5. Una pequeña neko que conocio a un amable Kitzune.

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La vida nunca es como una espera que sea, no podemos elegir donde nacemos al igual que tampoco podemos elegir donde vivimos. Un día puedes estar viviendo tranquilamente con tus queridos padres y con tu amable hermana. Y al otro puedes estar corriendo por tu vida de unos demonios que te quieren muerta.

Lo único que podemos elegir en nuestra vida... es lo que decidimos vivir, viviremos con miedo de aquellos que en el pasado nos hicieron daño, o buscaremos la forma de superar el dolor de la traición y del aislamiento.

Shirone Tojo, una de las ultimas Nekomata existente, un tipo de criatura especial llamada Nekosho. Una especie tan odiada y perseguida, que su latente riesgo de extinguirse no es nada fuera de lo común en el mundo espiritual.

Desde que tiene conciencia, la imagen de su querida y amable hermana es lo único que logra recordar, debido a que sus padres murieron pocos después de su nacimiento ella no recuerda nada de ellos. Pero a ella eso no le importaba, ya que su hermana siempre estaba a su lado y siempre la cuidaba. Le daba de comer comida caliente, le daba una cama cómoda, pero sobre todo eso... le daba mucho cariño y amor.

N.E: M****a estoy llorando yo también.

N.A: ¿Tal vez sea porque estas escuchando música triste?

El tiempo que vivió con su hermana, fueron muy felices, a ella le hubiera gustado quedarse así por siempre. Pero la vida, nunca es como uno espera que sea.

En una noche lluviosa, su hermana entro a su humilde casa, si a lo que tenían se le podía llamar casa, con una cara de preocupación, más de la que tenía habitualmente. Acercándose a ella, se arrodillo y comenzó a acariciarle la cabeza, Shirone siempre era feliz cada vez que su querida hermana hacia esto.

Pero por alguna razón, esta vez no se sentía tan bien. Su hermana tenía una sonrisa grande en su rostro, pero aun así podía sentir la angustia dentro de ella. Esa noche fueron a una casa muy lujosa, una casa tan grande que parecía ser de un gran demonio de clase alta.

Shirone no pregunto el por qué estaban aquí. Ella confiaba en su hermana completamente, si ella quería que estuvieran aquí, ella le haría caso en todo. Al entrar a lo que parecía ser un estudio, Shirone vio a un hombre alto, con traje y corbata haciendo una risa horrible. Ella sintió miedo, pero al darse cuenta que su hermana se había parado frente a ella, se tranquilizó.

Después de que su hermana hablara con aquel hombre, ambas se dirigieron a una de las habitaciones en aquella inmensa casa. Shirone fue acostada por su hermana en la gran cama que estaba en la habitación, mientras le acariciaba de manera cariñosa la cabeza. Shirone se sintió feliz, lo cual hizo que no tardará mucho en quedarse dormida.

"Descansa bien mi linda Shirone, no permitiré que nadie te haga daño, no permitiré que alguien te maltrate"

Dejando a su hermana menor en aquella cama, la hermana mayor salió de la habitación en dirección de aquel estudio.

"Bien, es hora de que te conviertas en mi propiedad"

Aquel hombre se levantó de su asiento, y sacando una pequeña pieza de ajedrez de su bolsillo, extendió su mano con la intención de que ella lo tomara.

"Si te atreves a lastimar a mi hermana, juro por el nombre de los cuatro Satanes, que te matare de la forma más dolorosa posible"

Cogiendo la pieza de ajedrez, más específicamente un alfil, lo acerco a su pecho permitiendo que su magia demoniaca la asimilara. Convirtiéndose a si, en el alfil de aquel demonio de clase alta, que le ofreció un hogar a ella y su pequeña hermana menor.

Los días pasaban y Shirone veía con menos frecuencia a su hermana menor, las pocas veces que podía estar con ella, la notaba muy cansada por lo que decidía no hablar mucho y permitirle que descansara. Y conforme iba pasando más el tiempo, a pesar de tener comida caliente en abundancia, ropa y zapatos nuevos... ella no podía sentir feliz con todo esto, ya que su cercanía con su hermana parecía reducirse más con el tiempo.

Por un momento, ella llego a pensar que su querida hermana menor ya no la quería, que ya no quería estar con ella. Rápidamente sofoco esos pensamientos, ella sabía que eso no era cierto... no quería creer que eso fuera cierto.

Y entonces llego aquella noche fría y nevada que su hermana la levanto muy tarde, estaba histérica y con la respiración entre cortada. Vistiéndola con las primeras prendas que encontró la llevo fuera de aquella casa. Sonidos de demonios gritando y persiguiéndolas hacia eco en sus oídos felinos.

Cuando vio la sangre en las manos de su hermana y en algunas partes de su cuerpo. No sabía que pensar, no sabía que decir. Pero aun así, ella confiaba en su hermana, ella era la única familia que le quedaba, ella nunca le aria daño nunca la traicionaría y sobre todo... ella nunca la abandonaría. O al menos eso pensó ella.

Escondiéndose en un callejón oscuro su hermana la dejo en una esquina cubriéndola con cajas y cartones.

"Escúchame Shirone, tengo que irme, quédate aquí y se buena niña. Tu hermana tiene cosas que hacer así que no puedes salir de aquí. Por favor, no salgas"

Las lágrimas que estaba derramando su hermana le hicieron sentir mucho dolor en su pecho, ella quería replicar, ella quería llorar y pedirle que se quedara, que no la dejara sola, que se quedara con ella para siempre. Pero la mano de su hermana envuelta en magia de hipnosis la obligaron a caer rendida en un sueño profundo, lo último que pudo ver aquel día, fue a su hermana alejándose de aquel callejón mientras varios demonios la perseguían.

Suave, esponjoso y con un aura de tranquilidad Shirone se despertó, abriendo lentamente los ojos un pelaje anaranjado cubrió todo su campo de visión. Sus ojos hinchados y sus mejillas enrojecidas por haber estado llorado mientras dormía, se veían en su pequeña y redonda cara.

Ella no recordaba mucho, no sabía que estaba pasando no donde estaba. Cuando trato de levantarse, se dio cuenta que había un par de colas peludas anaranjadas estaban reordenando todo su cuerpo. Supuso que fue para mantenerla caliente durante la noche. Recuerdos de la noche anterior llegaron a su cabeza haciendo que ella se congelara.

Su hermana la había abandonado y ahora no sabía dónde estaba. Saliendo de la comodidad en la que estaba comenzó a caminar sin saber a dónde ir, lagrimas amargas recorrían su rostro ante la idea de que su hermana ya no estaba con ella.

Una cálida cola se acercó a ella rodeándole por la cintura haciendo que ella se gire. Y fue ahí cuando lo vio, la criatura que la había mantenido caliente durante toda la noche era un zorro un poco más gran que ella. Pero no era un zorro normal, era un zorro anaranjado de nueve colas.

La paz que irradiaba aquel zorro por un momento le recordó a la cálida aura que tenía su quería hermana. Las lágrimas comenzaron a fluir nuevamente mientras se acercaba lentamente a aquel zorro con la intención de abrazarlo.

El zorro no hizo nada para detenerla, todo lo contrario con sus nueve colas la acerco más a él y la cubrió con estas en un abrazo cálido y cariñoso.

Una pequeña gatita, que se hizo amiga de un amable y cariñoso zorro de nueve colas.

El legado ShinobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora