VIII. Wolves, John.

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John llevaba días echando las viseras por la boca, era tan repugnante verle que pocos se animaban a visitarle en aquella vieja choza ahumada, el propio Arthur había  evadido el si quiera rodear aquel lugar. Inconscientemente evitaba pisar aquel camino en medio de la nieve porque sabia que le llevaría a esa casa. No quería acercarse ni un poco, el ver a Abigail forcejear con las bacinicas oxidadas le causaba conflicto; no porque desease ser el principal encargado de vaciar el agua con sangre y vomito que el herido John pudiese eyectar. Si no porque esa mujer le volvía loco, no podía oler su esencia aceitosa ni un poco porque esa misma podía percibirla en los cabellos enmarañados de John.

No podía lidiar estar cerca, al bajar a John mientras se congelaba detestó como esta salió a recibirle fingiendo preocupación. Era evidente que su intereses era sobre que este podía dejarle viuda, jamas en que perdería al amor de su vida. Estaba seguro que no significaba eso en ella, no podría verle así, ni a Abigail ni en nadie. Sólo Arthur le conocía como la palma de su mano.

Cuando esta soltó "Jamás habías caído tan bajo." La colera inundo su cuerpo, su vacío estómago se llenó de bilis. Deseaba que le recibiera con una manta caliente y fuese capaz de desgastar sus manos con tal de conseguir algo para que John no pasara dolor. Contrario a ello ya le reprendía, se sintió mal al percatarse que el actuó igual.

"¿Alguna otra damisela que necesite ser salvada?" No se dio cuenta pero John le escuchó desde aquel incómodo catre, su pecho se infló feliz y en medio del dolor punzando y el frio que escocía sus huesos sintió su corazón latir de nuevo.

Pero Arthur tenía tiempo que le veía de otra forma, no lo aceptaba pero estaba preocupado. Podía darse cuenta en el actuar desganado del menor, bromeaba a menudo al reprenderlo por no poder realizar las tareas necesarias. Por primera vez deseó compadecerse de el.

La responsabilidad de una familia le estaba torturando, Arthur había marcado una distancia desde que la peligra apareció en sus vidas. Ahora mas que nunca el menor necesitó de verle en el umbral de su puerta. Deseó tanto hablar con el, que sus palabras ayudaran a mitigar el ardor de las heridas en su rostro, que las costillas rotas sanaran mas rápido al beber infusiones de la taza en sus manos.

Lo contrario a eso recibió silencio, su mujer rezaba al pie de su cama en ocasiones, le contaba historias y también como las nevadas dejaban de ser densas, pero ni esto menguaba la rabia que sentía al preguntar por Arthur y su respuesta fuera mero silencio.

Para la ojiazul no era un secreto nada de lo que ocurrió entre los dos, Dutch en medio de su embriaguez les ventiló. Se mofó al recordar como estos pensaban que actuaban a hurtadillas, pero le causaba gracia como todos se percataban de ello. "Se enredaban como animales, Abigail. No puedo creerme el que ahora no puedan verse a los ojos."

Abigail no era tonta, sabía que seguían viéndose a los ojos. Había risas debajo, vagos coqueteos los cuales hacían muy feliz a su esposo, le retorcía el pensamiento de que este quería correr a los brazos de aquel forajido, empeñada en mantenerles separados creó una rivalidad entre ella y Morgan. Le mantendría alejado por supuesto pero había ocasiones donde dudaba si aquello había servido de algo, si engendrar en su vientre la cria de un desviado como John.

Llevamos semanas huyendo. Nos refugiamos y estamos descansando aquí, en un antiguo pueblo minero abandonado, mientras que esperamos a que la nieve se derrita. Tampoco me gustaría admitir pero deseo que John se encuentre mejor. La primavera no esta yendo como esperaba.

Diario Arthur Morgan.

Ahora que habían pasado los días Arthur se había animado por fin a avanzar, después de pensárselo un rato dejó de darle vueltas al asunto y con determinación se dirigió a la cabaña donde el resto de mujeres se refugiaban. Saludó a cada una de ellas, cerca de la chimenea observó a Jack. El cual de una forma siempre amorosa se refería a el como "Tio Arthur." Las pequeñas charlas del menor siempre le hacían reír, ahora guardó cierta compostura, pues en el fondo yacía un abatido John.

Se veía mucho mejor, comenzaba a ser más llevadero. Los calores habían cesado para su propia paz mental, con esto las fiebres dejaban de ser tan constantes en el día, podían a aparecer en la noche y no existía el riesgo de que frieran el pequeño cerebro de John aunque no dejaba de ser una posibilidad.

Se acercó a el evadiendo la mirada demandante de Abigail la cual se escondía tras la mantilla que cubría sus azabaches cabellos, la pasó de largo acercándose a un costado.

— ¿Ya te encuentras bien? — No se acercó lo suficiente pero llamó su atención al dejar descansar su rodilla en el viejo colchón de la camilla.

Al sentir como un extremo hundido se giró encontrándoselas con el ojiazul, el cual desde arriba le observaba con preocupación, le acomplejó demasiado que ese hecho hubiera bastado para que su pecho se inundara de felicidad.

— Sí, eso creo. Gracias. — Atinó a decir por lo bajo evadiendo por completo los ojos de su esposa.

— Claro. —Se despidió sin mucho afán alejándose del menor.

— Bueno, no quiero molestarte. — Mintió, deseo plantarse a su lado, ponerse de cuclillas y quizá hasta besar su frente pero contrario a ello se marchó.

El castaño se removió en su lugar, trató de levantar su mano para tratar de detenerle. Imposibilitado por el dolor de sus músculos magullados le permitió irse, su boca de a incapaz de elevar la voz se mantuvo en silencio unos segundos.

— Vale. — Susurró por lo bajo ganándose una mirada llena de desaprobación por parte de Abigail.

.....

War is oveeeer. Ya estoy aquí, por fin.
Espero avanzar a esto porque no vamos ni cerca de la mitad.

I have a plan, John. [Arthur x John]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora