El comienzo de mi calma.

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  — ¿Cómo estás tan seguro de que nadie me escuchará? Hay personas viviendo al lado.

  — Eres tan incrédulo. –Exlcamó la voz dentro de mí– Estás hecho un desastre, derrotado, abatido y sin energías, ¿crees que gritarías lo suficientemente fuerte para que alguien te escuche? Las paredes de tu mente son muy gruesas, nada sale, nada entra, es sencillo. Vamos, grita, nadie te oirá, estás tan triste que ni tus ángeles pueden ayudarte. ¿Tu luz? Intenta, vamos, cuando menos lo esperes dejará de brillar; todo el mundo te dejará a tu propia suerte. ¿Sientes eso? ¿Ese vacío dentro de ti? Es la causa de ti mismo, acabas de saborear la realidad y no te gustó, nunca te gusta.

  — Silencio. –Dije con una voz temblorosa y con cierta duda– No sabes nada, nada de nada.

  — ¡Oh! ¿En serio? Tu semblante te delató, amigo mío. Ya estás en el abismo, en lo más profundo de él. Estás cubierto de tu miseria, de toda tu maldita miseria y salir te costará caro, muy caro. Querrás salir desesperadamente pero no podrás. Cuando empieces a escalar resbalarás tantas veces que salir te parecerá inútil. Desistirás y te convertirás en un hueco más, en un cadáver caminante, será entonces cuando me proclamaré ganador y reclamaré tu consciencia como premio. Me oirás siempre, te torturaré siempre, no te daré descanso alguno. Querrás morir y a esas alturas no habrá nada que puedas hacer para detener lo que sucederá.

  Me quedé sin palabras ante tal declaración, mi mandíbula temblaba, mis manos estaban heladas, me sentía muerto, no podía creer que esa voz estuviera dentro de mí. ¿Soy tan capaz, acaso, de destruírme tanto desde dentro? No podía precisarlo pero debía encontrar respuestas, esto no podía quedarse así, sin importar qué tan hundido estaba, tenía que encontrar respuestas para salir de aquí.

  — ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué haces miserable mi tarde? ¿Qué he hecho?

  — No has hecho nada. –Dijo la voz sin dudar– Precisamente por ello estoy aquí, demostrándote lo inútil que eres, lo débil que eres ante todo. Mírate, encerrado solitario en tu propia casa y en tu propio ser, no tienes oportunidad de nada. Nada de nada. Eres basura y no podrá lograr nada en tu vida. Tus sueños se desvanecen con cada parpadear de tus ojos. ¿No lo ves? Allá donde los sueños y la voluntad se unen hay ahora una frontera, mi frontera, mientras yo exista dentro de ti no lograrás nada.

  Me estremecí cuando oí sus palabras, mis palabras... Sabía que se equivocaba pero a la vez tenía razón. Empecé a confundirme mucho, no sabía qué podía y qué no podía hacer. Me sentía atrapado... Sin ayuda... Pero sabía que debía continuar.

  Pensé por un momento en aquello que podría ayudarme a salir bien parado de este caos. Pensé, pensé y pensé, y allí estaba, ¡por fin encontré la respuesta que buscaba!

  Era muy simple: Si esa voz desalentadora y abrumadora era parte de mí, era yo, quien mejor podía detenerla era yo mismo, usando cualquier medio posible. Esa voz me conoce muy bien pero, si es parte de mí, entonces yo también la conozco muy bien. Lo medité, lo planeé y lo ejecuté. La debilidad letal de esa voz abrumadora era clara: Debia salir de esta caótica prisión que yo mismo creé, debía destruír mi fortaleza de la soledad, pues allí moraba mi voz, la que tanto daño me causaba.

  Después de tomar aliento profundamente decidí salir. Sentí el sol en mi piel, su calor, su agradable calor, y despejé mi mente contemplando lo más simple de la naturaleza. Mi mente dejó de pensar y esa voz, esa terrible voz, arrojó gritos ahogados antes de morir en el olvido temporal que me otorgaba la meditación y la contemplación de la naturaleza. Después de tanto me dejó de atormentar. La paz al fin estaba conmigo y pude respirar otra vez.

  Sin embargo, no importaba qué tan bien me sentía o qué tanta paz tenía, esa voz volverá, y lo hará con el único fin de golpearme más fuerte, golpearme mucho más fuerte. Pero esta vez estaré preparado.

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