Capítulo 4.| La horma de su zapato

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Yo también puedo sembrar la desolación; mi enemigo no es invulnerable.

Frankenstein, Mary Shelly. 

"Corromperla

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"Corromperla."

Aquella palabra dio vueltas en una vorágine turbulenta que provocó la palidez extrema de Lady Sophia. Su tez rosada se tornó amarillenta y sus bucles dorados ya no estaban estratégicamente distribuidos alrededor de su rostro sino que nadaban de un lado a otro en una maraña de pelos desordenada.

Miró al Marqués de frente, aunque no conseguía verle los ojos. Las sombras del bosque se habían unido a la oscuridad de Lord Howard provocando una visión siniestra. Un hombre tan alto como algunos árboles, de chaqué negro y camisa blanca con un monóculo que brillaba más que él. ¡Daba pánico!

Debería haber salido corriendo. Correr hacia la luz de los farolillos, hacia la seguridad del grupo. No obstante, su cuerpo se había paralizado como si el aroma del Marqués fuera una especie de droga sedante. El cuello alto de su vestido había menguado debido a su respiración acelerada. Se sentía desnuda.

Desprotegida pero protegida a la vez.

Desprotegida ante el monstruo pero protegida del resto de monstruos. ¿Quién se atrevería a hacerle daño siendo la favorita del Marqués? ¿La favorita de un fantasma?

Lord Brandon Howard empezó a acercarse a ella. Sophia reparó en que los pasos del caballero eran insonoros, silenciosos. Y comprendió por qué por la mañana no se habían dado cuenta, ni ella ni su cuñada, de que el Marqués estaba detrás de ellas hasta haber visto su sombra.

A cada paso que daba su vecino, ella retrocedía otro. Sin mirar atrás, con la mirada clavada en él. Con su cuerpo sudoroso y sus pechos a punto de liberarse del corsé.

Eran segundos, pero a ella le parecieron minutos eternos como si el tiempo se hubiera detenido y todo funcionara excesivamente despacio.

—¿Por qué huye de mí? —sonó esa voz grave, repicando contra las hojas de los árboles.

—¿No huye el vivo de la muerte? ¿Aunque sólo sea por instinto? ¿Aunque la muerte tenga un encanto distinto? ¿Un placer terrorífico?

—Entonces, ¿admite que hay algo de placentero en mí?

No vio sus ojos pero pudo imaginarse un brillo en ellos. Un brillo perverso, inhumano.

Al andar de espaldas y tan nerviosa, no se dio cuenta de que una raíz traicionera estaba a punto de hacerle la zancadilla. Así que tropezó, a punto de caer al suelo dramática y peligrosamente. El suelo estaba cubierto de todo tipo de zarzas y clavos que habrían lastimado su cuerpo y sus vestiduras. Aunque llegados a ese punto, el vestido ya no le importaba nada. Lo sentía lleno de barro, de hojas y hollín. Pero ¿qué importaba todo aquello cuándo se estaba a punto de morir?

La favorita del Marqués, SophiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora