una mierda.

–Príncipe, ¿ya eres tú otra vez? –me preguntó con una sonrisa provocativa, e intentando abrazarme, pero me alejé. Eso hizo que me mirara confundida.

–En cierta forma, pero no del todo. Tengo que irme.

– ¿Qué quieres decir con eso?

–Quiero decir que tengo cosas que hacer, y que necesito que muevas tu maldito trasero para así poder pasar.

–Pues a ti te encanta mi maldito trasero. –dijo cruzándose de brazos.

–No dije lo contrario. Sólo dije que te muevas, tengo que irme.

Amar en el infierno. -Castiel-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora