•five

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five • exams

Al día siguiente, Imari se despertó una hora antes de lo normal, los exámenes rondando inevitablemente su cabeza. Había estudiado, pero el tiempo empleado en ayudar a Kageyama—y solo a Kageyama pues Hinata era más propenso a hacerle caso a Hitoka—era tiempo que había perdido en beneficio propio. Suspiró; ya era tarde para quejarse. 

Se estiró en la cama y desactivó su alarma para que no le diese un infarto cuando sonase una hora después. La noche anterior no se había duchado, al haber estado Tobio en su casa, así que aprovechó el tiempo extra para despejarse. Antes de entrar al baño pasó por el salón y echó un vistazo al sofá. No se sorprendió al encontrarlo vacío y se recordó preguntarle al chico si había llegado a casa de una pieza, o si lo habían regañado por llegar tarde. 

Ya vestida y en la cocina, bebió un vaso de agua para refrescarse la garganta, pero no desayunó. No tenía apetito tan temprano y se había quedado sin café. Cogió un par de monedas para comprarse uno antes del primer examen. 

Salió de casa sin mirar la hora, el cielo ya despejado y de un azul brillante, anunciando la inminente llegada del verano. Imari bufo y se ató el pelo como pudo, abanicándose con las manos. Hacía calor hasta por las mañanas, y eso no le sentaba nada bien. Escuchó música con los auriculares hasta llegar a la división de caminos frente a Sakanoshita y su famosa cuesta. Tanto ella como Daichi se vieron al salir de sus respectivas calles. 

—Buenos días, Imari—le sonrió el capitán, aminorando su velocidad para caminar junto a ella. 

—Buenas, Daichi–san—contestó Imari, ninguno de los dos comentando el cambio de apellido a primer nombre. 'Daichi' era más corto y sencillo que 'Sawamura', e Imari siempre se inclinaba por lo simple.

Caminaron en relativo silencio, sin contar cuando el capitán le preguntó sobre sus estudios y la ayuda prestada a los chicos de primero. Imari podía decir que, más o menos, se sentía cómoda con Daichi y su aura cálida y familiar. Era parecida a la sensación que emanaba de Sugawara, pero este último tenía algo más que Imari aún no podía identificar. Podía ser curiosidad, aunque la chica tenía la ligera sospecha de que no era tan puro e inocente como aparentaba ser. A pesar de eso, no podía negar que, a parte de Kageyama, era con el que más tiempo había pasado, y no había sido nada malo. 

Para ser justa, se sentía más a gusto con el equipo de vóleibol de lo que normalmente se sentiría con el resto de personas. 

Daichi e Imari se separaron en la entrada del instituto. Daichi iba al gimnasio, en el que algunos del equipo se reunirían no oficialmente a entrenar un poco y relajarse antes de los exámenes. Imari fue a clase a dejar la mochila. Tres o cuatro alumnos rondaban por allí, haciendo repasos de última hora o aprovechando el silencio de la mañana para cabecear un poco en sus asientos. A decir verdad, el temprano despertar de la castaña estaba empezando a pesarle un poco, y se acordó del dinero que tenía para un café. El café lo arreglaba todo. 

Se tomó su tiempo para llegar hasta la máquina expendedora más cercana que, teniendo en cuenta la posición de su clase, era la que estaba frente al gimnasio. Escuchó la voz de Daichi desde el interior y suspiró inconscientemente. Era como un hermano mayor y un padre a la vez, y se encontró queriendo tener el tipo de amistad que tenían el trío de tercero; tan despreocupada y sincera, de esas que sabían que no iban a acabarse por más mierda que les hicieras pasar, porque lo harían juntos. 

Cuando giró la esquina hacia la máquina se sorprendió al ver a Tsukishima frente al aparato, ceño fruncido y agitándolo un poco. Se acercó curiosa. Kei la miró cuando captó su presencia y, a pesar de su evidente molestia, no dijo nada y se apartó cuando la chica asomó la cabeza para mirar a través del cristal. Ah, pensó Imari. 

