No podía hacer nada que no estuviese pactado dentro de las listas. De hecho ninguno podía y si algún niño por alguna circunstancia o por alguna simple rebeldía hacía algo indebido, se venía lo malo.
Nadie podía salir del orfanato Springfield a no s...
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Al momento que desperté y sentí un aroma a perfume, fruncí el ceño.
Me sentía tan a gusto que no me quería ni siquiera mover. Pero a medida que abría de a poco los ojos y parpadee unas cuantas veces, me alarmé.
Había olvidado por completo donde estaba.
Abrí los ojos de golpe cuando de repente mi cuerpo se acaloró por una cercanía.
Él estaba de espaldas a mí, sin camiseta, mientras que yo estaba prácticamente con la cabeza en el hueco de su cuello.
¿Cómo diablos llegué a esta posición?
Tampoco pude pasar por alto que mi pierna estaba sobre la de él. Parecía como si él era una almohada y yo simplemente lo estaba rodeando.
Teniendo cuidado de no despertarlo, comencé a desenredarme de su cuerpo pero inmediatamente me quedé congelada cuando Damon comenzó gruñir. En ese momento simplemente empecé a rezar internamente para que no se despertara y al parecer, mis súplicas se hicieron realidad porque Damon siguió en la misma posición.
Cuando por fin pude desenredarme de él, se me aceleró el pulso al instante que me di cuenta que había quedado enredada entre las sábanas. Mentalmente me dije que era ahora o nunca. Rápidamente me desenredé de las sábanas y empecé a caminar a pasos rápidos hacia la puerta de la habitación. Pero en el trayecto me tropecé con la alfombra y terminé cayendo sobre la cama.
Al caer, llevé la mirada hacía Damon que estaba parpadeando un par de veces como si intentara aclarar su visión.
-¿Qué estás haciendo?-habló con voz ronca.
-Sacando una pelusa de la cama.-dije, dándole una mirada inocente.
En el preciso momento que Damon miró al techo y resopló con fuerza, aproveché esa oportunidad y salí apresuradamente de la habitación. Sabía que si me quedaba allí, me iba a decir unas cuantas cosas. Se notaba que se estaba conteniendo.
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-¿Estás bien?-detuve mis acelerados al oír a Rose.
-¡Rose, no sabía que estabas aquí! De maravilla y ¿tu?- forcé una amplia sonrisa.
