Capítulo 2.| El fantasma

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Soy un malvado porque no soy feliz. 

Mary Shelly (Autora de Frankenstein).

Empezamos a ser adultos cuando comprendemos que la vida no es justa

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Empezamos a ser adultos cuando comprendemos que la vida no es justa. No importa la edad que tengamos en ese momento, en ese instante de comprensión que derrumba cualquier esperanza de felicidad eterna. Desgraciadamente, Brandon Howard se había hecho adulto a una temprana edad. Quizás fuera por su extraña personalidad o por su forma de ver el mundo. Una forma muy similar a la de Virgin, su prima.

Incapaz de sentir nada, Lord Brandon daba vueltas al monóculo recordando a su vecina Sophia.

Ella sólo era una niña cuando él ya se había hecho un hombre. Pero ella siempre se colaba por su jardín para ir a su encuentro. Sí, se acordaba de aquello con claridad. Sophia Peyton pasaba horas a su lado, correteando y hablando sin parar. Tan llena de vida, tan llena de inocencia... La misma inocencia de la que hacia gala esa noche en medio del salón. Pero con la diferencia de que ya no era un criatura sino una mujer. Y una mujer irremediablemente seductora. 

Se había dejado engañar por su aspecto aniñado. Por su juventud y por su coquetería. Pero la realidad le había demostrado que ella era muy distinta a todo aquello. No le había costado más de dos segundos rechazar su invitación de baile.  Sophia no era una mujer fácil. Para nada fácil. Y el caballero que confundiera su sonrisa con una invitación a algo más, estaba perdido. 

¿Por qué cuando un hombre ve a una mujer sonriente piensa que quiere algo con él?

¿Por qué los hombres suelen confundir la simpatía con la coquetería? 

La miró durante toda la velada a través de su monóculo de cadena dorada. Aunque ella no se dio cuenta. Ni si quiera le devolvió la mirada. Parecía tan segura de ella misma... Tan inalcanzable... 

Estaba claro que la dama no sospecharía nunca de que alguien pudiera fijarse en ella con malas intenciones. Quizás se sentía extremadamente protegida por el Condado de su hermano mayor o quizás era, una vez más, parte de su naturaleza. 

Sophia se movía de un lado para otro, compartía piezas de baile con los caballeros más impresionantes y reía estridentemente frente a cualquier zalamería que menganito o fulanito le dedicara. Un capullito de alelí. La hermana del diablo era un capullito de alelí a punto de florecer y mostrar todo su esplendor. 

El diablo. Thomas Peyton, Conde de Norfolk y un estúpido engreído odiado por medio mundo menos por su mujer. Su mujer: Georgiana Peyton. Anteriormente, Georgiana Cavendish. Hija del Duque de Devonshire. Sin duda, una mujer poderosa y muy influyente que había caído en las garras de aquel curandero de tres al cuarto. Aunque no le extrañaba puesto que esa mujer era estudiante de medicina y una aficionada a la lectura masculina.

No ocurría así con Sophia. Según recordaba, era una cabeza hueca. Sólo leía novelas románticas subidas de tono aunque prefería mil veces cantar o hacer algún espectáculo en el que ella fuera la estrella principal. Sí, sin duda alguna, su vecina era adicta a la atención. 

La favorita del Marqués, SophiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora