Capítulo 3

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—¡BUENOS DÍAS, ROSS!

Gruñí contra mi almohada antes de lanzársela y fruncí el ceño cuando algo impactó contra mi cama.

—Vete —le mascullé a Naya de mala gana, dándole la espalda.

—¡Es tarde, Ross!

—Nunca es tan tarde como para no dormir un poco más. Cállate.

—¡Venga, Ross Rossi Ross! Vamos, ven a desayunar.

—Déjame en paz.

—¿No vas a venir?

—No.

—Vamos, despierta y...

—Estoy despierto —me giré, malhumorado—. Lo que no estoy es de humor para tont...

—Jen ha venido conmigo —añadió con una sonrisa malvada.

Me quedé mirándola un momento y vi que su sonrisa se ampliaba. Me froté la cara y miré la hora. Era tarde. Vale. Sabía por qué era. Había intentado salir a noche y encontrar alguna chica para llevarme a casa. Había encontrado algunas, pero... de pronto, parecía que me daban placer vacío. Ninguna tenía ojos castaños brillantes —ni un culo perfecto—. Ni siquiera me besé con ninguna. Solo volví a casa y me fui a dormir de mal humor.

Estúpida Jen.

—Bueno —me estiré—, haré el esfuerzo.

—Claro que lo harás —ella soltó una risita—. Esperaba encontrarme una chica aquí.

—Tú eres una chica y estás aquí —me incorporé, mirándola—. Enhorabuena. La has encontrado.

—Qué gracioso eres.

La ignoré y fui a la cocina, donde vi a Jen charlando con Will. Joder, ¿por qué siempre se veía tan bien? Igual debería verla recién levantada, menos atractiva. Así se me pasaría esa obsesión rara que estaba desarrollando.

Aunque pensar en ella despertándose en mi cama, precisamente, no provocaba sentimientos de rechazo en mí.

—¿Quién la ha dejado suelta por la casa? —protesté.

Me deslicé junto a Jen, que sonrió divertida.

—Oye —Naya se cruzó de brazos—, que no soy un perro.

—No, eres peor. Un mosquito molesto —abrió la nevera tras sacarme el dedo corazón.

—¿No hay nada para desayunar? —Naya empeoró su mueca.

—Claro que hay algo —sonreí ampliamente—. Pizza fría, agua tibia y cervezas. Un desayuno rico en proteínas.

Hubo un momento de silencio cuando me giré hacia Jen para ver si estaba sonriendo. Lo estaba haciendo con la mirada clavada en la barra. Bien. Estaba a punto de sonreír cuando noté que Will me miraba demasiado significativamente como para no irritarme.

Le puse mala cara cuando sus ojos se desviaron hacia Jen y luego a mí de nuevo para después sonreír maliciosamente. No, capullo. Le puse mala cara, pero no sirvió de nada.

—Ross, ve a comprar algo —me dijo.

—¿Y por qué tengo que ir yo? —no quería irme tan pronto, ni siquiera había hablado con ella.

—Porque siempre lo hago yo.

—¿Y por qué no lo hace Sue?

—Yo desayuno mi helado —protestó ella.

—¿Desayunas helado? —Jen puso cara de asco.

Vi que la mirada asesina de Sue se clavaba en ella y se le enrojecían las mejillas. Sacudí la cabeza, atrayendo la atención de nuevo.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora