Capítulo 4

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A las once en punto Mimi pulsó el botón del ascensor para subir al ático y un momento después salió a un pequeño vestíbulo. Frente a ella había una puerta de roble tallado entre bruñidos paneles de la misma madera. Cubría las dos paredes próximas al ascensor un papel de complicados dibujos y de un lujoso material crema, sobre un revestimiento de roble oscuro. Junto a la puerta había una mesita con un jarrón de fino cristal, que contenía un ramillete de flores. El efecto era cálido y sensual.

Mimi tocó el timbre y esperó.

Ana Guerra abrió la puerta poco después y Mimi enseguida hizo una rápida valoración visual. El pelo de la primera hija estaba mojado de la ducha, lo había arreglado con los dedos y le caía por delante de la cara. Llevaba una bata de seda azul casi suelta, que llegaba por la mitad del muslo. Tenía las piernas desnudas y Mimi se dio cuenta de que no llevaba nada debajo del fino tejido. La parte delantera se abría y dejaba ver las suaves curvas internas de ambos pechos, y las leves marcas de los pezones no pasaban inadvertidas. En el aire flotaba un aroma de vainilla.

A Mimi la asaltó la ardiente sensualidad que había percibido en la fotografía que le había enseñado Ryan antes, una sensación tan poderosa que casi era tangible. Le escocía la piel y procuró no desviar la mirada de los ojos de Ana. Habló en tono neutro.

—Soy la agente Doblas, señorita Guerra. Volveré cuando esté lista para la reunión. Sólo tiene que llamar a la sala de mando...

—No voy a estar disponible más tarde— Ana la interrumpió, valorando atentamente a la agente que tenía la misión de cuidarla. Sin duda, era una sorpresa. Vestía el consabido traje, mucho mejor cortado que los de la mayoría, de tejido importado. El cabello rubio lucía un peinado a la moda. Llevaba una chaqueta cruzada de tonos carbón abierta y bajo ella una fina camisa de lino blanco, que revelaba un busto bien desarrollado y una cintura esbelta. Los pantalones con cinturón estilizaban sus musculosos muslos. Miriam Doblas, con sus profundos ojos verdes y sus rasgos cincelados, formaba un conjunto muy atractivo. Además, la agente o era irreprochablemente heterosexual o era lo que aparentaba ser: una lesbiana a la que no le importaba que los demás lo supieran.

Ana estaba intrigada.

—Tiene que ser ahora o la semana que viene—continuó la primera hija, disfrutando del control de la situación. No había posibilidad de que la nueva agente al mando esperase ni siquiera unas horas para hablar del programa, y Ana lo sabía.

—Ahora me viene bien—asintió Mimi gentilmente. No quería iniciar una lucha de poder por asuntos triviales. No necesitaba demostrar su valía de esa forma.

Ana se hizo a un lado e invitó a Mimi a entrar en el espacio abierto del loft de techos altos. Sonrió cuando Mimi evitó con mucho cuidado rozarse contra ella. Todo profesionalidad, pensó para sí.

—¿Tiene nombre propio, agente Doblas?—preguntó Ana, mientras se dirigía a la zona de la cocina. Se agachó para coger dos tazas de los estantes que estaban debajo de la isleta, muy consciente de que el movimiento permitía una clara visión del interior de su bata.

—Mimi—respondió, con el rostro y la voz inexpresivos. Su mente registró la impresión perfección del cuerpo de la joven. La imagen de sus pechos suaves, de pezones rosados, se implantó en su cabeza para siempre. La estaba provocando, sin lugar a dudas. Aunque no sabía por qué.

Ana se incorporó despacio, buscando alguna reacción en el atractivo rostro de la agente. Le entró la curiosidad cuando no vio ninguna.

—Mimi—repitió con voz ronca—. Precioso. Puede llamarme Ana.

—Procuraré no entretenerla mucho, señorita Guerra—continuó Mimi, cuyo aspecto externo era imperturbable, aunque en su interior se esforzaba por suprimir la insólita inquietud del atractivo físico que la mujer provocaba—. Si repasamos sus planes de la semana, la dejaré tranquila.

Honor (warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora