No me sorprendió que Jen no estuviera cuando abrí los ojos. Siempre salía a dar brincos por las mañanas, cosa que no terminaba de entender. Con lo cómodo que era quedarse en la cama...
Me froté los ojos y estuve a punto de salir de la habitación directamente, pero me detuve justo a tiempo para recoger unos pantalones de algodón y ponérmelos. Hubiera sido gracioso salir sin nada puesto. Sonreí ampliamente y crucé el pasillo. Will, Sue y Naya ya merodeaban por la cocina.
—Buenos días —los saludé alegremente.
Los tres se quedaron mirándome fijamente, confusos.
—¿Por qué estás de tan buen humor por la mañana? —preguntó Naya, entrecerrando los ojos.
—¿Por qué no? Hoy hace un día precioso y soleado. Incluso Sue me parece preciosa.
Ella me puso una mueca, pero dejó de hacerlo cuando le sujeté la cara y le di un beso sonoro en la mejilla. Se apartó de un salto, asqueada y frotándose la mejilla, mientras yo me reía a carcajadas.
—¡Qué asco! ¡Como vuelvas a hacer eso, te clavo la cuchara en un ojo!
La ignoré completamente y rodeé la barra para sentarme en uno de los taburetes. Sue comentó algo sobre no tener un desayuno decente y tanto ella como Naya se pusieron a rebuscar en los armarios. Las observé distraídamente hasta que noté que Will se detenía a mi lado, mirándome fijamente. Dejé de sonreír.
—¿Qué? —pregunté, confuso.
—Nada.
—¿Nada?
—Solo te analizo.
—¿Y qué analizas, exactamente?
No respondió por unos instantes. Entonces, se cruzó de brazos.
—Supongo que no sabrás por qué Sue me ha gritado que no vuelva a echar un polvo en el cuarto de baño en medio de la noche, ¿no?
Me llevé una mano al corazón al instante.
—¿Yo? ¿Qué? ¿De qué me estás hablando?
—Creo que lo sabes muy bien.
—No tengo ni la más remota idea, querido Will. Pero hacer eso en un piso compartido es una verdadera falta de respeto. Debería darte vergüenza.
Él abrió la boca para decir algo, pero se calló cuando vio que Naya cruzaba el pasillo, enfadada. Sue sonreía malévolamente.
—¿Qué le has dicho ahora? —le preguntó Will, frunciendo el ceño, antes de seguirla.
Sue y yo nos quedamos en silencio unos segundos en la cocina. Ella estaba de brazos cruzados. Al parecer, no había encontrado nada para desayunar.
—¿Te puedes creer que echaron un polvo en el cuarto de baño? —me preguntó, irritada—. Voy a tener que desinfectarlo durante una hora.
—Qué poco respeto. Me parece indignante.
—¡Lo sé! —espetó, echando una ojeada frustrada al pasillo.
Justo mientras bostezaba ruidosamente, escuché la puerta abrirse. Miré a Jen al instante, que se había acercado con unas bolsas de comida. Pero no me centré en eso, sino en las mallas y el sujetador deportivo y ajustadito. Mhm...
¿Por qué había tardado tanto en pedirle que viniera a vivir conmigo?
***
—Jackie, te he dicho esa —mamá me miró con confusión—. ¿Por qué estás tan distraído hoy? ¿Qué te pasa?
Dejé la caja donde la había encontrado y fui a por la otra. ¿Cómo podía pesar tanto un maldito cuadro? Resoplé y lo dejé en la sala principal mientras ella me seguía.
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Tres meses
RomanceTERCER LIBRO Jack Ross y el compromiso nunca se habían llevado bien. Cosa que, siendo sinceros, le había facilitado muchas situaciones en la vida. Sin embargo, algo cambió cuando conoció a Jenna, sus ojos castaños brillantes y su sonrisa tímida. Per...