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Fue una muy mala idea pensó Jennie cuando vio a Yeri envuelta en un llanto ensordecedor mientras ella sostenía lo que parecía el cadaver de Nabong.

Jennie trato una vez más de colocar el pequeño ojo del muñeco pero este cayó al piso sin éxito haciendo gritar a Yeri aún más fuerte como si eso fuera posible.

Aquella mañana ella había despertado primera sorprendiéndose al sentir a la pequeña Yeri entre sus brazos que dormía despreocupadamente y con gesto apacible, cuando la dejo en la cama para que descansara un poco más noto que Nabong estaba olvidado al otro lado de las sabanas, Jennie se ató el cabello en una cola alta, tomo al rosado muñeco y caminó hasta el cuarto de lavandería donde metió a Nabong en la lavadora con una copa de detergente líquido y apretó los botones sin tener idea de cuál era el correcto pero sintió que iba bien cuando escucho como comenzaba a llenarse de agua y a moverse.

Preparo huevos revueltos con jamón y queso, colocó pan tostado sobre la barra de la cocina y sirvió jugo de naranja que encontró en la refrigeradora. Escucho el pitido de la lavadora y corrió para meter el muñeco en la secadora.

Todo marchaba de maravilla pensó, cuando estaba sentada para comenzar a desayunar sintió el sonido de unos pasitos acercándose a ella, Yeri corría con su pijama rosa llena de cupcakes hasta donde estaba ella y se subió a la silla que estaba a un lado con algo de dificultad.

-No encuentro a Nabong- fue lo primero que dijo la niña- me ayudas a buscarlo.

-Primero cepíllate los dientes y luego desayunas- le pidió- metí a Nabong a la secadora para que lo tengas limpio.

La niña la miró detenidamente y asintió.

-Mamá lo lava a mano y luego lo deja secando en una silla en el patio trasero- dijo tranquilamente mientras comenzaba a desayunar.

Jennie sonrío con ternura y ambas desayunaron en silencio, lo único que se escuchaba era el sonido de los cubiertos contra el plato y como Yeri balanceaba sus pies haciendo que la silla se moviera ligeramente.

Ahora ambas estaban en el cuarto de lavado, Nabong había perdido uno de sus ojos y su brazo colgaba roto dejando ver el relleno.

Jennie ni siquiera estaba segura de sí tenía un hilo o una aguja en casa para arreglar a Nabong y los gritos de Yeri ni siquiera la dejaban pensar claramente.

Tomo a la niña en brazo y caminó hasta la puerta principal, se colocó un par de zapatos de correr y tomo las llaves del auto para salir disparada por el ascensor, el llanto de Yeri no cesaba y cuando llego a la entrada de su edificio se ganó la mirada de muchas personas que no entendían la situación, sin decir nada Jennie salió hacia la puerta que se dirigía al parqueadero y agradecía por tener su auto justo en uno de los espacios principales y no tener que buscarlo más, metió a Yeri en el asiento de atrás y colocó el cinturón de seguridad que le quedaba demasiado grande haciendo que la cinta superior casi quedara sobre su cara.

Cuando arranco el auto y comenzó a conducir hacia el Toys R más cercano sintió que Yeri comenzaba a dejar de gritar para remplazarlo por simples sollozos, que tampoco era bueno pero era menos escandaloso.

Por mirar a Yeri por el retrovisor giro a la derecha en una esquina sin hacer el "Stop" que tenía marcado en el octágono color rojo, sólo pudo avanzar unos metros más cuando escuchó la sirena del auto de policía y vio como el oficial le pedía que se orille a la derecha.

-Solo esto me faltaba- dijo soltando un fuerte suspiro.

El auto del policía se parqueo detrás de Jennie y pasaron varios minutos antes de que se acercara hacia ella con paso lento pero seguro.

No me rendiré; Chaennie[Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora