Madison es una adolescente que lleva diez años viviendo en un lúgubre orfanato lleno de inocentes niños, todos odiando a la dueña del lugar.
Anheló irse desde que llegó, ¿pero qué pasa cuando una familia le cae del cielo y ese proceso de adopción...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Pero si eres tú!— me recibió una... ¿señora?
Es decir, seguro ya se puso botox, pero aún se ve joven.
—¿Hola?— saludé, desconcertada.
—¡Madison! ¡Soy Stacy!
Oh.
Es alta, cabello castaño, trae un vestido de diseñador, un labial rojo adorna sus labios... buh, no me interesa describirla.
Seguro ya se la imaginaron, así que prosigamos.
—Mucho gusto— le extendí mi mano pero en vez de estrecharla me envolvió en un abrazo.
—Después de toda la espera, me complace tenerte en mi morada. Te pido también, disculpas por no haber podido recibirte en el orfanato, desafortunadamente era importante lo que tenía que hacer.
«Si piensa que hay cosas más importantes que un hijo, debió de dejarme en el orfanato»
Me mordí la lengua para no terminar escupiendo eso.
—Entiendo.
No. Noentiendo.
¿Es posible odiar a tu madrastra sin ser Cenicienta? Porque lo estoy logrando con apenas veinte segundos de conocerla.
—Te presento a Andrew, mi esposo.
—Madison, es un gusto verte al fin.
El hombre... digamos que es como VinDiesel. Alto, trajeado, intimidante y serio.
Pero con cabello, claro.
Y tiene unos ojos mieles que no podía dejar de ver por alguna extraña razón.
Y si Stacy me dio una mala vibra, la de Andrew es pesada, es fría. Hasta me dieron escalofríos.
Ellos no me agradan. Créanme, confío en mi sexto sentido.
—Bueno, ya han sido suficientes saludos, es hora de la cena.
Whoa,¿enquémomentobajarontodos?
—Ah... tú fuiste la de las trompetas— asumí con una sonrisa falsa.
—Por supuesto, aquí respetamos los viejos métodos para hacer a la familia acudir a la cena— asentí lentamente—. En fin, basta de charlas y escoge un lugar, por favor.
Así que decidí sentarme en una silla al azar. Todos jadearon de sorpresa al verme ahí.
Confundida, recorrí mi vista a cada integrante de la familia en busca de una respuesta.
—¿Por qué todos me ven así?
Y era cierto, todos me veían con lástima y horror.
—Madison, cariño— llamó Stacy.—¿Podrías moverte de lugar?
