Capítulo 7.

266 16 2
                                    

Aparecí directamente en uno de los acantilados de Vilokán, y me quedé acostado sobre la dura roca, mirando hacia el cielo completamente azul. Vilokán siempre tiene la temperatura perfecta, siempre siendo lo suficientemente cálida para no tener ni calor ni frío. Por supuesto que yo no siento ese tipo de cosas, pero los Demonios de rango inferior sí las sienten. A veces, descendemos la temperatura lo suficiente para que haya nieve y poder divertirnos con ella, pero como Príncipe del Infierno, nunca me interesó el frío, mucho menos la nieve. Yo pertenezco al Infierno, donde el fuego jamás se consume.

Por eso a Jade se le ponen los ojos del color del fuego cuando estoy en mi verdadera forma: porque su alma me reconoce como su dueño, y al mismo tiempo porque yo transmito el Infierno. Cada humano que me ve en mi verdadera forma, ve o siente algo alusivo al Infierno. Jade tiene dos motivos para que sus ojos se pongan del color del fuego.

Miré el sol brillante que estaba bajando con lentitud, pues el atardecer se estaba acercando. Recuerdo cuando esperaba el atardecer con ansias: cuando era más pequeño y tenía que practicar el uso de mis poderes, el atardecer significaba que las prácticas se terminaban y yo podía ir a divertirme. Claro que en ese momento tenía una idea muy diferente de diversión. Aún recuerdo lo que Lucifer me había dicho:

Eres el príncipe del Infierno, Castiel. No puedes comportarte como si no lo fueras, y no puedes ignorar el hecho de que tienes ese tipo de facultades. Usa tus poderes, pero úsalos bien, sigue las reglas que tenemos, y no te metas con los humanos. Mientras sigas las reglas y dejes a los humanos en paz, nada puede pasarte, y podrás hacer lo que tú quieras. Pero una sola vez que no cumplas con las reglas, y te espera el peor de los futuros dentro del Infierno, sí, el verdadero Infierno.

Tus poderes no tienen límite, puedes hacer cualquier cosa en el mundo. Puedes cambiar de forma, puedes aparecer los objetos que quieras, puedes transportarte a donde quieras, puedes provocar los sentimientos que quieras en los humanos, en los demonios, en los ángeles, en todas las criaturas que existen. Así que debes usar tus poderes con sabiduría, debes aprender a usarlos. Sólo la práctica te dará ese tipo de habilidad, así que practica todo lo que puedas antes de usar tus poderes en público; podrías causar una catástrofe que te causaría la pérdida de tu posición como Príncipe.

¿Perder mi posición como Príncipe? Sí, seguro. Si no perdí mi posición como Príncipe rompiendo dos de las reglas más importantes, es imposible que lo haga. No sé por qué me puse a pensar en eso en este momento, ya pasó hace muchos años.

He crecido durante muchos años, pero también hace muchos años he dejado de hacerlo. Ésta forma que tengo, es la definitiva. No creceré más que esto, pero tampoco es como si quisiera hacerlo.

Ven aquí, ahora. El mensaje de Lucifer llegó alto y claro en mi mente, y rápidamente me puse de pie. Debe ser importante, porque Lucifer usó mi mente y no a un sirviente para llamarme, lo que quiere decir que no quiere que nadie lo sepa. Así que sin dudarlo me transporté a su salón, donde ella se encontraba parada fumando un...cigarrillo, para decirlo de alguna manera. Lo que significa que está nerviosa, así que tengo un completo mal presentimiento por esto. Tomé un verdadero cigarrillo y me puse a fumarlo, mientras me sentaba en mi sillón.

–No he tenido noticias desde el Cielo, lo que quiere decir que están jugando con un arma segura. ¿Qué es lo que sabes sobre ésta chica? –por supuesto que juegan una carta segura, malditos imbéciles, pensé para mí, pero intenté que Lucifer no escuche eso.

–Tiene un alma gemela. –bufó.

–Por supuesto que la tiene, todos tienen un alma gemela, hasta que empiezan a pertenecer aquí.

Amar en el infierno. -Castiel-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora