II. La Librería

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Me despierta War Pigs, de Black Sabbath.

Son las siete y cuarto de la mañana, está aún oscuro afuera. Hay muchas nubes y una fina llovizna azota el exterior. Hace bastante frío, aunque dentro de la casa (y sobre todo de las mantas) se está bien.

Mi primo pasa cantando por el pasillo, con una mochila en una mano y una taza de café con leche en la otra. Deja la mochila en el recibidor y vuelve a la cocina; por el camino se asoma y me mira: —¿Has visto mi tostada?— Luego se da la vuelta y sin esperar respuesta sigue su camino y su canción.

Vuelve a pasar, con la tostada en la boca mientras se desenreda el pelo; se golpea un pie con el marco de la puerta y maldice un poco. Para cuando consigue terminar de prepararse, yo ya me he decidido a levantarme.

—Me voy a clase— me dice saltando sobre una pierna mientras se pone las botas: —Queda algo de café en la cafetera, hay comida en el frigo.— Se envuelve en una cazadora de cuero salpicada de parches de bandas (Alice Cooper, Twisted Sister, Judas Priest y otras muchas que no llegó a distinguir): —Puedes coger de mi ropa si te quieres vestir aunque supongo que lo tuyo ya se habrá secado, lo metí en la lavadora porque olía a río estancado— pues hombre, supongo que tendré que mangarte una camiseta: —Luego hablamos. No salgas de casa— me advierte antes de tirar de la mochila y cerrar la puerta.

No me da tiempo ni a despedirme.


Me tomo lo que queda de café y media tostada que se ha dejado Ben sin comer, aunque recorto la parte mordisqueada porque hasta en la familia hay límites.

Cuando termino de comer, me dedico a explorar lo que queda del apartamento.
Cuenta con una cocina, una sala de estar, un baño, dos dormitorios (el de Ben y el "trastero") y una especie de estudio o biblioteca o ura de universitario llena de apuntes y libros varios. Nada demasiado interesante. Por alguna razón, tiene pequeñas bolsas de tela azul oscura llenas de sal repartidas por los rincones de la casa, y macetas de Salvia en todas las ventanas.

No pensar, no pararme.
Eso es lo importante.

Registro por puro aburrimiento todas las posesiones de mi primo. Me lleva cerca de una hora.

Todavía son las ocho y media.

Me decido a apropiarme de algo de ropa.
De mi posesión tengo lo que llevaba puesto al fugarme de la morgue, por lo que me puedo ir olvidando de la camiseta de Flash y mi querido chaleco de plumas naranja neón.

Recupero mis viejos vaqueros grises y unas zapatillas verdes que han visto tiempos mejores de lejos, y luego paso a desmontarle el armario a Ben.

Tiene el gusto en ropa más raro que he visto en mi vida.

Termino cogiéndole una camiseta negra con la cara Jack el Esqueleto de Pesadilla antes de Navidad, en la que se lee la frase "Hail to the Pumkin King" que de fijo ya no le vale y una chaqueta verde con la capucha muy ancha que me queda un pelín grande.

No creo que vaya a encontrar un chaleco naranja aquí, a sí que cuando vuelva Ben, le pediré una cazadora, que tiene muchas.


Me aburro tanto que llego a límites como meterle los platos en el lavavajillas o hacerle la cama.

No pensar.

Lo cierto es que a pesar de ser un desastre para casi todo, tiene la habitación bastante recogida. Al menos no tiene las cosas tiradas por el suelo.

Su dormitorio es pequeño (como todo en esta casa) solo hay una cama, una mesilla de noche con una lámpara, una silla y un armario. Las paredes están tapizadas de pósters de múltiples películas, desde Metrópolis a Iron Man pasando por Sonrisas y Lágrimas.
También de videojuegos, aunque son menos: Súper Mario, Undertale, Metroid, Zelda, Mortal Kombat...
Y de grupos de música (que debería de escuchar porque suele ser música buena), de los que en su mayoría no he oído hablar en la vida.

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