P8: El brindis.

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—¿Te gusta?—cuestionó Richard sin soltar la mano de Celina un solo momento. Los ojos grises de la muchacha estaban fijos en la mesa para dos que tenía frente a ella.

Celina Piedret sólo había visto esas cosas una vez. Y ni siquiera las había vivido; se había conformado con verlas a través de una pantalla pero si eso le emocionaba, realmente lo que sentía en ese momento era algo completa más elevado.

Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios, se giró sobre su propio eje y se aferró al cuello de su marido mientras él la miraba a los ojos fijamente con una hermosa sonrisa instalada en los labios. Amaba la sonrisa de Richard. Estaba convencida que era la octava maravilla del mundo. Ella le sonrió antes de dejar un casto beso sobre los labios del muchacho que recibió más que feliz aferrándose a la cintura de la muchacha.

Le parecía que estaba viviendo un sueño y todavía no terminaba de comprender que era lo que iba a pasar cuando tuviese que despertar. Pero ya tendría más tiempo para pensar en eso después, sólo por esa noche quería olvidarse del mundo entero y concentrarse por completo en él. En el muchacho que desde que había aparecido en su vida no había hecho más que ser un ángel. ¡Su ángel!

—¿Estás bromeando, cierto?—cuestionó ella a modo de respuesta apoyando su frente en la del muchacho. El corazón de Richard tembló de felicidad dentro de su pecho.—Eso es sin duda alguna lo mejor alguien ha hecho por mí en toda mi vida, Richard...te lo juro...

—No tienes que jurarme nada, mi amor.—respondió él volviendo a besarla.—Me gusta la idea de saber que fui el primer hombre que tuvo un detalle lindo para ti y que supongo que eso quiere decir vas a recordarlo siempre...—bromeó. Celina rio.

—Pues claro que voy a recordarlo siempre.—replicó de inmediato.—Tendría que estar demente para no hacerlo...

Richard rio en voz baja y luego con todo el dolor de su corazón se apartó de ella para conducirla a mesa. Tiró de la silla para que ella se pudiese sentar y una vez que comprobó que todo estaba en orden tomó asiento frente a ella sin dejar de ofrecerle esa sonrisa que hacía que todo el cuerpo de la chica estuviese en alerta.

La dulzura de Richard combinada con la varonil belleza que él poseía era capaz de derribar cualquier barrera invisible que ella hubiese construido para protegerse. Porque al final de cuentas ya no le importaba protegerse contra él. Richard parecía ser el ser más maravilloso que habitaba la Tierra y él nunca iba a lastimarla. Eso lo tenía más que claro.

—Realmente me da mucho gusto saber eso...—murmuró ofreciéndole media sonrisa.

—Entonces señora Camacho... ¿está usted lista para disfrutar de nuestra última noche de luna de miel en Sonoma?—cuestionó depositando un pequeño beso sobre sus labios que la hizo estremecer de pies a cabeza.

Celina le sonrió.—Más que lista...

No podía terminarse de creer que ese chico romántico que era todo atenciones con ella era el miso muchacho que había aparecido en su casa unas semanas antes para ofrecerle su ayuda. A Celina todavía le parecía una completa locura la manera en la que todo había sucedido pero prefería mantenerse sus pensamientos para sí misma. No quería decir nada que pudiese arruinar el momento de felicidad que estaba experimentando en ese momento.

Richard retiró lentamente la silla frente a la mesa para que ella pudiese tomar asiento. Dejó un pequeño beso sobre su cabeza una vez que ella estuvo en su lugar y luego tomó asiento frente a ella sin dejar de sonreírle en ningún momento.

El corazón de Celina realmente no podía más y estaba muy segura que en cualquier momento iba a desmayarse.

—Yo no sé mucho de vinos pero el chef que muy amablemente ha preparado la cena para nosotros esta noche me ha dicho que este es el mejor vino que tenía en su colección...—anunció él retirando el corcho de la botella de vino. Celina se quedó en silencio observándolo mientras él vertía un poco de la bebida violeta en la copa de vino.

SE BUSCA ESPOSA ¡URGENTE! (SSB #5)|RICHARD CAMACHO|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora