Capítulo 8 - Comienzo.

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Corrí por los pasillos casi vacíos de Midwest High con mi carpeta en una mano y mi mochila en la otra. Obviamente iba llegando tarde, pero eso era una costumbre en estos días en los que mi mamá hacía el mejor desayuno de todos; simplemente no podía comer rápido, porque estaba tan rico que necesitaba saborearlo bien.

Por supuesto el pasillo estaba vacío, la campana ya había sonado y todos –o la gran mayoría– ya se habían ido a sus clases. Midwest High era un típico instituto norteamericano, como esos que se ven en las películas de la televisión. Con las paredes de un color arena, lleno de casilleros por todos lados, y bastante grande en realidad. Con tres pisos en total, se extendía por todo un bloque de 100x100 mts. Por supuesto, no hay mucho que describir sobre un instituto: es justamente, un instituto.

Claro que como iba corriendo, iba a terminar chocando con alguien, aunque me sorprendí porque se supone que nadie estaría en este momento en el pasillo. Mis cosas se cayeron, como es obvio, pero cuando quise agacharme para poder tomarlas otra vez, la persona con la que había chocado ya los había levantado y me los estaba tendiendo. Iba a darle las gracias, pero la palabra quedó atascada en mi garganta. Para mi maldita vergüenza, me quedé mirándolo con la boca abierta, sin decir ni una sola palabra, sólo mirándolo, con los ojos muy abiertos. Una sonrisa un tanto engreída se curvó en sus carnosos y apetecibles labios, probablemente por la cara de idiota que tenía en este momento.

Era un chico, bueno, yo diría que es un adonis griego bajado a la tierra. Tenía el pelo rojo, un poco largo, completado con un excelente flequillo hacia la izquierda. Ojos grises que parecían ver a través de mí, nariz recta y perfilada, los tan carnosos y apetecibles labios anteriormente mencionados, y un cuerpo tan increíblemente marcado que dudo que alguien pueda igualarlo; su torso era el perfecto triángulo invertido. Iba vestido con una campera de cuero negra, remera del mismo color, un jean del mismo color, y botas al estilo militar del mismo color. El chico gritaba ‘problemas’ por todos lados, además de lo evidente: es más sexy que el mismo Infierno. Sonrió, como si de alguna manera supiera lo que yo estaba pensado de él.

La realidad me recordó que estaba llegando tarde a clase, y ya había perdido valiosos minutos en este encuentro. Tomé mis cosas, murmuré un ‘gracias’ al chico que tenía enfrente y lo rodeé para poder dirigirme a mi clase. Sentí un leve cosquilleo dentro de mí, llegando desde mi columna vertebral hasta distribuirse por todo el resto de mi cuerpo, por lo que, sólo ligeramente, di un poco vuelta mi rostro, cubriéndolo con mi largo pelo, para encontrarme con que el chico todavía me miraba, y con la misma sonrisa en su rostro. Sin dudarlo volví mi rostro hacia adelante, sorprendiéndome porque un ligero rubor se extendió por mis mejillas.

Sólo dejé de sentir el cosquilleo en mi cuerpo cuando entré a mi salón de clases, con la buena suerte de que la profesora no había llegado aún. Me senté en mi lugar al lado de mi mejor amiga Gee, quien me dio una pequeña sonrisa con… ¿compasión? Extraño.

La profesora entró con mucha prisa a los pocos minutos después que yo lo hice, y justo después de ella entró el chico con el que me había chocado en el pasillo. Clavó la mirada en mí mientras le decía a la profesora su nombre, como si quisiera que yo lo recordara –y sí que lo haré-: Castiel Hellsin. Gee rió a mí lado cuando pronunció su apellido, sin ninguna intención de ocultar su risa, y yo la miré sin comprender aparte de patearla por debajo de la mesa para que dejara de hacerlo. Es cierto que Gee se caracteriza por hacer las cosas que tiene ganas sin que le importe lo que los demás piensen, pero ¿con un chico nuevo? Debería tener un poco de respeto por alguien a quien no conoce.

Castiel caminó con gracia por el pequeño pasillo entre las dos hileras de bancos hasta sentarse en la mesa vacía que se encontraba detrás de nosotras, más específicamente detrás de Gee.

-¿Te causo gracia, pinkie?-le preguntó a Gee en un susurro, con una sonrisa burlona en su rostro.

-Tienes unas ideas muy locas, Castiel. Siempre las has tenido.-al parecer sí se conocen.

-Muy bien, clase, hoy haremos algo diferente. Quiero que hagan un trabajo sobre la historia de las diferentes lenguas, empezando por la Torre de Babel. Pero no podrán elegir su compañero, así nos aseguramos de que el trabajo sea justo. Todos los que estén del lado de la izquierda, se moverán un asiento hacia atrás; el que esté último se pasará al primer asiento de la otra fila, ¿entendido? ¡En marcha!-lo último lo dijo aplaudiendo. A veces, ésta profesora se comportaba como una niña pequeña. Suspiré, pues yo me encontraba del lado de la izquierda, así que tomé mi cuaderno y me pasé al asiento de atrás, al lado de Castiel. Ni se inmutó cuando me senté a su lado, por lo que supongo que tendré que jugar a la simpática para aprobar ésta materia, que realmente necesito más nota.

-Hola, soy Jade.-dije con una sonrisa cortés.

-Lo sé.-contestó sin mirarme. Lo miré confundida.

-¿Cómo lo sabes?-me miró a los ojos y sonrió enigmáticamente, para luego volver la vista a otro lado. Suspiré.-Escucha, es evidente que a ti no te importa este trabajo, y créeme que respeto eso, pero yo de verdad necesito más puntos en ésta materia. Si solo pudieras fingir que me ayudas, yo haré todo el trabajo y pondré tu nombre en él.-estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de aprobar la materia.

-Puedo fingir.-dijo encogiéndose de hombros. Puso uno de sus brazos sobre mi silla, y se acercó mucho a mí. De alguna forma, su cercanía me ponía placenteramente incómoda. Fue un poco contradictorio, y me ponía nerviosa.- ¿Puedes prestarme tus apuntes?-susurró con voz suave, mirándome a los ojos todo el tiempo, clavando su mirada sobre la mía casi de una forma anormal.-Oye, ¿puedes dejar de babearte conmigo por un momento? Puedo fingir, pero si no cooperas, no se lo tragará.-pestañé rápidamente.

-¿Qué? ¡Yo no estoy babeándome contigo! Ahora, aléjate, estás invadiendo mi espacio personal y me molesta.

-Disculpa, princesa.-quitó su mano de mi silla y volvió a recostarse contra la suya, alejándose completamente.

Lo miré enarcando una ceja por ese estúpido apodo, y luego puse los ojos en blanco. Le tendí mis apuntes para que él fingiera que los estaba leyendo, y como yo no tenía nada que hacer, tomé un lápiz y comencé a garabatear en mi cuaderno. La verdad es que siempre he dibujado bien, aunque nunca he tomado clases. Así que, casi sin darme cuenta, un dibujo estaba saliendo desde la punta de mi lápiz.

No estaba prestando atención a nada en particular, y simplemente me preguntaba cuándo se terminarían las dos horas seguidas de ésta materia. En el recreo, podría ver a Leif. Eso trajo una pequeña sonrisa en mi rostro.

Amar en el infierno. -Castiel-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora