Capítulo 4

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Miré a Will y Naya besándose como si no hubiera un mañana... y solo pude formular una pregunta:

—¿Dónde está Jen?

Naya se separó y me dedicó una mirada de advertencia.

—Déjala en paz —me advirtió.

—¿Eh? —me hice el ofendido.

—Ya me has oído, Ross. Estoy harta de que me espantes a las amistades. Ya lo hiciste con Lana.

Y dale con Lana. ¿Desde cuándo a nadie le importaba que se hubiera ido? ¡Ni siquiera habían hablado de ella en meses!

—Naya... —intentó decirle Will.

—No, cariño, sabes que es verdad.

—No, no lo es —aclaró Will—. Creo que esta vez no lo es.

Hubo un momento de silencio. Naya me miró fijamente y yo me revolví, incómodo.

—Oh —dijo, de repente, y su mirada se iluminó—. ¿En serio? Nunca creí que... bueno... oh, ¡me encanta! ¡Voy a mandarle un mensaje y a...!

Se detuvo cuando su móvil vibró y sonrió ampliamente.

—¿A que no adivinas quién me ha preguntado qué estoy haciendo porque está aburrida, Ross?

—Dile que voy a buscarla —murmuré, poniéndome de pie.

Llegué a la residencia poco más tarde y bastante más emocionado de lo que quería creer. Admito que me sorprendió un poco ver a Jen hablando con Chrissy.

Además, cuando se apoyaba en el mostrador se le levantaba el jersey y tenía una vista panorámica de su culo perfecto. Me deleité un momento antes de acercarme.

—...conciencia porque duermas en la calle —estaba murmurando Chris.

Fruncí el ceño. ¿Dormir en la calle? ¿Quién? ¿Jen? ¿Teniendo yo esa cama tan grande?

Sí, claro.

Y, entonces, ella pronunció las palabras mágicas para darme una excusa para tocarla.

—No te imaginas lo que necesito un abrazo ahora mismo.

Vi que Chris hacía un ademán de abrazarla y aceleré el paso. De eso nada. Ese abrazo era mío.

Noté que se tensaba cuando la rodeé con los brazos por la cintura y le puse una mano en el estómago. Estaba más duro de lo que habría imaginado. ¿Hacía ejercicio?

No me importaría mirar una sesión.

Jen levantó la cabeza, sorprendida, y su pelo me rozó la mandíbula. Se quedó mirándome con los muy abiertos.

—¿Y por qué no me lo pides a mí? —miré a Chris porque mirarla a ella me estaba empezando a poner un poco nervioso—. Hola, Chrissy.

Él dijo algo, pero yo estaba a millas de escucharlo cuando noté que Jen ponía una de sus manos sobre la mía. Mi brazo entero se tensó, pero ella ni siquiera se dio cuenta. ¿Cómo podía no notar ciertas cosas cuando era tan estúpidamente obvias?

—Vale, Chrissy —le dije al ver que había terminado, mirándola solo a ella—. Bueno, ¿de qué hablabais? ¿De los condones con sabor a mora?

Lo malo fue que Jen se separó un poco. Lo bueno fue que sonrió, sacudiendo la cabeza.

—¡Eso son secretos de la residencia! —me increpó Chrissy.

—No puedes pretender dar condones de sabores por el campus sin que se entere todo el mundo.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora