Capítulo 2 - Mi vida en la actualidad

230 92 115
                                    

Llevo a mi hermana al colegio como cada mañana. Ya tiene que faltar varios días al mes y no quiero que falte más de lo normal. Últimamente la noto más cabizbaja, pero imagino que será el cambio, ahora que ha tenido que empezar el instituto.

Me voy a trabajar después. Hoy no quiero llegar tarde, porque me espera un día duro. Tengo que hacer varias llamadas y conseguir más contratos, para la empresa de publicidad en la que trabajo. Mi horario no es tan malo, normalmente, hago jornada intensiva, pero a veces tengo que hacer alguna hora de más, para compensar las horas que pierdo yendo al hospital.

A mi hermana, cuando termine el instituto, mis vecinas las recogerán en la parada de autobús y luego ya estará con ellas para merendar, hasta que yo llegue después. Es una ventaja que las tenga al lado y que sean tan serviciales. Yo para compensarlas le doy un dinerillo extra o le hago algún regalo que sé que les hace falta, aunque a veces se nieguen a aceptarlo. Mi vida se ha vuelto una rutina para mí, no es malo, pero tengo muchas responsabilidades y tengo miedo a hacerlo mal.

Dalia, lleva dándome el coñazo hace algunos meses, con que quiere un perro. Llevo dándole largas desde entonces. Me parece un cargo de responsabilidad muy grande y aparte, no sé cómo puede influir eso en su enfermedad. Un animal requiere cuidados y que estén pendientes de él y la verdad que ahora mismo no es que pasemos mucho tiempo en casa. A mí también me encantan, pero si no lo podemos cuidar, de momento es mejor que quedemos como estamos, después más adelante Dios dirá.

Por fin llegó al trabajo después de haber aparcado en la plaza que me han asignado desde que Ernie; el último empleado que se jubiló hace dos años, me la cediese. Fui la última incorporación a la empresa, por eso hasta ese momento no había tenido plaza, porque no había para todos. Menos mal que esta vez el coche no me ha fallado. Un Seat Ibiza rojo, de casi veinte años. Cuando lo compré no tenía muchos kilómetros, es lo mejor que encontré calidad precio y en ese momento es el que me podía permitir, aunque ya me haya dejado tirado unas cuantas veces.

Después de subir en ascensor y andar unos cuantos metros, consigo llegar a mi cubículo y acomodarme para empezar mi trabajo después de mirar que son las nueve en punto. Menos mal que he llegado a la hora. Observo los papeles de la mesa, para empezar a realizar las llamadas y conseguir que las empresas que estén seleccionadas, a través de un contrato, le hagamos la publicidad a un buen precio. Estoy inmerso en los documentos cuando de repente escucho.

—Dani, ¿Puedes venir un momento a mi despacho, por favor? —escucho a Sonia, mi jefa de sección.

No me gusta nada esa frase. Espero que no me llame por nada importante.
Me dirijo hacia su despacho, que hasta ahora nunca tuve el placer de conocer. Al entrar veo que tiene una gran mesa, con seis sillas, que me imagino que será para las reuniones de los jefes encargados. Una pequeña mesa con dos butacas, para relajarse al otro lado. Al fondo, está su mesa enorme con un gran ordenador encima de ella y aún le sobra espacio para bailar una “Sardana” si quiere encima de ella. La mesa es de caoba y le acompaña una planta a cada lado, pero no puedo decir sin son de verdad o de plástico, supongo que estarán ahí, para darle un toque más hogareño y por si eso fuese poco, hay una gran puerta que imagino irá a dar a un completo baño. ¡Menudo despacho se gasta la tía!
—Dime Sonia, ¿Me querías algo? —suelto un poco nervioso por lo que me pueda decir.

—Siéntate, por favor. Lo que te voy a decir no es fácil para mí—comienza sería. — Sé que llevas diez años en esta empresa, intentando encontrar tu sitio, pero los balances de este mes, no han sido nada buenos y me temo que irán a peor. Por lo que me veo en la obligación de restringirte el contrato y despedirte—termina diciendo sin demasiadas contemplaciones.

—¡No puedes hacerme esto! —ladro exaltado. —sabes de mi situación y las cargas que tengo. Lo supiste cuando pasamos esos meses juntos. Además, conociste a mi hermana de primera mano y sabes de sus tratamientos ¡No puedes hacerme esto! —vuelvo a repetir, para que intente entrar en razón. —¿Esto es por qué corté contigo? —prosigo, para intentar hallar una explicación. —¡No puedo creer que seas tan vengativa! —replico furioso.

—Lo siento, no ha sido por eso. Fuiste el último en incorporarte a la empresa y a los jefes de arriba, no les ha importado los argumentos que le he dado, para que te quedaras—dice seria. —Para mí también ha sido difícil. Te he defendido con uñas y dientes, para que no te despidiesen, pero de nada sirvió, así que me veo en esta situación y lo siento en el alma, pero te tienes que ir—suelta pesarosa.

Me levanto furioso de la silla donde permanecía sentado ¡Juro que me las van a pagar! ¡En el peor momento me tenían que despedir! ¿Ahora que va a ser de Dalia y de mí? Tendré que hacer como muchos españoles e irme a esa cola tan larga a que me hagan la tarjeta del paro. Ni estudios, ni nada, para lo que sirven…

—¡No voy a estar ni un minuto más donde no se me valora! Hasta que tengáis todo listo con los papeles del paro y la indemnización correspondiente, no me llaméis y si no es así, contrataré a uno de los mejores abogados para que me lleve mi caso, aunque me arruine por ello—grito fuera de sí. —¡He hecho todo lo posible por esta empresa! ¿Y así me lo pagáis? —suelto casi llorando y saliendo del despacho, dando un portazo.

Llego a mi coche y ya no aguanto más. La tensión acumulada hace mella en mí, todo esto se me está haciendo muy grande. Me echo a llorar como un niño, mientras observo que nadie me vea. Tengo miedo por lo que sucederá ahora y por el futuro incierto que está por venir.

Dulce milagro(Incompleta)A La Venta En Amazon!!Ganadora Del Tercer Lugar !!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora