Un mes ha pasado desde la última batalla con esa terrible voz que no puedo olvidar. No he vuelto a escucharla desde aquel entonces y he disfrutado de esta libertad que hoy me llena por dentro, tal vez eterna, tal vez temporal, pero la tenía.
Recientemente había empezado a realizar ejercicios de meditación, mi mantra preferido es «me vale verga quién tú seas, si estás dentro de mi cabeza te puedo dominar» Y vaya que sí funcionaba. Por fin gozaba de días más tranquilos y menos agobiantes para mí sin importar que hiciera o me pasara. Sentía que por fin era feliz. Todo esto solo podía mejorar más y más... Pero lamentablemente no fue así.
Dentro de mí empezaba a nacer un sentimiento de culpa o tal vez otra cosa, aún no sabía qué carajo era pero me empezaba a atacar. Inmediatamente empecé a meditar. Diez minutos y nada; quince minutos y nada. Empecé a recitar mi mantra cuando otra voz apareció.
— ¿En serio crees que eso te salvará de nosotros? ¿Una simple frase motivacional? Estás tan sumido en tu desgracia que crees que cualquier frase medianamente motivacional te ayudará. –Dijo la voz sin pausa. Yo solo podía pensar en lo que dijo. ¿Nosotros? ¿A quién se refería cuando dijo eso?
Las horas pasaron y salí a comprar el pan, luego di un paseo. Caminar por las calles de la ciudad me hacían olvidar mis problemas y el reciente encuentro con esa voz tan rara. ¿Por qué me sentía agobiado después de tanto tiempo? Tristemente, esa pregunta aún no tenía respuesta. Luego de caminar un poco más fui al parque. Llegué al centro del mismo, una hermosa fuente circular yacía en el ce
ntro, imponente y hermosa, con una estatua de poseidón que expulsaba agua por las manos, vaya idea. Alrededor de la fuente había unas cuantas bancas de madera, me senté en una de ellas y comencé a contemplar la fuente. La gente caminaba a mi alrededor, me parecía asombroso y envidiable la capacidad de esa gente de vivir una vida normal, se les notaba en el rostro que tenían bellos momentos de felicidad, también los tengo pero no son como deberían ser. Estaba empezando a caer, así que continué observando la estatua y esa bella fuente. Pasaron las horas y la paz comenzaba a llegarme, la naturaleza siempre me otorgaba esa salida de mi triste vida.La noche al fin llegó y decidí que era momento de irme, me levanté, le di un último vistazo a la fuente y caminé a mi casa con tranquilidad. Las tiendas empezaban a cerrar, a estas horas de la noche las personas solo pensaban en descansar, llegar a casa con su familia y toda esa porquería bonita. Mientras caminaba escuché una voz, parecía estar llamándome, al voltear vi a una chica, como de un metro sesenta de altura, de una bella piel blanca, un poco robusta, cabello corto y de un color castaño que era imposible de no mirar, y sus ojos eran de un color café como ninguno; me acerqué y le pregunté que necesitaba.
— Las barras de seguridad de la tienda no bajan, parecen estar trabadas. He usado todas mis fuerzas. –Dijo la chica, un poco cansada– ¿Podrías ayudarme?
Sin duda alguna procedí a ayudarla, mi vida es un asco pero sigo siendo amable. Hice mi primer intento y las barras no cedieron, luego de dos intentos más decidí subirlas de nuevo y bajarlas con todas mis fuerzas, casi se traban de nuevo pero la velocidad me ayudó y al final pude cerrarlas.
— ¡Te lo agradezco mucho! –Dijo la chica con una expresión de alivio en su rostro–
— No hay de qué. Una buena obra equilibra todo una vida. –Dije con cierta satisfacción– Que tenga una buena noche.
Luego de continuar con mi camino pude llegar a casa al fin, ponerme cómodo y al fin descansar. A pesar de ser este un día diferente e inspirador, no podía bajar la guardia. En cualquier momento mis ánimos podrían caer por el suelo y la peor parte es que podía pasar cuando menos lo espere.