Pero y si...

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No sé si os habrá pasado que, al despertaros, estáis tan a gusto que quieres que ese momento dure para siempre. Así estaba yo.

Con la ventana abierta entraba el fresquito mañanero, me tapaba con la manta hasta las orejas y estaba de lado, mirando hacia el balcón, con las manos debajo de la almohada. Siempre duermo en la misma posición porque me parece la mejor, pero hoy especialmente estoy más que a gusto.

Y por si fuera poco lo que me había despertado era Bóreas que se había subido a la cama y me estaba lamiendo la cara.

Esto es felicidad.

Reí un poco y saqué una mano para acariciarlo. Tenía el pelaje muy suave y bajó la cabeza para que le rascara detrás de las orejas. Es que es su punto débil.

¿Cómo se le puede querer tanto? Fácil, es el mejor perro del mundo.

- Buenos días para ti también- dije con la voz dormida.

Mi galgo me empujó con la cara para que me levantara.

- Ya, ya, bonito, si ni siquiera ha sonado la alarma y ya quieres salir de paseo- dije riendo y me volví a colocar.

Froté mi cara contra la almohada y me respondió el tacto de las sábanas que tanto me gustaban.

Veréis, no sé si os pasará, pero yo no soporto el tejido de muchas sábanas. Es como que las toco y siento que está todo mal, me chirrían los dientes y me da repelús.
Me pasa lo mismo cuando voy a comprar ropa o con el terciopelo.

Simplemente no puedo usarlo porque no lo soporto, está todo mal, es terriblemente incómodo y muy estresante.

Entonces mi madre me compró unas sábanas especiales que son como de seda, pero sin serlo, que costaron caras y de vez en cuando no pierde la oportunidad para recordármelo.

Billy tiene un juego en su casa para cuando me quedo.

Todas son del mismo color: beige.

Me gusta el beige.

No es tan llamativo como el amarillo ni brillante como el blanco.
Es beige.

Las paredes de mi cuarto también eran beige. De hecho, todo mi cuarto era beige porque es un color que me calma.

Dispuesta a seguir disfrutando de mi cama hasta que sonase la alarma, me arropé y le pedí a Bóreas que se sentara.

Pero no me hizo mucho caso.

- Venga, chico, siéntate y descansemos.

Él seguía insistiéndome.

No sé que le pasa hoy si normalmente se sabe de memoria los horarios. Ni antes ni después, a la hora.

Algo extrañada me incorporé un poco y vi que hora era.

Las diez y media.

¿¡QUÉ!?

Madre mía, madre mía, madre mía.

Iba con tres horas de retraso.

¿¡Cómo es posible que haya pasado esto!?

Ahora todo iba a ir mal, ya no me daba tiempo, tendría que dejar cosas para mañana, mañana tendré que dejar cosas para pasado y así en un bucle infinito que me llevará directa al caos, el caos llegará a septiembre, no entraré en la universidad, mis padres me odiarán y tendré que trabajar con Steve y con tres ataques de pánico al día en ese sitio.

Respira.

Cogemos, soltamos.

Todo va a salir bien.

Stranger girl {Billy Hargrove}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora