El sonido del violín inundaba la sala.
Mantenías los ojos cerrados y el pelo en la cara, tus manos parecían tener vida propia.
Dejabas atónito a quien te escuchara y enamorado a quien te mirara.
No podía apartar la mirada, tu pasión me dejaba abrumado y tu actuación sin palabras.
Dichosa fuese la que bebiera del elixir de tus labios, afortunada será la chica en la que poses tu mirada, agraciada fuese a la que le dediques tus letras y suertuda la que pueda proclamarse tuya.
La ambigua definición de artista cobró sentido al conocerte.
Eres la definición de arte, la personificación de literatura y la sinfonía traída a la vida.
Venus te envidiaría la belleza y Apolo te definiría como armonía.
De tu boca color cereza sale una dulce melodía y cada cosa que escribas podría considerarse poesía.
Van Gogh pintaría lo azulado de tus ojos y Pablo Neruda describiría tu anatomía.
Camille Saint-Saëns admiraría el sonar de tu instrumento y Monet contemplaría embobado tus pinturas.
Estúpido es quien no admire tu encanto, ignorante quien no comprenda tu arte.
Eres el autor de mi sonrisa, la definición de ensueño traída a la vida, creador de ilusiones y pintor de un sin fin de fantasías.
Richard Grayson eres simplemente arte.