Capítulo 16- Dalia

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Dalia

Hoy es el primer día de instituto. Me siento un poco nerviosa, por la acogida que pueda tener. Cuando entro en mi nueva clase, me quedo impactada. Es un aula muy amplia y todo parece prácticamente nuevo. Mis nuevos compañeros, corren junto de mí para presentarse antes de que entre la profesora. Yo me muestro encantada, ante tanta muestra de cariño. Las que mejor me han caído son dos chicas que se notan que no van muy a la moda. Se llaman Sonia y Elisa, me han parecido buenas chicas, la verdad, creo que congeniaremos enseguida. Sonia, es un poco más baja que yo, rubia con ojos verdes, mientras que Elisa; tiene el pelo castaño rizado y con unos ojos color miel, que quitan el hipo. Ahora que me fijo, todos me han venido a saludar, no siendo un chico rubio, que no para de trastear con el móvil, sin ni siquiera inmutarse. La verdad es que parece guapo, pero me da la impresión de que es un creído.
Llega la profesora. Solo se escucha silencio en el aula, mientras supuestamente todos prestan atención. Digo supuestamente, porque el chico que he visto antes, sigue con su aparato electrónico en la mano.
—¿Es guapo verdad? —dice Elisa, bajito para que no le oiga la profesora.
—No está mal, aunque me parece un poco creído. Ni siquiera ha venido a presentarse, como lo habéis hecho vosotros—digo en un susurro.
—Se llama Gabriel, pero todo el mundo le llama Gaby. Es el chico más popular del instituto. Está repitiendo y saliendo con Darla, la que está en la otra clase. Ya los irás conociendo a todos a medida que pase el tiempo —dice con una sonrisa, terminando la conversación ya, por si la profesora la descubre.
Intento centrarme en la clase, pero de vez en cuando, no puedo dejar de ver hacía atrás, donde está ese chico, que me ha causado tanta impresión.
Acaba la clase de lengua y ahora toca francés o latín. Algunos se marchan para la otra clase y otros pocos, quedamos en la que ya estábamos, entre ellos el chico misterioso y yo. He escogido francés, porque a mí no se me dan muy bien los idiomas y latín, me parecía que era más complicado.
Entra la profesora de francés y Gabriel, parece que ha despertado de su letargo. Ha dejado el móvil a un lado y se muestra receptivo. La profesora que se llama Silvia, parece muy maja. Mientras va pasando lista, no deja de observarme. Al acabar, nos dice que hagamos grupos de dos. Porque quiere que nos hagamos algunas preguntas en francés. Ella como soy la nueva, me manda con Gabriel, que al parecer sabe mucho de la materia. Yo me noto un poco contrariada por su muestra de contacto. Parece que no le ha gustado lo que la profesora le ha dicho. Pasa la hora de francés y yo me siento aliviada, después de tener que estar en contacto con ese chico. No sé explicarlo, pero me pone muy nerviosa su presencia. Cuando el chico se levanta, veo que me dice algo en mi oído.
—Puedes estar tranquila, que yo no muerdo a nadie—suelta divertido.
Después de escuchar lo que me ha dicho, me he puesto colorada como un tomate y la piel se me ha puesto de gallina por su susurro.
Toca el timbre y estoy alegre por salir fuera a estirar las piernas. Deseo ver a mis nuevas amigas, pero antes, me voy a dar un paseo por los alrededores. Quiero saber cómo es este instituto, que me parece tan emocionante. Al llegar un poco lejos, observo que hay un pequeño árbol que da sombra. Es el sitio perfecto para sentarme a leer este libro. Así a ver si logro que desaparezca esta sensación de mi cuerpo, antes de que retome las clases. Me siento a leer, pero con lo que no contaba es volver a oír la misma voz.
