Capítulo 21

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Frené el coche bruscamente, todavía medio perdido, y me quedé mirando la casa que tenía delante.

Sinceramente, no estaba muy seguro de qué hacía ahí. O de qué pretendía ganar entrando. Pero... por algún motivo... aquí estaba.

Salí del coche con una extraña sensación de ansiedad creciéndome por el cuerpo que solo había sentido unos meses atrás, al volver de Francia. Me froté la sien con una mano, dolorido, y llamé al timbre de la casa de forma bastante impaciente.

Apenas habían pasado unos segundos cuando una chica que no había visto en mi vida abrió la puerta y me miró con cierta sorpresa.

—¿Dónde está Vivian? —pregunté directamente.

Ella dudó visiblemente antes de apartarse y señalar las escaleras. Me dirigí a ellas sin dudarlo y las subí en unas pocas zancadas, evitando deliberadamente a la gente que intentó detenerme para decirme algo de la estúpida película. Si eran amigos de Vivian, seguro que me conocían. Y ahora mismo no estaba preparado para una conversación sobre nada.

Abrí la puerta del fondo, la grande, y vi que Vivian estaba rodeada de amigos, sentada en una bañera de hidromasaje grande y redonda. Tenía una copa en la mano y el pelo atado para que no se le mojara. 

Casi al instante en que entré en la habitación, ella levantó la cabeza y su mirada se iluminó al verme.

—¡Ross! —exclamó alegremente—. ¡No sabía que fueras a venir! ¿Por qué no te metes con nosotros en...?

—Necesito hablar contigo.

Mi tono de voz hizo que su expresión cambiara a una más seria. Especialmente cuando hizo un gesto a sus amigos, que se apresuraron a salir de la bañera como corderitos y dejarnos solos, cerrando la puerta.

Cuando lo hicieron, ella me indicó con un gesto que me metiera en el agua con ella.

—Puedes meterte en ropa interior —sugirió al ver que iba completamente vestido.

—No, gracias.

—También puedes meterte sin ropa —sonrió.

Intenté no ponerle mala cara, pero no lo conseguí.

—No estoy de humor, Vivian.

—¿Qué te pasa? Ven aquí.

Suspiré y me acerqué al borde de la bañera, sentándome ahí. Ella me sonrió, apoyándose con los brazos a mi lado para mirarme.

—¿Algún problema con la película nueva? —sugirió.

Sí, había firmado un contrato para una película nueva. Y sí, ya se lo había dicho a todo el mundo. Pero no, ese no era precisamente el motivo de mi enfado.

—No es eso.

—¿Algún problema con esa chica? —enarcó una ceja, mirándome.

No me gustó mucho cómo pronunció esa chica, pero me limité a suspirar.

—Algo así.

—¿Quieres hablar de ello?

—No, la verdad es que no.

Hubo un momento de silencio en que le dediqué una mirada significativa. Ella me sonrió, como si entendiera lo que quería decirle, y se puso de pie.

Creo que la intención era que mirara su bikini —seguramente carísimo— pero la verdad es que no podía estar más descentrado. 

En mi cabeza no había lugar para bikinis caros, o chicas rubias explosivas. Solo para una chica de ojos castaños brillantes... besando a mi hermano.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora