CAPITULO 13 ¿OPORTUNIDADES?

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Narra Kiyuuli

La casa está muy silenciosa desde hace días, todo estaba demasiado tranquilo, muy tranquilo. Nadie me había molestado, ni siquiera Ben. Jeff no había venido a la casa por varios días, ni Offenderman se había aparecido.

Seguía haciendo mis cosas en silencio, solo escuchando, escuchando lo que podía oír. Los únicos que podía ver en la casa, eran a la pequeña Sally, a Hoodie, Masky y Bloody Painter. Sin embargo, solo eso había cambiado, lo demás seguía igual.

Me preguntaba qué era lo que le había pasado a Damia. No había tenido noticias de ella en un buen tiempo, creo que varios meses habían pasado, no sabía cuantos días llevaba metida en esta situación, no existía un calendario por el cual poder ver la fecha ni saber qué día era. No contestaba el celular, y ya no podía llamar, me había gastado todo el saldo que contenía.

Me preocupaba que hubiera terminado como todos los que llegan aquí, ya sea movidos por su curiosidad, o por las razones más tontas, o por ser ingenuos... como yo...

Las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos, me sentía culpable, por todo. Seguía sin poder creer que yo estuviera en esta situación... lejos de mi familia, con una vida de sirvienta y solo mientras fuera útil.

La tristeza me invadía, quería volver a mi antigua vida, desearía jamás a ver creído en esto y ser una escéptica que se burlara. Mis amigas, mis padres, incluso extrañaba la escuela, salir al sol, reír.

Sabía que en cuanto fuera una molestia, ya no saldría jamás, la muerte era lo único que me aguardaba, pero tenía tanto miedo de morir que para mí esa era una salida muy dolorosa.

Mientras me lamentaba, enterraba las uñas en mis brazos, sentía un poco de dolor, pero no el suficiente como para sacarme sangre. Las cicatrices del maltrato seguían ahí en mi piel y el dolor de mis uñas no era nada comparado con aquel dolor. La única compañía que tenía era Damia, pero fue de solo un día.

- Seguramente se olvidó de mí – dije en voz baja mientras un sollozo salía.

- Nadie quiere a las lloronas – de pronto escuché la voz tierna de niña pequeña, al voltear vi a la pequeña Sally que entraba a la cocina con una de sus muñecas sin brazos. – Las niñas lloronas no se ven bonitas y a las bonitas no las quieren.

Las palabras que salían de su boca que podían sonar inocentes e infantiles, me estrujaron el corazón, muchas veces los niños pueden ser demasiado crueles.

- Yo no estoy llorando.... – Dije, y rápidamente me limpié las lágrimas.

- Yo la extraño, quería jugar con ella, estoy segura que no me diría que no.

Continuo sin ninguna emoción su voz era neutra, como si no le importara lo que me pasara, aunque así era. Era yo solo un estorbo del cual se habían apiadado; no dije nada, ella tomo una fruta de la cesta que estaba cerca del refrigerador y se retiró dando pequeños saltos.

- Por eso mi padre, te enviara con su hermano, lloras demasiado. Y yo no quiero oír tus sollozos.

Las palabras que dijo la pequeña me habían atravesado el corazón. Al llegar aquí la única que no me trato como basura fue ella. Pensé que nos habíamos hecho amigas, tal vez le había logrado causar un poco de empatía a la pequeña.

Jugué con ella varías veces, cuando ella quería, en el momento que lo pedía, pero... creí que ella podía ser más a mena mi estancia aquí, que tal vez no todo estaría perdido, pero solo fui un juguete, o como ella expresaría una muñeca de la cual se aburrió.

AMOR PSICÓPATA (SEGUNDA TEMPORADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora