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Por la mañana, a primera hora como lo había dicho Kenneth, me levanté y las dos mujeres ya me estaban esperando. Sus miradas eran diferentes el día de hoy, antes me miraban sin expresión alguna, como si yo no les importara en lo absoluto, pero ahora me miraban con rabia, trataban de disimular un poco, pero supongo que era demasiada rabia la que llevaban dentro de sí mismas que no podían controlar sus expresiones faciales. Lo entiendo, entiendo por qué están enojadas conmigo, si yo no supiera la verdad, también lo estaría, pero pronto lo entenderán todo.

Me di un baño y al salir me volvía a esperar otro maldito vestido color violeta, pero, solo pude rodas los ojos y dejar que me ayudaran a ponérmelo, me peinaron y me pusieron una estúpida corona de laureles dorada. 

Kenneth no había pedido mi presencia en el interrogatorio, pero yo necesitaba ir

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Kenneth no había pedido mi presencia en el interrogatorio, pero yo necesitaba ir.

—Llévame a la sala de interrogatorios -le ordené al soldado que estaba afuera de mi puerta y me aseguré de que no fuera el que había sido amenazado anoche

—No puedo llevarla, princesa, solo el general y soldados pueden estar ahí

—No te estoy preguntando si puedo o no, te estoy ordenando que me lleves -me crucé de brazos -¿Tengo entonces que ir por mi cuenta?

—N-No, princesa

—Llévame, ahora

—Entiendo

No estaba muy convencido, pero al final terminó por guiar el camino, el cual, no era dentro de la casa, era afuera, en el cuartel de los soldados, lo cual fue incomodo porque en la entrada el soldado anunció mi presencia haciendo que todos los demás soldados formaran dos filas a mis lados, dejándome camino por en medio de todos ellos. Me sentía observada, pero no podía dejarme intimidar por todas esas miradas.

Pasé por los pasillos fríos y llegué hasta una sala donde el soldado anunció mi presencia.

—Princesa, no puede estar aquí, este no es lugar para ti -fueron las primeras dulces palabras que me dio el general en cuanto me vio

—Quiero ver el rostro de esos hombres por última vez

Miré a la persona que estaba interrogando y Scott me miró con odio. Si no fuera líder de este grupo, seguramente hubiera sido un buen actor, tiene potencial.

—Está bien -terminó aceptando y dio la orden de que el soldado que me escoltaba saliera de la habitación

Ahora solo estábamos, dos soldados, Kenneth, Scott y yo.

La habitación era de paredes de cemento frío, sin ventanas como en las películas, con una mesa de metal en medio, una silla de metal y unas esposas pegadas a la mesa para poder amarrar a los prisioneros sin que pudieran escapar.

—Dime todo lo que sepas de los demás grupos -comenzó Kenneth

Pero Scott solo sonrió de lado, con una sonrisa irónica.

La Resistencia (ParkJimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora