Capítulo 18-El tratamiento

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Después de comer, nos metemos en el coche para ir al hospital a poner el tratamiento a Dalia. Estoy super nervioso. Anhelo que empiece ese tratamiento tan costoso y saber si le hace efecto. Al llegar al hospital, buscamos la sala dónde hacen ese tipo de tratamientos. Pasamos a la sala de espera y allí ya se encuentran esperando, dos chicos y una chica. Son mayores que Dalia, con razón decían que se la habían detectado muy joven. La sala solo cuenta con unas diez sillas y está todo pintado en un inmaculado blanco. La verdad que parece muy triste esta decoración, aunque no deja de ser un hospital. Odiaría permanecer aquí más tiempo de lo necesario, porque tanto blanco y ese silencio me ponen nervioso. Después de unos segundos, llaman a mi hermana y por ser el primer día, decido ir con ella, aunque no se pueda.
Al entrar y ver todo aquello me quedo alucinado. La sala de aquí, no tiene nada que ver con la de fuera. Ésta está pintada con colores alegres y unas bonitas decoraciones que alegran mucho la estancia. Una enfermera entra con un lote de pastillas en la mano y detrás aparece... ¿Claudia?
—Claudia, ¿Qué haces tú aquí? —digo cauteloso.
—Te dije que me habían cogido para un tratamiento experimental y aquí estoy. No sabía que Dalia, estuviese enferma. Cuando he visto su nombre en la ficha, pensé que se trataría de una coincidencia, pero ahora que os miro aquí, veo que no lo es. Es una pena que esté pasando por esto, pero déjame decirte, que este tratamiento está dando grandes resultados. Seguro que consigue ponerse bien—dice alegre.
Por la cara que ha puesto Dalia, imagino que no le hará mucha gracia que Claudia, sea su médica, pero es lo que hay. Espero que logren por fin llevarse bien, sino venir aquí, en esas circunstancias será una tortura.
Después de tomar la primera dosis del medicamento, le toman el pulso, ya que por lo que nos han dicho, los únicos efectos secundarios es la bajada de tensión. Así que tendremos que tenerla vigilada. Espero que no tenga la mala suerte, de que le dé un desmayo en el instituto y que se burlen de ella, aunque por lo que me ha dicho, los del nuevo instituto no son así y eso me satisface.
Pasadas ya las pruebas, nos ponen la cita para dentro de cinco días, para iniciar la segunda sesión.
Al salir de allí, nos vamos a casa, en un silencio sepulcral y temiendo que Dalia, explote en cualquier momento.
—¿Qué te pasa Dalia? Te noto más callada de lo normal ¿Tiene algo que ver que Claudia, sea tu médica? —digo imaginando lo que le puede pasar.
—Sí, tiene todo que ver. También estoy pensando en todo lo que me has dicho del trabajo. Estoy preocupada porque no nos alcance el dinero. De todas las médicas del mundo, tuvo que venir a parar ésta aquí. Además, no sé si te has dado cuenta, pero desde que entre en su consulta, no paró de hacerte ojitos, como la última vez que la vi—dice mi hermana enfadada.
—Yo no tengo nada que ver. Solo he pagado el tratamiento. Para mí también ha sido una sorpresa habérmela encontrado allí. No he notado nada de lo que me has dicho, pero lo que sí tengo claro ahora mismo, es que me quiero centrar en ti y en el nuevo trabajo que está por empezar. Es lo único que me importa. Del resto no te tienes que preocupar—digo tajante, para que cambie esa cara.
—Está bien Dani, solo quiero que tengas cuidado. No soy quién, para decirte con quién debes, o no debes salir. Solo quiero que pienses con la cabeza, antes de actuar con alguna mujer y luego que te hagan daño—dice, mientras me posa su mano en mi hombro.
Llegamos a casa y cenamos algo rápido. Mañana será mi último día en el bar, podré llevarme mis propinas, que ya empiezan a hacerme falta y tendré que comprarme algunos trajes, ahora que voy a ser director ejecutivo.
Al llegar al bar, pongo las sillas en su sitio y preparo el pan en el horno, para poner las tostadas después. Pongo a hacer un poco de zumo de naranja y me estoy poniendo el mandilón, cuando veo que entra mi primer cliente del día. Al ver de quien se trata, me dirijo a hablar con ella.
—Claudia, Buenos días ¿Qué te pongo? —digo alucinado por verla aquí tan pronto.
Ella parece que se pone colorada al mirarme y me dice.
—Ponme un desayuno de tostada con aceite.
Cuando le sirvo el desayuno, veo que me agarra por el brazo.
—¿Podríamos vernos esta noche, para ir a cenar? Recordaremos viejos tiempos—me dice picarona ella.
—Esta noche no puedo, porque tengo que madrugar para empezar otro trabajo al día siguiente—digo desinteresado.
—Anda anímate, después otro día podemos quedar con nuestros antiguos compañeros. No estaremos hasta muy tarde, porque yo también tengo que madrugar—dice ella poniendo morritos.
—Está bien. Pero prométeme que no estaremos hasta tarde, ya que no quiero llegar tarde en mi primer día—digo no muy convencido.
Claudia, se marcha y quedamos en vernos esta noche en el restaurante acordado.
La mañana transcurre más tranquila de lo normal y a mitad de mañana veo venir a Benito. Viene caminando, cuando se acerca a mí con unos papeles en la mano. Seguro que serán los papeles del finiquito y la nómina.
—Daniel, ¿Puedes venir al almacén que tenemos que hablar un momento?—pide mi jefe.
Entro en el almacén y firmo los papeles que efectivamente son los que yo pensaba. Al acabar, me da un sobre con el sueldo de estos días y cuando ya se está marchando y reviso el dinero, veo que hay unos cien euros de más.
—Benito, espera. Aquí me has metido dinero de más—digo llamándolo.
Él se da la vuelta y se pone a mi altura.
—Veo que te has dado cuenta. El dinero está bien. Quise tener un detalle contigo, porque he notado que estos días han incrementado las ventas y me temo que ha sido por ti. Has hecho un buen trabajo, pero no puedo contratarte, porque el resto de los camareros son fijos, pero prometo llamarte en cuando tenga otro hueco. Gracias por defender tan magníficamente tu puesto y espero que te vaya todo bien en un futuro—acaba diciendo Benito.
—Gracias a usted por haberme dado otra oportunidad. Ha sido un placer trabajar aquí—digo alucinado por sus palabras.
Cuando ya se marcha. Yo no puedo dejar de pensar en lo que me ha dicho y en lo encantado que estoy de que esté tan contento conmigo, como para haberme dado esa propina.
Acaba mi turno y después de comer algo con el resto de mis compañeros para despedirme, decido comer algo rápido, para luego poder ir de compras. Tengo que comprar varios trajes y con el dinero que me ha dado mi jefe de más y las propinas, podré comprarme algunos, sin tener que tocarle a mi sueldo. Dejo las llaves en la barra del bar un poco nostálgico y me marcho sin mirar atrás.

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⏰ Última actualización: May 05, 2020 ⏰

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