Amor

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Como ya les he expresado, él no era como los demás, desconfiaba de este impredecible mundo, pero mis sentimientos fueron beneplácitos por él, y eso, ya era un paso.

Le observaba, aunque todos le veían como arrogante, yo sabía que no lo era, y que esa persona tenía un corazón enorme, pero que no con todo mundo se abría.

¡Qué me estaba pasando! Era feliz con un mensaje suyo, las circunstancias no me dejaban verlo a diario, pero su ser me llamaba, estaba tan fascinada y…

Estaba ahí, justo ahí… sentada a su diestra, todo lo que traía consigo era asombroso. No tenía palabras para describirle, era tan fuera de lo habitual que sólo le describía como inefable.

Observaba y escuchaba con atención aquellas maniobras finas, el sonido que salía de su boca era una mezcla entre melifluo y elocuencia, la naturalidad con la que hacía magia me traía alocada. El viento acariciaba sus mejillas, mientras el sudor caía sobre su rostro, sobre su cuerpo. ¡Dios! Podría inspirar a mil escritores con tanta originalidad y pureza.

No era alguien de este mundo, tenía el suyo propio, en su ser tenía un código que pocas personas sabrían descifrar, descubrí que era difícil y tenía un caos, pero mi resiliencia sería más grande que cualquier suceso.

Mientras entraba en mi corazón supe lo perdida que estaba, sobre mí se posó la limerencia, él fue la serendipia más asombrosa de mi vida, aun así quería conocerle y tenerlo, porque ¿Qué creen? No todos los días conocemos personas mágicas que nos inspiren respecto todo, y sí, ahí estaba yo, admirando cada cosa que su ser poseía, él era como la octava maravilla del mundo.

¡MI LIMERENCIA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora