Epílogo.

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Juez: Conforme al testimonio de los involucrados, víctimas y familiares de estos mismos, así como también pruebas refutables como demás documentos de acuerdo al delito, el jurado ha llegado a un veredicto *silencio en la sala* hemos encontrado al acusado culpable de todos los cargos que se le imputan *se hicieron presentes murmullos, el jurado tomó asiento mientras el Juez observaba la expresión del joven platinado* Señor Inuyasha Taisho *el hombre levantó su vista, fijándola en el hombre vestido con una bata negra* queda Usted condenado a 50 años de prisión por el delito de narcotráfico, homicidio agravado, secuestro y trata de personas; sin derecho a libertad condicional.

Lo siguiente que llego a sus oídos fue el golpe seco del martillo del Juez.

50 años que pasaría recluido, 50 años desperdiciados en ese maldito lugar, apenas llevaba una semana allí y no lograba acostumbrarse del todo; los demás reclusos lo evitaban y trataban de no meterse con él y eso había sido una gran ventaja porque no tenía ganas de lidiar con más problemas de los que ya tenía, la celda en la que se encontraba era únicamente para él, su padre había insistido para que no se le molestara y al menos dio resultado; ahora estaba acostado en el viejo catre, sin poder dormir por la inmensa cantidad de pensamientos que tenía en la cabeza y comenzaba a preguntarse si la opción de vengarse de aquella forma había sido la correcta, volvió a retorcerse en su camilla rascándose la cabeza con fuerza para después inclinarse y caminar hasta la pequeña ventana que había arriba de su celda, al menos podría ver por las noches la luna, suspiro, aún tenía en su mente las alentadoras palabras de su padre, asegurándole que haría lo imposible por reducir su condena aunque él, de antemano sabía que se lo merecía, también aquel día había sido visitado por Kagome, sintió un hueco en el corazón al ver su vientre abultado pero al menos se sintió aliviado de que ella le perdonara.

¿?: Tienes un aspecto horrible...

Inuyasha se giró al instante para echarse para atrás del susto al ver que una mujer de cabellos azules con reflejos plateados estaba sentada al pie de su cama, lo veía con una sonrisa sumamente extraña, era imposible que se tratara de un guardia porque sus ropas eran sumamente raras, tampoco había escuchado el sonido de la reja al abrirse.

Inuyasha: ¿Qui... qui *tartamudeo espantado* qui...

¿?: ¿Quién soy? *con otra sonrisa* me llamo Seisui.

La mujer se puso de pie e Inuyasha quiso retroceder más pero aquel muro fue lo que le hizo recordar que estaba dentro de una celda; movió la cabeza negativamente ante la cercanía de la mujer extraña, quiso gritar, quiso correr y pedir ayuda pero estaba completamente inmóvil, algo en esa mujer le causaba la sensación de miedo.

Seisui: No me recuerdas porque anteriormente borre tus memorias.

Entonces la mujer se acercó más y al fin pudo notar su color de ojos gracias al brillo de la luna que se colaba por la pequeña ventana... esos ojos... ese color...

Inuyasha: Tú eres... *nervioso*

Seisui: Si, fui yo quien te curo de aquel disparo *Ríe*

Inuyasha se desplomó en el suelo, la mujer de ojos grises se puso de cuclillas, entrelazando sus brazos alrededor de sus piernas, lo veía con extrañeza.

Inuyasha: ¿¡Quién eres!? *alterado* ¿¡Cómo entraste aquí!?

Seisui: Soy una Diosa *se puso de pie nuevamente* la Diosa del Tiempo *sonríe* vine para decirte que no tendrás que pagar una condena tan larga, después de todo la oscuridad en tu corazón ya no está.

Inuyasha: Nadie puede ayudarme *preocupado*

Seisui: ¡Claro que sí! Por eso vine, para ayudarte para una diosa no existen imposibles.

Cuando el hilo rojo se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora