Como cada lunes estoy esperando a Marta en la puerta del Coffee Time, nuestra cafetería favorita de la ciudad, para tomarnos un café juntas después del trabajo.
—Hola amiga —saluda llegando un poco tarde.
—Hola, ¿dónde te habías metido? —pregunto abriendo la puerta de la cafetería invadiéndonos el calorcito agradable del local.
—Tenía que acabar el artículo que estoy escribiendo. Mi jefe es un pesado y no me ha dejado salir a mi hora si no tenía ese artículo y un par de informes en su mesa. Lo peor es que me lo ha pedido todo hace 3 horas.
—Tu jefe cuando quiere es un tocapelotas.
—Ni que lo digas —murmura de mal humor.
No hay mucha gente en la barra así que pedimos rápido.
—Hola chicas, ¿lo de siempre?
Veronica, la dependienta, nos conoce de manera que ya no hace falta ni que pidamos. Venimos al Coffe Time desde que abrió hace dos años y desde entonces todos los lunes sin falta, Marta y yo venimos para pasar un rato juntas.
—Hola Veronica, sí gracias —le digo amablemente.
—Y una cookie grande por favor —añade Marta. Yo me río y Marta me mira encogiéndose de hombros—. Hoy necesito chocolate.
No hace falta que me lo diga, sé que cuando está estresada o de malhumor tiene antojo de chocolate. Vamos hacia la zona donde siempre nos sentamos, en una esquina donde hay dos butacas grandes y cómodas de cuero marrón.
—¿Has vuelto a quedar con John, el rubio? —le pregunto.
—Que va, solo fue un royo de una noche.
—¿Por qué?
—Pues porque así lo quiere él, no quiere una relación formal y yo no quiero estar disponible para cuando a él le apetezca.
—Los hombres así no valen la pena.
—Ya... ¿y tú con tu prometido? —pregunta levantando las cejas repetidas veces y una sonrisa pícara.
—Aquí tenéis chicas —interrumpe Veronica—, un cappuccino con una galleta gigante para Marta y el café latte para Julie.
—Gracias Veronica —le sonríe Marta.
Veronica se va a atender a otros clientes y Marta vuelve a mirarme para seguir con el interrogatorio.
—¿Y bien? —insiste—. ¿Qué tal con el guaperas?
Yo sonrío y no digo nada mientras abro un sobre de azúcar moreno y lo añado a mi café muy lentamente. Miro a Marta que me observa con cara de malas pulgas, sabe que lo estoy haciendo a propósito pero aún así continuo. Remuevo con la cuchara el café y soplo un poco ya que está ardiendo.
—Oye venga —se queja Marta—, no te hagas de rogar y cuéntame de una vez qué tal.
—La verdad es que fue muy bien, hemos tenido dos citas increíbles —respondo riendo, contenta.
—Me alegro mucho Julie. Te mereces a un buen hombre, que sea atento y cariñoso, y como este no lo sea, como dice mi madre: le patearé los higadillos.
Me río a carcajadas. ¿Los higadillos? La madre de Marta es la mujer más graciosa que he conocido nunca, tiene un salero como ninguna.
—Gracias —le respondo divertida pero agradecida de verdad.
—¿Habéis vuelto a quedar?
—La verdad es que no, pero espero que volvamos a hacerlo —digo pensativa antes de dar un sorbo de café.
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Despedida de soltera
Historia CortaJulie no ha vuelto a salir con chicos desde que su última relación la dejó con depresión, no hasta que una noche, mientras está pasando un rato divertido con sus amigas en un karaoke, se topa con un hombre que estará dispuesto a hacer cualquier cosa...