III. Magia

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No puedo entrar en casa de Ben.

Maldita sea su estampa, la ha bloqueado de alguna forma para que no pueda aparecer dentro. Encima está lloviendo.

Ahora me vendría bien algo tan sencillo como unas llaves. 

Eres un desastre. Él te dijo que no salieras.

En su momento te pareció buena idea, no eres el más adecuado para opinar.

El tiempo pasa y yo me aburro, termino por sentarme en un escalón a esperar a que vuelva Ben de clase y me abra la puerta.

Me siento como mi gata, Perla, cuando esperaba en la terraza a que la dejáramos entrar después de una de sus expediciones nocturnas.
Me pregunto que habrá sido de ella. 

Quizá esté en la terraza, esperando a que alguien le abra la puerta y le ponga algo de comer. Solo que eso no va a pasar.
Ni a ella ni a mí nos espera nadie.

Ya no existo, ya nadie va a preocuparse por mí si no vuelvo.

Mierda.
No pensar en eso.

—Sabía que no me habías hecho caso— Ben está delante de mí, dos escalones por debajo. Tiene el pelo mojado y el agua escurre sobre su cazadora y salpica el suelo: —No se te da muy bien eso de seguir órdenes ¿no? Por simples que sean— chasquea la lengua y sube de una zancada lo que le queda de escalera y mete la llave en la cerradura, que chirría al girar: —Anda, tira p'adentro—

Le sigo a dentro de casa.

—¿Sabes que es esto?— me señala algo que hay grabado en el marco de la puerta y la propia puerta.

Unas cuantas muescas en la madera que definen un símbolo sencillo: —¿Una runa?—

—Premio. ¿Sabes para qué sirve?—

—No ¿Debería?—

—Se usa para cerrar, bloquea la puerta, la sella totalmente— me muestra la llave de cerca, también tiene un simbolito, una runa: —Esto es la contraseña, sirve para abrirla, pero solo puedo entrar yo y a aquellos a quien yo se lo permita— cierra la puerta detrás de mí: —Hay algo parecido en las ventanas, nada físico puede entrar en esta casa sin mi permiso, o al menos sin que yo lo sepa.—

Se pasea por la cocina, descalzo y con el pelo envuelto en una toalla, poniendo la comida al fuego. Finalmente se sienta en la encimera y me mira.

—¿Encontraste lo que fuiste a buscar?—

—Más o menos— le explico a grandes rasgos mis recientes descubrimientos, o al meno lo que he logrado entender.

—No sé quién es Asha Tercera, me temo que no puedo ayudarte con temas sobre motines de magos. Me mantengo apartado de todo eso en general—

—¿Por qué? Tienes las mismas habilidades que yo, pero sin embargo vas a la universidad en autobús, haces la mayoría de las cosas a mano y continuamente solucionas problemas sin usar tus poderes cuando te seria mucho más fácil usarlos ¿Por qué?—

Él frota las puntas de su pelo con la toalla, pensativo: —Quiero ser autónomo. No me gusta depender de nada, y ya bastante que necesito el dinero para todo— baja el fuego y pone la tapa a la cazuela: —Si algún día pierdo mi Spektro quiero poder funcionar sin él—

A un gesto suyo el mantel se extiende sobre la mesa y los platos vuelan hasta posarse encima: —Lo sé manejar, pero también quiero saber manejar mi propio cuerpo, saber dónde están mis límites, hasta donde puedo llegar— lanza las servilletas sobre la mesa, que luego se arrastran solas a su lugar al lado de los platos.

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