Ignoró el hecho de que Tsukishima bebía leche de fresa y se concentró en ver como el cartón que el chico había pedido oscilaba entre caer de su sitio o no, enganchado con algo que ninguno podía ver. Sin pensarlo demasiado metió las monedas que tenía a mano y pulsó el número veinticuatro. Cuando el estruendo a los pies de la máquina indicó que la bebida había caído y se agachó. Sacó dos cartones de leche de fresa, le dio a Kei el que le correspondía y empezó a caminar para volver a clase. Agitó una mano de espaldas a modo de saludo a cambio de su mutuo silencio y entró al edificio. 





—¿Cómo os ha ido? 

—Creo...¿que bien? 

—¡Dilo con más confianza imbecil! 

Hitoka se rió mientras Hinata y Kageyama se peleaban. Habían ido a verla al final del día después de, en palabras de ambos, "haberse esforzado más que en toda su vida". Si bien era cierto que ninguno estaba acostumbrado a las sesiones de estudio intensas por las que habían pasado, el ligero tinte de orgullo en sus ojos no pasaba desapercibido para Hitoka. 

—¡Ah, Tsukishima, Yamaguchi!—gritó Hinata, interrumpiendo su discusión con Kageyama cuando vio pasar a los amigos, que seguramente iban de camino al gimnasio—¿Qué tal los exámenes? 

Tsukishima sonrió de lado y levantó las cejas, burlón—. Bien, como siempre. Aunque supongo que no estás acostumbrado a eso. 

Yamaguchi solo sonrió mientras Hinata bufaba. El pecoso miró a Hitoka y no pudo evitar notar la ausencia de su prima. 

—Yachi–san, ¿Dónde está Imari–san?—preguntó, curioso. La castaña solía pulular cerca de su prima cada vez que había demasiada gente alrededor, aunque Yamaguchi no tenía claro quién de las dos necesitaba la compañía. 

—Ah, lleva durmiendo un buen rato así que no creo que venga al entrenamiento—dijo, dándose la vuelta para mirar dentro de su clase. La mayoría de los presentes se asomaron también, viendo a la chica tumbada sobre su escritorio, brazos bajo su cabeza a forma de almohada. Al momento levantó la cabeza y se apoyó en su mejilla, mirando hacia la puerta. Parecía que se había quedado sin aire al haber tenido la cabeza enterrada entre sus brazos. Nadie dijo nada mientras Imari dormía. 

—¿Tanto le cansan los exámenes?—murmuró Hinata. Por lo que había visto y escuchado de parte de Kageyama, Imari tenía buen aguante y estamina ante madrugones y estudios. Todos volvieron al pasillo. 

—No, pero esta mañana no se ha tomado su café. Mi prima no es persona sin café—se rió, rascándose la mejilla—. Cuando he llegado a clase estaba bebiendo leche de fresa y casi se duerme en la mitad de los exámenes. 

Tsukishima frunció el ceño otra vez. No sabía si estaba enfadado o si se sentía mal. En parte era su culpa, pero Imari había decidido usar su dinero para ayudarlo ella solita, así que en el fondo no había razón alguna para sentirse mal. Chasqueó la lengua al verla dormir y se alejó del grupo. Yamaguchi lo siguió poco después hasta el gimnasio, evidentemente queriendo preguntar qué le pasaba pero sin verbalizar sus palabras. Kei entendió que el alivio y tranquilidad que había sentido esa mañana ante el silencio de Imari era simplemente costumbre. Yamaguchi era el único con el que pasaba casi todo su día, y el de pecas había aprendido que la mayor parte del tiempo, era mejor estar en silencio con él. 

Entraron al gimnasio después de cambiarse, los de segundo y tercero ya presentes y los restantes de primero detrás de ellos. El ceño fruncido de Kei se quedó en su lugar durante el resto de la tarde, hundiéndose cada vez que alguien preguntaba dónde estaba Imari. 

Gruñó, suponiendo que, a pesar de intentar no sentirse culpable, le compraría un café de todas formas para compensar su ayuda. 

egoist「wagamama 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora