El bosque estaba en silencio, lo único que se escuchaba era el cantar de los grillos entre la hierba. La luna en su estado creciente apenas iluminaba la copa de los árboles más altos.
Dentro de la casa, todos dormían profundamente, todos excepto un alma que vagaba en sus pensamientos mientras daba vueltas entre las sábanas. Tras intentar durante mucho tiempo conciliar el sueño sin ningún resultado, Selene se levantó intentando no hacer mi un solo ruido para no despertar a nadie.
Cogió su varita y su daga y salió al porche de la entrada, dejando que la suave brisa de la noche meciese su cabello del color del fuego ardiente. Tan solo se escuchaba el ruido las hojas secas de otoño movidas por algún animalillo nocturno.
Se sentó en las escaleras del porche con la mirada perdida. Muchas cosas pasaban por su cabeza, principalmente la preocupación de qué pasaría si no encontraba a lo que le quedaba de su familia, e incluso se preguntaba cómo estarían Nero, Lizbeth y Keira. Aunque la mayor parte del tiempo lo pasaba recordando a Erin, a veces necesitaba a una amiga con la que hablar de sus problemas y desahogarse, o simplemente con la que reír. En general extrañaba su vida tranquila, y aunque ella sabía que podía confiar en Alexander, no era igual que tener a una amiga a la que abrazar.
Mientras la joven bruja miraba hacia la oscuridad del bosque, unas luces azules tintineantes comenzaron a aparecer frente a ella. Pensando que podría ser su imaginación alterada por la falta de sueño, se frotó los ojos, pero al abrirlos siguió observando a esos misteriosos orbes y, aunque un poco asustada, reunió el valor suficiente para levantarse y dirigirse hacia ellos para examinarlos más de cerca.
Cuando ya pudo verlos con detalle, se dio cuenta de que no eran esferas como ella pensaba, sino que eran pequeñas hadas. Aunque un poco sorprendida, Selene había leído sobre ellas en uno de los libros de hechicería de su abuela, pero nunca había visto un hada con sus propios ojos. Según el libro, las hadas eran pequeños seres que les gustaba jugar, todo lo nuevo les parecía interesante y, aunque al principio se podían mostrar tímidas, pronto entraban en confianza y se acercaban si no percibían peligro alguno. Las criaturitas se asomaban entre los árboles tímidas ante la mirada de la bruja. Salían de las flores, de las hojas y troncos de los árboles, de las gotas del rocío que empapaban el suelo del bosque...
—Hola—dijo en tono bajo para no asustarlas, pero cuando dio un solo paso, todas las hadas volvieron a esconderse—. Tranquilas, no os haré daño.
Poco a poco todas volvieron a salir de sus escondites y empezaron a volar al rededor de ella, hasta que una se posó en su hombro con una sonrisita y, al ver que no le hacía daño a su compañera, todas comenzaron a descender.
—Me llamo Selene ¿Y vosotras?—la única respuesta que oyó por parte de estas fue un leve tintineo. Entonces recordó que en el libro ponía que el lenguaje las hadas era demasiado complicado de entender, ya que la frecuencia de su voz era demasiado alta para el oído humano.
Pronto, más confiadas, las tintineantes criaturas volvieron a volar hacia el interior del bosque. Al principio Selene no las entendía, pero cuando ellas comenzaron a tirar de su mano para que las siguiera comprendió sus intenciones. Un poco insegura miró hacia atrás, pensando en que podría perderse fácilmente, pero ante la insistencia de las hadas, cedió y las siguió, adetrandose en la oscuridad.
Tan rápido como sus pies comenzaron a caminar, el bosque se hizo cada vez más claro, luces de colores salían de los árboles y las flores, la tierra latía bajo sus pies, escuchaba cada sonido que producía el bosque, era como un paseo por el cielo, un sitio idílico, un sueño fantástico. Caminaba siguiendo a las pequeñas criaturas que la miraban sonrientes y volaban al rededor de ella. Incluso parecía que la luna menguante había crecido, convirtiéndose en una luna llena que iluminaba el cielo junto a millones de estrellas.
Caminó y caminó, maravillada por todo lo que veía a su alrededor, su mente estaba abstraída, las visiones se hacían cada vez más fuertes y más hermosas. Millones de luciérnagas de colores volaban a su alrededor, las hojas verdes relucían, haciendo que los árboles cobrasen vida.
—Selene—la llamó una voz dulce.
—Selene—susurró otra en su oído.
—Ven con nosotras Selene—una voz femenina reía junto a ella.
—Te divertirás—pronto se dio cuenta de que eran las hadas quienes la llamaban.
Sin saber cómo, se dio cuenta de que frente a ella se extendía un enorme lago con las aguas más cristalinas que jamás había visto en su vida y, dentro de este, pequeños peces luminosos nadaban tranquilos, las algas del fondo desprendía un color verde tan brillante que lograban iluminar el fondo sin a penas esfuerzo.
—Vamos Selene, entra—le dijo una de las hadas que volaba cerca de la superficie.
—Te lo pasarás bien con nosotras.
—Seguro que te gusta nadar.
La chica, sin apenas control de su cuerpo, solo asintió maravillada por tantos colores y se quitó la ropa. Dejó su varita y su daga al lado de sus ropajes y comenzó a caminar lentamente hacia dentro del lago.
—Eso es.
—Ven con nosotras.
—Vamos queda poco—Selene estaba a punto de tocar la orilla del lago cuando de repente.
—¡SELENE!
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La Última Bruja de Salem
FantasyTras el asesinato de su abuela a manos una misteriosa sombra y obligada a abandonar su hogar, Selene luchará por encontrar a su padre y descubrir el secreto que encierra en su interior, para así librar a la humanidad de un gran mal que se cierne sob...