Qué curioso es que me sienta como me siento: como una mierda. Desde hace tiempo ya no busco culpables, siempre sé que soy yo quien se hunde a sí mismo. Como he dicho antes, soy mi peor enemigo, me pregunto cada noche si valió la pena regresar a esta vida de nuevo, algún motivo habrá.
Me torno iracundo contra mí mismo cuando todas las cosas que van excelente empiezan a salir mal con una simple pregunta, ¿acaso no es suficiente sufrimiento odiarme a mí mismo? ¿Es necesario tener que hacerme caer a palazos y rematarme en el piso? Son preguntas que se han vuelto tan normales como mis ganas de desprenderme de mí mismo. En su tiempo fui lo mejor que pude tener pero ahora lo dudo, siento que no quiero volver a verme a mí mismo nunca en la vida, dejar de ser como soy, por voluntad o a la fuerza, de cualquier forma... Solo quiero alejarme de mi propio ser. Muchos me dirán que mi odio hacia mí mismo es irracional, que estoy cerrando mi mente a pensamientos insanos y negativos, pero yo les digo: ¿qué harían ustedes si descubrieran que la persona que siempre los hunde en su mejor momento eres tú mismo? Nadie se perdonaría tal fechoría. Querrían de inmediato odiarse y dejar de ser ustedes, abandonarse, o en el peor de los casos, entregarse a fuerzas mayores.
Lo peor que llego a pensar es que esto no es temporal, sino intermitente. Alcanzo la felicidad y siempre hago algo para sumirme en la desgracia y la tristeza otra vez, con cualquier cosa, insignificante o importante, siempre destruyo la felicidad que me da de una forma inhumanamente rápida. La razón de mi odio soy yo mismo. Vivo en una tormenta que parece no tener fin, aunque encuentre la calma con mi luz o me reconcilie temporalmente conmigo mismo, siempre cometeré el mismo error una y otra vez... Qué desdicha. ¿Quién pensaría que alguien tan creativo estuviera sumido en tanta oscuridad? Como todo artista hago arte con mis lágrimas, plasmo escenarios con mi ira, escribo con mi tristeza y me pongo a pensar: ¿cómo llegué hasta este punto?
No me arrepiento de hacer lo que hago para calmar mis mares, de lo contrario, ya estaría deshecho de no hacer esto. Todas mis cargas me estarían matando, asfixiando, y no tendría salvación, nadie sin el arte la tendría. Siempre que me envío directo al infierno lo pinto de colores para hacer más amena mi estadía y luego busco la forma de salir. Siempre salgo, pero siempre vuelvo a caer.
Benditos aquellos que nunca se han conocido, que viven ignorantes de sí mismos, no han sufrido del terrible destino de vivir con tu peor enemigo dentro de ti y, peor aún, que seas tú mismo.
Y si alguna vez tocan su propia puerta y deciden charlar con ustedes mismos les deseo suerte, pues, no todos logran salir vivos de ahí. Y si alguien sale de allí nunca, les digo, nunca será el mismo...