Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces se llora de alegría.
George Sand.
Por extraño que pareciera, al firmar aquel documento que había dejado de ser una mera carta para convertirse en una sentencia, no le temblaban las manos. Quizás sentía un leve picor en los dedos, pero era el resultado de la emoción y no del miedo ni de la inseguridad. Emoción por algo nuevo y extraño.
Emoción por estar ligeramente unida a Brandon.
¿Era amor? ¿Era curiosidad? ¿Era placer?
Todavía no lo sabía. Lo único que sabía Sophia era que deseaba estar cerca de ese hombre a cualquier precio. ¿Estaba loca? Lo más probable fuera que sí. Que en su mente no estuviera todo en orden tal y como le sucedió a su madre. O que algo de su padre y de su hermano se le hubiera contagiado o, simplemente, era cuestión de sangre: sangre Peyton.
—Aquí tiene, Lord Howard. —Le devolvió el contrato al fantasma, que sonrió como si le acabaran de hacer un regalo. ¿Le habría regalado su alma?—. ¿Y ahora qué? —inquirió ella, entornando sus ojos celestes y haciéndolos brillar en medio de la penumbra.
—Ahora, acompáñeme. —Brandon le extendió su mano encuerada, mirándola fijamente.
Sophia colocó su mano pálida y suave sobre aquel guante de cuero negro, sintiendo el tacto liso pero a la vez duro de ese material al que no estaba acostumbrada. De un tirón, Brandon la levantó de la cama y se la colocó sobre el hombro como si fuera un saco, un trofeo o un animal. Una oveja sacrificada. Sí, eso era: un sacrificio.
Sophia pataleó para que la bajara, dándole golpes sobre el torso con los pies desnudos, pero el caballero le dio una palmada en el trasero que la hizo desistir.
—¡Auch! —se aquejó ella ruborizada y escandalizada. Sentir tan de cerca el cuerpo de ese hombre era estimulante aunque estuviera en una posición tan... extraña. Jamás imaginó que un Marqués la cargaría sobre el hombro de ese modo tan...autoritario.
El Marqués descendió por la misma ventana que había entrado. Y llegó al suelo sin ninguna dificultad con ella sobre sus espaldas. Era como si aquel hombre se hubiera dedicado toda la vida a hacer cosas similares.
¿Qué habría estado haciendo Brandon en el extranjero?
La dejó en tierra firme, pero la cogió de la mano. La guio a través del camino empedrado hasta llegar a su propiedad cubierta por brumas. Sus pies descalzos andaban sobre la hierba húmeda y su batín de seda lila se aferraba a su cuerpo con timidez. Pero Sophia sólo tenía ojos para su monstruo personal. Andaba mirándole fijamente como si estuviera embrujada. Fascinada, temerosa y complacida. Ni el frío que se colaba por debajo de su camisón era suficiente para amedrentarla.
Parecía un sueño. Una fantasía en la que el príncipe era un monstruo y la princesa una desquiciada.
Sumida en un silencio abismal y más pálida que de costumbre, entró en el caserón del fantasma. Al hacerlo, se dio cuenta de que no había rastro de vida humana. Tan sólo unas gárgolas terroríficas que se alzaban imponentes alrededor de las columnas principales del recibidor. Las fauces de las bestias estaban iluminadas por largas y blancas velas que reposaban sobre candelabros tétricos. Los candelabros parecían moverse a su paso, como si manos invisibles los estuvieran sujetando. Se quedó paralizada por unos instantes, pero la enorme mano del Marqués de Suffolk no se lo permitió. Sino que la empujó levemente a través de pasillos infinitos y tenebrosos hasta llegar a un salón bastante alejado del resto de la propiedad.
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La favorita del Marqués, Sophia
Historical Fiction[Ya a la venta y retirada]Los secretos de Brandon, marqués de Suffolk, llevarán a Sophia a convertirse en un instrumento de venganza. Sophia es joven, cautivadora y exquisitamente casadera. Eternamente coqueta, se desliza por el jardín de su propie...