—¿Qué haces aquí? Has descubierto mi sitio preferido ¿Por qué no te levantas y te vas por dónde has venido? Necesito que me dejas mi sitio, porque dentro de poco vendrá Darla, a visitarme—increpa Gabriel.
Yo al principio me muestro reacia a levantarme, porque estoy muy a gusto aquí, pero como no quiero problemas, me levanto sin dirigirle ni una palabra y me voy de allí hecha una furia.
Cuando voy de camino a la entrada de la cantina del instituto, veo que vienen Sonia y Elisa.
—¿Dónde has estado? ¿Te hemos estado buscando por todas partes? —dice la segunda.
—Estaba en aquel árbol de allí plácidamente, pero un idiota me ha quitado el sitio—suelto enfadada.
—Ese idiota, seguro que es Gaby. A él le encanta ese lugar, porque puede estar allí con Darla, para hacer lo que quiera sin casi ser vistos—dice Sonia.
—No sabía, que ese idiota siempre estuviese allí, sino claro que evitaría ir. Ahora ya lo sé. Será engreído. ¡Ni que fuera de él todo el instituto! —murmuro enfadada. —La próxima vez que me apetezca me sentaré allí y no me volveré a levantar, porque me ha gustado ese sitio. Me da paz y tranquilidad. ¿Quién se ha creído ese niñato? —digo echando humo por las orejas.
—Bueno, no te pongas así, porque tampoco harás nada. Cambiando de tema. ¿Qué tal con la madre de Gaby? ¿Te ha gustado la clase? —dice curiosa.
—¡Que dices! ¿Cómo que la madre de Gaby?   ¿Quién es? —pregunto impaciente.
—Silvia, la profe de francés. Es la madre de Gaby ¿No te ha dado francés hace un rato? —dice Elisa, sonriendo.
—¡Ah, sí! —digo colorada. —Pero no sabía que ella era su madre. Con razón se puso tan recto ¡Hasta parecía, que le habían puesto una armadura, de lo rígido que estaba! —digo soltando una carcajada.
Mis amigas se unen a mi risa y las tres nos echamos a reír por mi ocurrencia.
Pasan varios días y empiezo a estar contenta de tener tantos amigos. Cogemos el autobús como cada día, desde la última semana que empecé aquí, para ir hacia nuestras casas. Ya tengo hambre, estoy deseando llegar a casa y ver lo que tiene Dani, preparado.
—¡Dalia! —me llama Elisa antes de bajarme.
—Dime —me doy la vuelta para verla.
—Porque no te vienes esta tarde a la plaza. Estaremos allí algunas amigas. Acércate y te las presentaré. Es bueno que vayas conociendo más amistades, para ir integrándote mejor. Esas chicas van a francés y así no te sentirás tan sola, cuando nosotras nos vayamos para la otra clase—me explica alegre observándome.
—Me lo pensaré—digo bajando los peldaños del autobús.
El autobús se marcha, y yo entro corriendo en casa. Huele delicioso y me quedo parada en cuanto veo, que hay una mujer en nuestra casa.
—Hola Dalia ¿Qué tal te ha ido en el instituto? —dice Dani contento mientras me da un beso.
—Muy bien—digo mirando hacia la chica que me resulta tan familiar.
—¡Ah, perdona! casi me olvido. Permíteme que te presente. Esta es Claudia, mi antigua amiga del instituto—dice Dani.
—La misma que te ha dejado hecho polvo, el día que se marchó sin avisar—suelto enfadada, después de caer en la cuenta de porque me sonaba.
Dani, me contó la historia, después de descubrirle mirando una foto de ellos dos de jóvenes.
—Sí, esa misma, pero ha tenido sus razones para marcharse. No te pongas melodramática que no te pega—me dice mi hermano enfadándose.
Comemos en silencio y cuando termino, recojo mi plato y me voy a mi habitación. Cuando estoy frustrada, suelo hacer mejores bocetos.
Después de un par de horas, me siento más relajada y decido ir al parque, a conocer a otras amistades. A ver si logro encajar de una vez y tengo una vida normal. Además, no quiero molestar a Dani, con su amiga en casa, así que se lo hago saber.

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