•four

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four • rush

Faltaba un día para los tan temidos exámenes y los únicos visiblemente nerviosos eran Hinata, Kageyama y el dúo dinámico de segundo. Al parecer—según Takeda—los cuatro habían estado esforzándose y prestando atención en clase, que en muchos casos significaba simplemente no quedarse dormidos. Aún así, el cambio solo fue notorio en Nishinoya y Tanaka. Hinata no avanzaba demasiado por culpa de los nervios, por lo que sus aportaciones a clase o recreos de estudio con Hitoka no eran muy fructíferos, al igual que Kageyama, que había empezado a estudiar por videollamada—o llamada normal—con Imari por la tarde hasta bien entrada la noche, durmiendo en clase para recuperar las horas de sueño perdidas. El pelinegro no entendía como Imari podía aparecer al día siguiente fresca como una rosa cuando él parecía un zombie.

Esa tarde, los de primero, a excepción de Tsukishima, que se negó rotundamente, y Yamaguchi, que sólo siguió a su amigo, decidieron reunirse en la casa de Hitoka para hacer repasos de última hora, aunque Kageyama estaba casi seguro de que Imari lo llamaría antes de medianoche para asegurarse de que no se le olvidaba nada. Imari intentó buscar alguna excusa para no ir, porque la verdad es que estaba cansada de hacer de profesora, pero su prima insistió tanto que acabó yendo. Hizo una nota mental para pensar en un par de excusas nuevas.

Llegaron al edificio de ambas Yachi una media hora después de que el equipo terminase el entrenamiento. Los mayores les habían dado permiso para irse sin limpiar para estudiar. A Imari le dio igual porque nunca limpiaba.

—Voy a traer bebidas—dijo Hitoka al cabo de un rato. Hinata y Kageyama iban por la mitad de la primera hoja de sus apuntes e Imari podía hasta ver el humo que les salía de la cabeza. Suspiró y se levantó para ayudar a su prima.

—Como suspendan me los cargo.

—Lo están intentando, Imari.

—Y yo estoy perdiendo mi tiempo en ellos. ¿No te molestaría ni siquiera un poco?

Hitoka rió nerviosa pero no respondió. Sabía que lo decía enserio, pero prefirió tomárselo a broma por el momento. La rubia sirvió cuatro vasos de agua y los puso en una bandeja, escuchando la pelea en un intento de susurros que estaban teniendo los dos chicos en el salón. Imari negó con la cabeza, cogió dos vasos de agua y desapareció de la cocina, Hitoka apareciendo poco después con los vasos restantes (que casi tira).

—Kageyama—el susodicho dejó de pelear y alzó la cabeza algo temeroso. No es que Imari le diese miedo exactamente, era más respeto que otra cosa. Hinata también se quedó quieto y fingió que seguía estudiando—, vamos a mi casa.

—Eh... ¿eh?—fue todo lo que pudo responder.

—No vas a concentrarte con Hinata en medio. Vamos—y, al igual que la primera vez que lo ayudó a estudiar, caminó hacia la puerta sin decir nada más, haciendo que Kageyama la siguiese después de guardar sus cosas en la mochila casi frenéticamente. Parecía algo tan común y normal para la chica y sucedía tan rápido que Kageyama no podía ni enfadarse—. Luego te devuelvo los vasos—agitó los cristales un poco hacia su prima y abrió la puerta mientras el peliazul terminaba de ponerse las zapatillas.

La puerta se cerró tras ellos e Imari lo guió hacia la izquierda, donde Kageyama no tuvo tiempo de preguntar dónde vivía la castaña cuando esta abrió la puerta contigua a la de su prima. Tobio no dijo nada, pero le pareció bastante conveniente. Se inclinó un poco en la entrada, pero el piso estaba oscuro y no había señales de vida por lo que, otra vez, no dijo nada.

El apartamento era como el de Hitoka, solo que la decoración oscilaba entre colores más fríos. Kageyama se sentó en el suelo frente a la mesita de café del salón, el sofá a sus espaldas. Imari dejó los vasos de agua a su lado y le dijo que sacara sus cosas. Se fue por el pasillo que seguía recto desde la entrada y Kageyama se tomó su tiempo echando un vistazo a la casa de la chica.

Todo era blanco, gris o negro, limpio y bien ordenado, como si no se hubiese usado nada. Ninguna foto en las paredes o en los muebles, solo un par de cactus y demás plantas que, si no eran de plástico, estaban en muy buen estado. Ni siquiera había tele. Tobio notó la mayor diferencia con la vivienda de Hitoka mientras Imari volvía con varias cosas en las manos y con un chándal gris y camiseta holgada en lugar de su uniforme.

No se sentía como un hogar.

Era más bien un espacio en el que Imari dormía y se alimentaba, poco más.

Kageyama hizo una mueca ante el pensamiento, porque en realidad no sabía si tenía razón o si se estaba montando una película él solito. Imari se sentó y toqueteó su móvil, dejando dos paquetes de galletas entre los dos.

—¿Te molesta un poco de música?—preguntó, y pudo escucharse las notas de un piano y algún que otro violín sonar desde ningún lugar en particular. Era como si la música se hubiese puesto sola, como en las series, e hiciese acto de presencia a través del espacio en sí. Más tarde Imari le dijo que sólo era Google Home, pero eso no le quitó la magia.

La música suave terminó relájandolo y haciendo que se concentrase al no ser algo que su cerebro reconociese. Imari se quedó sentada en silencio, bebiendo agua y respondiendo a las preguntas del peliazul, que terminaron siendo más bien pocas. Cuando los familiares tonos de la banda sonora del Studio Ghibli resonaron con calma en el piso, Kageyama iba por la mitad de su tercer repaso y ya era bastante tarde. Imari cabeceaba sobre la mesa de madera. Se había hecho un café en algún momento de la tarde, pero la música solo ayudaba a que su mente se relajara, así como su cuerpo.

Forzando su cuerpo todo lo que le fue posible, se levantó y caminó hasta la cocina. Cuando se volvió a asomar le tiró a Kageyama un pan de leche y le cerró el cuaderno, masticando su propio pan.

—Ya, ya está por favor, déjalo, que te vas a freír el cerebro y yo me voy a comer la mesa—tenía el ceño fruncido e hizo un ademán cansado para que el chico recogiese—. Ya es tarde. Vete a casa o duérmete en el sofá, me da igual—siguió su paso hasta la puerta del salón. A la cabeza de Kageyama le costaba responder a las acciones súbitas y apresuradas de Imari. La chica agitó una mano, despidiéndose—. Hay mantas por ahí si te quedas. Sino, ni se te ocurra seguir estudiando cuando llegues a casa; duerme y lo das todo mañana. Goodnight Kags.

Y cerró la puerta de, lo que Kageyama supuso que sería, su habitación.

egoist「wagamama 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora