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—Ah, Imari, te han dejado esto en la mesa—Imari caminó despacio hasta su prima y observó lo que le ofrecía antes de cogerlo. Una lata de café. Se sentó en su silla y la dejó a un lado de la mesa.

La tarde anterior, después de haber despertado bastante tarde y con dolor de cuello, había pasado por el supermercado al ver que su cuenta del banco había sido repuesta, como todos los meses. Como consecuencia, esa mañana su dosis de café estaba completa, así que esperaría un par de horas para beberse el misterioso regalo. Miró a Hitoka, que había vuelto a su sitio, pero sabía que no era de la rubia, pues se lo hubiese dado ella misma, sin la excusa de “te han dejado esto en la mesa”. Le quedaban tres opciones, y la cafeína que corría por sus venas hizo que pasase las dos siguientes clases descartando personas y buscando puntos que probasen sus sospechas.

En algún momento entre su segunda y tercera clase, Hinata y Kageyama se pasaron por su aula, aparentemente para comprobar si estaba despierta y para hablar sobre el campamento. El equipo había repartido autorizaciones para que sus padres firmaran y el instituto pudiese llevarlos y traerlos sin problemas. También, supuestamente, la cantidad de escuelas que acudirían eran más de las que Imari pensaba, así que le dieron una clase extra a Hitoka sobre lo que sabían del resto. 

Imari frunció el ceño en cuanto le dieron la hoja de autorización. Levantó la vista, confusa, después de leer el papel, aunque ya sabía lo que ponía, encontrándose con los ojos de Hinata. 

—¿Por qué me das esto?—le dijo con tono suave mientras le devolvía el papel. Hinata no lo cogió. 

—¿Eh? 

Imari tardó unos segundos en contestar, sin tener claro cómo hablar con el pelirrojo de forma que no fuese demasiado fuerte o seca para él. Kageyama también se quedó mirándola. Hitoka miró al suelo, dando las indicaciones indirectas de que sabía algo que los chicos no, aunque ninguno prestó atención a lo que hacía o dejaba de hacer la rubia. Imari tragó saliva. 

—No voy a ir al campamento. 

Kageyama frunció el ceño e hizo una mueca, pero no dijo nada, al contrario que Hinata que se quejó y preguntó incansablemente por qué no iba a ir, aunque Imari tenía la sensación de que la noticia le había molestado más a Tobio. Habían seguido hablando después de las sesiones de estudio, y posiblemente ambos ya se consideraban amigos. Eso le había hecho pensar que, aunque era relativamente cercana con Sugawara—hizo una mueca, su apellido era muy largo—, no sabían mucho el uno del otro, por lo que su relación con Kageyama había avanzado más rápido a pesar de su comienzo tardío. 

—¡Imari–san, tienes que ir, no puedes perderte el campamento!—gimoteó Shouyou mientras movía a la chica por los hombros, lloriqueando por todo lo alto. 

—No soy manager—dijo en tono bajo, cansada por el zarandeo—, ni siquiera estoy oficialmente en el club. No puedo ir. 

—¡Pues apúntate! 

—No quiero. 

—¿Por qué no?—Hinata subía cada vez más el tono e Imari se cansaba más de ello, pero se contuvo para no devolverle los zarandeos con un poco más de agresividad. Suspiró otra vez y se apoyó en el respaldo de su silla. 

—Hay que hacer un montón de cosas para ser manager, y me da pereza. Si de mí dependiera os moriríais de sed a la semana o no habría toallas limpias. 

Hinata pareció tomárselo en serio, pero la campana que anunciaba el principio de la tercera hora interrumpió cualquier cosa que fuese a replicar o añadir. Volvió a gimotear y salió de la clase sin decir más. Kageyama lo siguió, no antes de mirar a Imari e insinuar que, seguramente, le mandaría un mensaje pidiendo detalles. Ambos sabían que, o le iba a costar más tiempo del que faltaba para que empezase el campamento, o no sacaría nada de ella en absoluto. 

egoist「wagamama 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora