V E I N T E

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Madison

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Madison

—¿Lo ves? Ya llegamos— me tentó el hombro.

Asentí.

—¿Cómo están los niños?

—Bien, esperándote— contestó.

Por primera vez, me alegraba volver a la mansión. El hospital me daba mala espina, al igual que todo lo que había ocurrido.

Tenía recuerdos borrosos sobre aquella tarde y el accidente, pero no me atrevía a indagar más en el asunto

Y sin darme cuenta, ya habíamos cruzado el gigantesco patio que conduce a la mansión.

Sacó sus llaves y las insertó, de hecho me sorprendió que entráramos justo por la puerta principal, yo jamás entro por ahí —al menos no por voluntad propia—.

—Oye, ¿y cuánto tiempo estuve ahí?

—Agregando hoy... Tres días— respondió casualmente.

—¡¿QUÉ?! ¿¡Tres!?

Vaya, tres días inconsciente...

Giró la perilla, abriendo las dos enormes puertas.

—Tim, ¿por qué está todo oscuro?— un irracional miedo llenó mis pensamientos y me aferré a su brazo.

La mansión de por sí me daba algo de miedo, tengo una excusa.

Ese pensamiento duró un par de segundos porque de pronto todas las luces se encendieron, haciendo que cubriera un poco mis ojos. Me había acostumbrado a la oscuridad y todo ese brillo amarillento me deslumbró.

—¡Bienvenida a casa!— exclamaron todos, sorprendiéndome.

—Chicos...

Me tapé la boca con las manos, alegre.

Tenía muchos pares de ojos mirándome fijamente, expectantes a lo que fuera a decir. Incluso llevaban unos coloridos globos que flotaban por el helio.

Me consideré egoísta, pero hice caso omiso a los demás, escaneando a cada integrante del grupo que me veía al pie de las escaleras en busca de...

—¡Diego!— corrí a abrazarlo.

Lo apretujé para confirmar que era de carne y hueso y no un producto de mi imaginación.

Eran de las cosas que permanecían en mi memoria. No recuerdo por qué, pero sabía que algo malo le había sucedido.

—Aire...— farfulló, asfixiándose.

—¡Ay! Perdón— me rasqué la nuca, nerviosa—. ¡Es que estoy tan feliz de verte! ¡Estás bien! ¡¿Cómo?!

—Los doctores dijeron que fue un milagro— Tim nos alcanzó, posicionándose a mi costado—. Y más en heridas cerebrales. Él está bien, ¿verdad?

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