Pasados

2.3K 136 42
                                    

La palabra "niñez" nunca podría describir los primeros años de su solitaria vida. Ella era era diferente a otros niños, y estaba más que segura de ello a pesar de no haber conocido nunca a nadie de su misma edad. Estaba sola a pesar de encontrarse rodeada de gente. Gente pura, a diferencia de ella.

Raven tuvo uso de la razón desde que abrió sus ojos por primera vez ese viernes 13 a las 3:33 am, cuando los cielos se volvieron negros y la tierra retumbó. Era tanto su bendición como su maldición, pues imaginen la fatídica escena, aquella en la que una madre miraba con desprecio y repulsión a su engendro sin saber que la pequeña recordaría eternamente su juzgadora mirada, sabiendo exactamente lo que significaba la mueca en su rostro.

Ese día Raven no lloró, así como no lloró durante los 4 años de ignorancia y maltrato que le sucedieron, dándole una razón más a su madre para creer que la niña estaba maldita. Los monjes que se autoproclamaban "sagrados" le enseñaron todo lo que debería saber una persona considerada culta en su sociedad sin importarles la edad de la joven. Al igual que le obligaron a reprimir y destrozar cualquier sentimiento, por más ínfimo que este pudiera ser.

Ella deseaba complacer a sus maestros y ser perfecta, no dejar a su lado más temido dominarla. Quizás así su progenitora dejara de mirarla con desprecio, como si fuera más que obvio el repulsivo fenómeno que su hija era. Intentó ser mejor, se esforzaba por convertirse en la Pura Sangre perfecta. Pero su sangre era todo menos pura, y sin importar su esfuerzo nada nunca era suficiente para los Obispos del sagrado lugar, que la castigaban sin piedad alguna por el más mínimo error.

Racuerda a la perfección las tantas veces que la encerraban en las celdas más profundas y lejanas en los aniversarios de su nacimiento, amarrándola con fuertes cadenas de manos y pies como si de un animal se tratara. Recuerda lo mucho que sufrió cuando la castigaban encerrándola en la oscuridad que a este paso ya le resultaba casi hogareña. Recuerda las miradas juzgadoras de Arella.

El día de su quinto cumpleaños tomó una drástica decisión sin pensarlo dos veces.

Llevaría a cabo el siniestro hechizo que visualizó en los libros prohibidos, para llamar a aquel ser maldito que se suponía que fuera su padre. Pintó con destreza el enorme pentagrama en el suelo de granito y recitó los cánticos antiguos en esa lengua muerta y maldita que solamente los de su sangre conocían.

Ya no había marcha atrás.

Su padre apareció y a pesar de sentirse intimidada por la imponente figura del Traedor de la Muerte no sintió miedo en absoluto, sino que se sintió identificada con él. Lenore se parecía a él de más maneras de las que quisiera reconocer.

Trigon miró con sus tres pares de ojos a su engendro, solamente para proseguir con su plan y terminar con ese idílico y asqueroso lugar de una vez por todas. Una parte de él quería terminar esto rápido y la otra deseaba profundamente hacer su trabajo lentamente, ver sufrir esas almas que se proclamaban tan "puras".

Por supuesto que esta última fue la ganadora.

Una vez el demonio terminó con su trabajo se llevó a la niña de 5 años con él a sus tierras. Al infierno.

Raven vio cómo todo ese mundo en el que había crecido hasta ahora desaparecía frente a sus ojos, pero por mucho que lo intentó ninguna lágrima invadía su rostro. Ni un sentimiento su lastimado corazón.

Tampoco hubieron lágrimas en el inframundo, mucho menos debilidades. Conoció las que serían —según el plan de su padre— sus futuras tierras, además de conocer acerca de la existencia de los que eran sus "hermanos". Demonios de hijos de Trigon que nunca nacieron. Los otros seis pecados capitales arremetieron en contra de ella en cada oportunidad posible, pero a pesar de ser mayores en edad y estatura no eran, en cuestiones de poder y habilidades, nada en contra de ella.

Ella era la perfecta representación del orgullo.

La joven parecía tener, al igual que el pecado representado, dos caras. Lenore era su demonio interno, aquella que tomaba cualquier riesgo con el fin de lograr su objetivo, la que peleaba constantemente y la que no aceptaba un no por respuesta. Mientras que por el otro lado Raven era la más "sensible" de ambas, admitiendo para lo más profundo de sí misma la forma en la que los comentarios e indiferencia de su madre la lastimaban.

Rachel Roth era en su conjunto la representación más equilibrada y armónica del orgullo mismo.

Durante su instancia en el infierno sufrió millares de torturas y penurias, tantas que no bastaría toda una vida para contarlas. Cuerpos pútridos, almas desgarradas, demonios vacíos, sangre negra. Trigon se encargó por sí mismo de asegurarse de que su engendro pasara un tiempo indefinido en cada uno de los círculos infernales con el objetivo de mostrarle sus tierras. Y porque le encantaba y cautivaba sádicamente ver en primera fila el sufrimiento de la joven.

Pasó el tiempo y Raven cultivó el deseo de arremeter en contra de su padre, llegando incluso a establecer un peligroso acuerdo con su parte más oscura: Lenore. Un acuerdo al que la demonio de piel rojiza, dos pares de ojos negros y dos prominentes alas negras cual cuervo no pudo decir que no. Ella le ayudaría a derrotar a Trigon y, a cambio, Raven le daría algo que deseaba desde hace mucho tiempo.

Las dos mitades de la niña funcionaban casi independientemente una de la otra, lo cual era útil en ciertos casos. Como ahora, que debían formular un plan para encerrar a su progenitor en el mismo cristal en el que una fuerza divina había encerrado a su abuelo milenios atrás.

Nadie pensó que funcionaría, mucho menos que arrastraría a sus hermanos junto con él. Es por eso que una vez libres sellaron finalmente el contrato que le permitiría a Lenore poseerla parcialmente cada cierta cantidad de tiempo. Con la condición de que le diera una advertencia antes de comenzar el ciclo, pues la posesión era algo extremadamente doloroso para la niña de casi 7 años.

Podía sentir su alma abandonar por instantes su cuerpo y la piel de su espalda desgarrarse para darle paso a las alas de su pasajera Residente. No era placentero, pero valía la pena si el derrotar a Trigon era su objetivo.

Es por eso que cuando lograron encerrarlo decidieron alejarse del infierno con el objetivo de conocer el lugar del que Arella provenía. La Tierra. No podían simplemente teletransportarse de una dimensión a otra, les era necesario comenzar su viaje en el punto más cercano entre la Tierra y el Inframundo. Les costaría mucha energía, pero ya no soportaban ese fatídico lugar.

Cuando abrieron sus ojos el resplandor de un atardecer rojo cual sangre la cegó, haciéndola únicamente capaz de distinguir con dificultad dunas de arena y unas especies de construcciones orientales destruidas. Pupilas de amatista y rubí observaban el paisaje con asombro y fascinación . Nadie podía negar que los horizontes de Azarath eran hermosos, idílicos como si del paraíso se trataran. Pero ella nunca había visto algo como aquello, como esas tierras tan bellas y que le parecían a la vez tan mortales.

Recorrió con sus descalzos pies la tierra prometida por un tiempo indefinido, hasta que de buenas a primeras logró divisar un lugar a la distancia. Se acercó más a lo que parecía ser una especie de palacio oculto de estilo oriental, pero tan pronto como avanzó unos pasos se dio cuenta de algo que le heló la sangre

No estaba sola.

Qalb Al-Ghul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora