Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidarse es difícil para quien tiene corazón
Gabriel García Márquez.
Octubre de 1845. Kowloon, China. En medio de la Guerra del Opio.
Tenía el ojo amoratado y el labio partido, caminaba al lado de seis guardias chinos que no le habían hecho la vida fácil en aquella condenada prisión. Pero por alguna extraña razón, estaba en la calle y ya no vestía el uniforme pulgoso que le habían regalado al ingresar como prisionero de guerra.
A lo lejos vio a Joshua, otro espía del gobierno británico. Un compañero del oficio que rozaba los dos metros. Al parecer, estaba acompañando a un hombre importante de Kowloon. Se trataba de un intercambio.
Su vida por la del hombre de traje gris y ojos rasgados.
—No lo entiendo —murmuró Brandon Howard en cuanto fue puesto bajo custodia británica. Lejos de los oídos enemigos.
—¿Qué es lo que no entiendes? —replicó Joshua, mirándole con seriedad mientras se alejaban del lugar a paso militar.
—Va en contra de las normas que me intercambies.
—No lo he hecho yo, han sido los de arriba. Tu padre ha muerto —informó el hombre sin piedad ni compasión. No lo hizo adrede, era su forma de vivir: sin alma. Así que no se lo recriminó. Tampoco él tenía sentimientos. Y saber que su padre había muerto era saber que, simplemente, se había convertido en el Marqués de Suffolk. Seguramente, al Gobierno Británico no le apetecía tener a uno de los suyos en una prisión de mala muerte al otro lado del mundo. Mucho menos si podía servirles de más ayuda en otro emplazamiento.
¡Un Marqués! ¡De la noche a la mañana! Había pasado cerca de nueve años en el exilio, trabajando clandestinamente para el gobierno. De una guerra a otra, informando y matando a sangre fría. Y ahora tenía que volver a pisar tierras inglesas para aparentar ser un noble adiestrado. La sociedad se habría olvidado de él. Lo que era una ventaja para pasar desapercibido y seguir con sus objetivos.
Objetivos marcados "por los de arriba" tal y como había dicho Joshua.
Hizo un esfuerzo por recordar el rostro de su difunto padre. Y lo logró. Siempre había tenido buena memoria visual. Pero lo desechó rápidamente. Jamás lo había amado. Y no porque su progenitor hubiera sido cruel o estricto, sino porque Brandon era incapaz de amar a alguien. Simplemente era incapaz. Como quien nace sin visión o sin piernas.
Empezó a recordar caras de ese lugar que había abandonado años atrás y del que ahora era el nuevo señor. Más por un sentido práctico que melancólico. Y entre todas ellas, hubo una que se quedó durante más tiempo en su mente: Virgin Monroe. Su prima.
¿Qué habría sido de ella?
¿Qué habría sido de esa joven de ojos dispares y pelo corto?
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La favorita del Marqués, Sophia
Ficción histórica[Ya a la venta y retirada]Los secretos de Brandon, marqués de Suffolk, llevarán a Sophia a convertirse en un instrumento de venganza. Sophia es joven, cautivadora y exquisitamente casadera. Eternamente coqueta, se desliza por el jardín de su propie...