23 de febrero

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Querido diario:

Pasé un momento muy feo esta tarde. Como mañana es el cumpleaños de Emma, la hermanita pequeña de Derek. Fui a su casa a ayudarlo a él y a su madre, con las cosas que estaban preparando para la fiesta.

        Cuando llegué me dijeron que ya tenían casi todo listo. Que solo les faltaba solucionar el problema con el postre, porque Emma estaba encaprichada que quería que sirvan helado casero antes de comer la torta. Ellos estaban de acuerdo con ella, pero el gran inconveniente que tenían, era que ninguno de la casa sabía cómo hacerlo.

        Al escuchar lo que me contaban, inmediatamente recordé que mi abuela solía hacerme helado de frutilla y chocolate, cuando era más pequeña. Así que no dudé en llamarla para que me explicara cómo hacerlo.

        Después de dos horas, ya teníamos todo preparado para mañana.

        —¿Cómo puedo agradecerte por tú ayuda?

        Me abrazó fuertemente.

        —Mmm —Pensé por un momento—. Tal vez, prestándome uno de tus libros de Stephan Keng.

        Sonreí.

        —Claro. Ve y toma el que quiera.

        Me apartó el pelo de los ojos y me besó en la mejilla.

        —¿Dónde están? —pregunté ansiosa.

        —Están en mí estantería, junto a mis trofeos de futbol.

        Me soltó.

        —Bueno, ya vuelvo.

        Fui corriendo a su habitación. Casi me muero de un infarto al ver el desastre que había. Pero bueno, no le di mucha importancia porque es algo muy común en un chico. Así que solo me ocupé de encontrar lo que estaba buscando.

        Desgraciadamente, además de hallar el libro también encontré una foto en la cual estaban él y Sally. Al verla sentí que mi corazón se destrozaba. Se veían tan felices y enamorados.

        —¿Aura, pudiste encontrar el libro?

        Derek entró en la habitación.

        —Sí —Asentí mientras secaba mis lágrimas para que no las notara.

        Caminó hacia la esquina donde yo estaba.

        —¿Estás bien?

            Asentí.

            —¿Qué pasa? —preguntó acercándose un poco más a mí.

            Escondí rápidamente la foto detrás de mí.

            —Nada, Derek —dije con mi voz entrecortada.

            Me alejé un poco.

            —No me mientas. Estabas llorando.

            Negué con la cabeza.

            —No. No lo estaba.

            —No soy estúpido —dijo.

            Él parecía desesperado.

            ¿Qué pasa, linda? —me preguntó.

            Lo miré por unos largos segundos, y le mostré la foto que tenía entre mis manos.

            —Eso me pasa.

            La miró e instantáneamente levanto su mirada hacia mí.

            —¿De dónde sacaste esto? —preguntó.

            —Estaba entre las páginas del libro —dije—. Cuando lo abrí la foto cayó al piso.

            Mis lágrimas brotaron otra vez.

            —Aura… es viejísima la foto. No te pongas de este modo.

            —¿Por qué aún la tienes guardada?

            —Porque hace meses que no toco ese libro —explicó—, así que me olvidé que la seguía teniendo entre mis cosas.

            Me costó mucho poder mirarlo.

            —Perdóname por haberme puesto así.

            —Tranquila, te entiendo.

             Me atrajo hacía él para poder abrazarme.

Para Verte Sonreír  (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora